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Bestia extraña

Sebastián Maturano


Leonardo Insinga


Bestia extraña, el último libro de Sebastián Maturano (Mendoza, 1984) –editado a comienzos de este año por Paradiso–, sorprende al lector con un conjunto de relatos en los que la crueldad y el sadismo son parte integrante del universo en el que se mueven sus personajes.

Las primeras piezas transcurren dentro de situaciones cotidianas teñidas de cierto surrealismo, en las que se muestran el lado oscuro de la convivencia entre humanos y animales: conejos, ratas y caballos despertarán el costado más cruel de los personajes, de la misma forma en la que lo hacía el ojo del viejo que tanto perturbaba al protagonista de “El corazón delator”. Ellos parecen estar vacíos de todo principio moral o ético. La violencia no hace distinción de ningún tipo: niños, ancianos y animales serán vejados y hasta despedazados sin miramiento alguno; la crueldad es la regla y el sadismo, la única forma de placer. Y no se trata de pactos con el diablo o de millonarios lujuriosos, simplemente de un mundo donde la libertad individual es absoluta.

En Bestia extraña también hay lugar para el humor. Tal es el caso de “La restauración del orden perdido”, parodia del self made man: un hombre que se dedicaba a abrir puertas de taxis de un día para el otro se transforma en un popular modelo fitness y más tarde en un fenómeno editorial, al mejor estilo Lobo de Wall Street. Su trágico desenlace dará lugar al surgimiento de una milicia que se encargará de derrocar a un líder político tiránico. Siguiendo esta línea se encuentra el relato “Un día del año 2044”, en el que el lector creería encontrar un cuento de ciencia ficción al mejor estilo Bradbury y se topa con la vida precaria de un fiel devoto de San La Muerte que asiste a un sacrificio oficiado por una suerte de pai umbanda. Aquí la parodia vira en torno a las creencias religiosas de los sectores populares.

El relato “Fragmentos de un niño menemista” aborda los años 90' desde la perspectiva de un chico que se declara “menemista”, texto que no hace más que recordar a “Aquel peronismo de juguete” de Osvaldo Soriano. Tomás, el niño menemista, hijo del neoliberalismo que se reafirma como tal porque, de acuerdo a sus palabras, “tuve todos los juguetes del mundo: autitos, camiones y tractores, muñecos de Rambo, las Tortugas Ninja y los Caballeros del Zodíaco”; paradigma de una sociedad que le abre las puertas al consumo masivo de productos importados dado que, según el personaje, “la época dictaba que para ser había que tener”. A su vez, el texto marca un contraste entre aquellos que se declaraban menemistas porque lo tenían todo y aquellos que, por las mismas razones, no tenían nada: “A pocos metros de mi casa vivían unos chicos rubios, flaquísimos (...) que mataban pajaritos y después se los comían”. Asimismo, este relato, que podría funcionar como testimonio de época, indagará en la pulsión sexual de los infantes y la crueldad de su universo: sus protagonistas, en breves instantes, pasarán de jugar a refregarse sus penes a golpearse con tablas hasta quedar inconscientes.

El texto final del libro del escritor mendocino evoca a un personaje inquietante, aquél que tanto fascinó a Alejandra Pizarnik luego de leer la novela de Valentine Penrose: la Condesa Sangrienta. Aquí no solo el autor dialoga con la tradición literaria, también lo hace con el cine; “Esa pálida luz que nos cubría” recuerda al último film de Stanley Kubrick, Ojos bien cerrados, concretamente a la escena en la que su protagonista, interpretado por Tom Cruise, se infiltra en una fiesta de máscaras que concluye en una orgía. El mismo peligro que asecha al personaje del film, una vez descubierto, es el que experimenta el protagonista de dicho relato: luego de encontrarse con la anfitriona de una fiesta, una condesa que destella una inquietante sensualidad, que en vez de cócteles repartía drogas sintéticas a sus huéspedes, termina siendo esclavizado como mascota de una secta sadomasoquista.

La apuesta de Sebastián Maturano es arriesgada. Su más reciente libro no hace otra cosa que exponer situaciones que tal vez logren incomodar a un lector desprevenido o poco experimentado. Sin embargo, su jugada es esa: dialogar con la tradición literaria que tanto escandalizó a la sociedad europea desde el ocaso del Romanticismo hasta las Vanguardias. Detrás de Bestia extraña están los denominados “poetas malditos”: Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, Lautréamont. Su propuesta constituye un viaje a través de un infierno donde la crueldad, el dolor y la fealdad irradian, por momentos, destellos de enorme sensualidad.

22 de julio, 2024

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Bestia extraña
Sebastián Maturano
Paradiso, 2024
80 págs.


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