Hay infinitas maneras de hacer ficción a partir de temas actuales; el problema es que casi todas engendran literatura discreta, mala o pésima. A veces la culpa la tiene el oportunismo craso, la desesperación por aprovechar una ola que quizás, con viento a favor y una obligatoria dosis de permisividad crítica, empuje el librito de algún náufrago hasta la playa blanca del Zeitgeist. Otras veces el problema reside en la dificultad para hacer cuajar una serie de experiencias personales en el marco más amplio de los debates del momento. Por más brutal que sea, la honestidad no basta. La relación entre literatura y actualidad tiene mucho de dialéctica: justamente porque hablamos de asuntos públicos, tópicos tanto para quienes los sufren como para quienes pueden darse el lujo de observarlos a la distancia y tomar postura, lo que se dice de ellos casi nunca es original. Los lugares comunes no existen por accidente. Contienen mucha verdad. Demasiada.
Al narrar el asesinato irresuelto de una mujer en un pueblo entrerriano, Mauricio Koch (Villa Ballester, 1974) eligió saltarse ambos polos de lo que ya es una trampa básica para novelas de este tipo. Baltasar contra el olvido no sólo recusa el mensaje políticamente correcto ─cuyas resonancias, por más necesaria que sea la militancia en otros ámbitos, serán siempre nulas en términos artísticos─, sino que también se abstiene del descaro artificial que cortejan otros autores a fuerza de monólogos enfermizos y perspectivismo voyeur. Amén de ciertos elementos ya algo trajinados ─el cuerpo en el pajonal, las marcas físicas del salvajismo, la denuncia de la manada─, que aparecen en instancias puntuales de la trama, sin dar espacio al regodeo, Koch busca hacerse de un andarivel propio y más profundo.
Quien narra es el joven del título y lo que lo atormenta es un quebranto todavía más cruel que la pérdida de su madre. Renata ya no está y con ella desaparecen las rutinas menores, el orden de los días. La muerte de una persona es también la muerte gradual e imparable de un mundo. En algún pasaje Baltasar escribe: "Todo lo que no sea olvido, eso serás". La tristeza que cala la frase insinúa la nada a la que viaja la memoria. Nos vamos olvidando, aunque no queramos. De ahí el intento de emparchar los recuerdos con escritura. Lejos de atollarse en el montaje de una intriga genérica, Koch dedica su novela a ir soltando, como por goteo, viñetas de un pasado sin embellecimientos retroactivos. Abundan las escenas cotidianas, las semblanzas de carácter, los retratos de carencias, los diálogos de entrecasa. Una abuela aguantadora y un hermano problemático ─diseñado para hacer creer que la narración desembocará en una resolución que por suerte se termina descartando─ completan el elenco del mundo evaporado. El efecto es paradójico: a pesar del olvido y su crecida, el proyecto de Baltasar tiene su porción de éxito. Mientras leemos, Renata está viva. Baltasar desgrana sus arrebatos y sus contradicciones, hace humor con sus literalidades, y ella vive en el rapto de la lectura.
Se trata de una victoria frágil y apenas momentánea, pero que al menos sirve para marginar la voluntad de contestar violencia con más violencia. Afirmados en una prosa que algunos catalogarán como regionalista ─como si el centro no fuera una región también, como si no fuera parte de un todo diverso y más grande─, Koch y su Baltasar ofrecen, bajo el disfraz de una novela, un consuelo que no es el mejor ni el peor, sino el único posible.
3 de febrero, 2021
Baltasar contra el olvido
Mauricio Koch
Obloshka, 2020
174 págs.