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Mujer peor

Ana Ojeda


Milena Bracciale Escalada


Es tan indiscutible la eficacia corrosiva del humor, como la afirmación acerca de la dificultad que implica provocar risa. Como bien nos enseña Freud, el chiste implica una tendencia al ahorro y un excelente modo de condensación de una idea, que busca ejecutar una crítica y desmantelar una verdad. Gracias a Bergson sabemos que solo es cómico lo humano y que solo nos produce gracia aquello sobre lo cual sentimos cierta indiferencia; aquello que no nos compromete emocionalmente. Pero lo más importante es que nunca nos reímos solos, siempre hay un gesto de complicidad con otros, con quienes se comparte la burla cruenta hacia aquello que se rechaza. Reírse, en definitiva, es una actividad excluyentemente humana, que posee un profundo sentido social. Estas reflexiones sobre el humor funcionan como disparadores para zambullirnos de cabeza en el extraordinario mundo que propone Ana Ojeda, en las que ella misma nombra como sus “tres fabulitas”, agrupadas bajo la denominación común de Mujer peor. Se trata de “Lograr los logros”, “Urara” y “Alcanfor”, tres textos que revelan un nivel de ocurrencia, inventiva e imaginación pocas veces visto en la literatura argentina.

Como el título general del libro lo indica, los tres relatos o “fabulitas” se hilvanan alrededor de protagonistas mujeres, en sus múltiples facetas de desigualdad y desprotección, que se ven envueltas en diferentes estratagemas para salir airosas frente a amos y patriarcas poderosos, pero no siempre tan hábiles como ellas. Ana Ojeda revela un nuevo modo de narrar, elaborado por completo en versos rimados, que conducen al lector por un vértigo en que la ilación del disparate va in crescendo. Con un nivel de actualidad pasmoso, Mujer peor se encauza en la línea genealógica del decir irreverente y contestatario que inaugura la gauchesca en nuestro país. La falsa modestia de nombrar a estos textos “fabulitas” –amén de la noción de “moraleja” que se desprende de allí– se contrapone con una serie de paratextos que revelan el profundo trabajo que Ojeda lleva a cabo en el interior de sus textos y en los alrededores. Como siempre, el humor carga con un matiz peyorativo de poco valor y liviandad, de literatura menor, de ahí el uso del diminutivo, además de referir también, por supuesto, a su extensión. Sin embargo, la potencia subversiva de la carcajada y su efecto disruptivo, difícilmente se equiparen al impacto producido por otro tipo de literatura.

La autora despliega un excelso y minucioso trabajo lingüístico, que se inicia con una “Nota von ética” donde se aclara que el texto, escrito por “inercia consuetudinaria” con la ortografía sancionada por la RAE, solo será verdaderamente apreciado “en glotis rioplatense”, es decir, leído, dicho, pronunciado en voz alta, como exigía la gauchesca. Hay una musicalidad, un ritmo, que no es solo producto del verso sino también de las rimas y de los juegos de palabras, que tienen una doble dirección. Por un lado, lo lúdico se encamina hacia lo auditivo, hacia el detalle de lo sonoro, hacia la combinatoria de ciertas consonantes o vocales que juntas provocan un vibrar singular e identitario. Por otro, el juego de palabras suele ser un detalle minúsculo que obliga a releer, pues al ejecutar un mínimo cambio en la grafía de una frase, esto se vuelve sintomático desde el punto de vista semántico: al modificar una letra, se trastoca por completo una idea. En este sentido, las historias resultan desopilantes no solo por lo que cuentan sino por cómo lo cuentan. El lector va atravesando las páginas como quien juega a adivinar hasta dónde más se puede llegar con el ingenio: “usando lenguaje ocurrente/ no muy decente/ frontal/ como tren sin pedal/ de freno”.      

Cada una de las tres historias está precedida y posee como epílogo citas que dan cuenta de hacia dónde apuntan los dardos de las carcajadas. Referentes del feminismo y las disidencias como Simone de Beauvoir, Sara Ahmed o Camille Paglia, para citar solo algunos, bordean estas historias por delante y por detrás, y sus palabras funcionan como indicadores de lectura: la risa no hace más que desmantelar la violencia y la desigualdad imperantes y naturalizadas en este apocalipsis capitalista. Pero no hay un dedo acusador que señale desde un púlpito, sino que la crítica resulta incluso autocrítica cuando revela con desparpajo que ante el “orden natural” del fregar, “marxista o liberal/ socialista o multilateral/ este punto todos lo piensan igual”.

Patriarcado, política de cuidados, propiedad, poder y sexualidad se entrecruzan en estas páginas con infinidad de referencias y yuxtaposiciones genéricas. Todo el comienzo de “Lograr los logros”, por ejemplo, es una formidable escena teatral en la que se debaten sor Flor, sor Doro y sor Noro, que podrían ser perfectamente interpretadas por el histrionismo de Tortonese, Urdapilleta o el mismísimo Gasalla, para remitirnos a los míticos años '80 y '90. El juego de referencias va sin matices desde la política más actual, con frases emblemáticas, nombres o apodos de personas de este momento histórico imposibles de no identificar (“Lástima, feo día” o “Pasaron cosas” son algunos de los nombres de los apartados), hasta Personajes populares de la historia argentina entremezclados con referencias literarias clásicas y universales. L-Gante se da la mano con Dante y Armonía Sommers con Los Simuladores, por dar solo un ejemplo de los miles posibles. Este desparpajo de referencias cruzadas no resulta en ningún momento pedante o elitista, de hecho, hay frases destacadas en cursiva para que sea explícita la referencia; no hay rebusque críptico ni oscuridad capciosa. Más bien lo contrario, está todo puesto al mismo nivel, en una horizontalidad que reniega de cualquier corrección política, rechaza todo tipo de solemnidad y se abre al puro juego del lenguaje para un lector que se sienta ávido de atravesarlo. El humor, en su magistral condensación, denuncia sin pelos en la lengua la hipocresía, los despidos, los abusos, la explotación laboral, la enajenación, la desigualdad en las tareas domésticas: “Nunca 'trabajo': 'tareas'”; “actividades”, “quehaceres”. Para decirlo de un tirón, la de Ojeda es una fiesta del desacato, deslumbrante e imperdible.

9 de julio, 2025

Mujer peor.jpg Mujer peor
Ana Ojeda
Random House, 2024
320 págs.

Crédito de fotografía: Lina Etchesuri.


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