Hay una frase de Daniel Link que dice que en la Argentina, "cuando un autor trata de desentenderse de lo que se escribe en su tiempo, vuelve a la gauchesca". No sería exacto decir que Bajo lluvia, relámpago o trueno de Fermín Acosta (Olavarría, 1990), es una novela que pertenece a la gauchesca; antes bien, habría que reconocer que fagocita lo mejor que tiene la literatura decimonónica argentina: su fraseo y su gusto por el desplazamiento dentro del recorte geográfico pampeano. Esta novela hace de la proliferación de frases y reflexiones la argamasa que da sentido al relato, uno que a su vez toma prestada la cosmovisión de cierta literatura sureña estadounidense (se podría pensar en La hija del optimista de Eudora Welty como marco de inspiración).
El tema: un grupo de mujeres atraviesa la geografía de un espacio campestre (cualquiera sea este) para llevar a la madre muerta del personaje que entrega su voz al relato, hasta el cementerio de Villa Evangelina; pero el tema aquí, como en las buenas novelas, es algo secundario. Lo que impresiona del viaje (sensu lato) de Acosta, es la manera en la que dibuja al desplazamiento en un tiempo distinto al que conocemos. El recorrido que hacen Elena, Rudes, Pedernera y quien hace las veces de monólogo interior/exterior en esta historia, se realiza en un tiempo desconcertado, no lineal, es decir, un tiempo topológico. Da la sensación de que el viaje es en círculos y en su circularidad se imbrican recuerdos, impresiones, ensoñaciones e, incluso, señales que son interpretadas como el advenimiento de un acontecimiento no del todo feliz.
Si hubiera que tomar la referencia de un título de la literatura nacional (solo adscribiendo al título y no al contenido) para hablar de esta novela podríamos hacerlo con Radiografía de la Pampa. Porque la novela de Acosta es una radiografía y a la vez es su negación constitutiva: lo es en cuanto a que por las referencias que su autor va sembrando en el recorrido (bichos que vuelan por los aires, perros que ladran a la vera del camino, las cuestas y particularidades topográficas de la ruta) uno puede percibir en dónde se encuentra; pero a la vez se trata de una radiografía que no revela nada: la novela pareciera confirmar que toda geografía pampeana es similar a sí misma, que esta pierde en su propio abismo, que suele fundirse en su propio paisaje y es a partir de ese movimiento que surge algo nuevo en el marco de referencia. Entonces la novela, poco a poco, se va despegando de las etiquetas y ya no es una muestra más del género gauchesco; ya no es una travesía lineal que conecta dos puntos de la geografía argentina y, como si lo anterior fuese poco, no es un relato --tan común de encontrar en la literatura local contemporánea-- hacia la modificación de la autopercepción del yo. Lo que se puede decir de Bajo lluvia, relámpago o trueno es que se trata de una novela de la espera. La espera de una tormenta que está siempre por venir.
27 de noviembre, 2019
Bajo lluvia, relámpago o trueno
Fermín Eloy Acosta
Editorial Entropía, 2019
194 págs.