Tal como señala Walter Lezcano, varios sino todos los cuentos de Bongo fury ponen en escena, siguiendo paso a paso el derrotero resultante, la respuesta a una formulación del consabido “qué pasaría si...”: ¿Qué pasaría si tuviera hipervelocidad? (Las formas salvajes del fondo, la luz del día), ¿qué pasaría si un día me perdiera en mi propio pueblo? (Ramalión), ¿qué pasaría si mi compañera me abandonara y en su lugar me dejara de regalo una muñeca viva? (Sí sí), ¿qué pasaría si se cumplieran todos mis deseos? (Todos los deseos), ¿qué pasaría si en el departamento de al lado alguien trabajara de manera incesante en la construcción de una escultura desmesurada (La escultura), ¿qué pasaría si tuviera acceso a dos realidades alternativas? (Por la espalda).
Esa premisa mínima (qué pasaría si...) funciona como disparador e instala la posibilidad del relato, otorgándole su rasgo diferencial; pero a la vez, y esto es lo que pesa realmente en este caso, gobierna sobre su desarrollo, porque Bizzio se concentra sobre todo en relatar de manera minuciosa, con lujo de detalles, el devenir de los sucesos (“lo que pasaría si”), evitando intervenir y limitándose a seguir el rastro de posibilidad que se va suscitando a partir de la propia escritura. Este entregarse al juego, ateniéndose sólo a lo que “aparece”, es su estrategia para poner en el centro al relato, librándolo de toda determinación, al menos de carácter intencional. Bizzio no escribe sucesos que conoce previamente (porque supuestamente los ha “creado”) sino que, por el contrario, los escribe para conocerlos, porque entiende que la “creación”, si es que existe tal cosa, antes que una proyección del escritor es algo que “ocurre” en el proceso de escritura. Por eso elige eclipsar su figura, para dejar que quien hable sea la escritura, posibilitando de que el relato se manifieste y ocurra en ella.
En parte por esa razón, la voz cantante de estos seis relatos es la de sus protagonistas. Ellos son quienes hablan y cuentan lo que les ha pasado, y en gran medida todo ocurre a través de ellos. Coinciden en transitar alguna de las formas de la soledad, o bien porque están circunstancialmente solos, o bien porque son solitarios empedernidos, propensos al aislamiento y a la evasión. “...Supongo que ha recorrido un camino tan solitario que terminó recibiéndose a usted mismo con los brazos abiertos...”, le dicen al protagonista de Sí sí, subrayando hasta el absurdo esta peculiaridad que les compete a todos. Y no es casual que así sea, porque es precisamente esa soledad, diríase que metafísica, la que los deja al borde de lo extraordinario, siendo el centro de un suceso que pareciera que sólo puede pasar a condición de que no haya testigos. En estos cuentos todo sucede dentro de la esfera de los mundos circundantes de sus protagonistas, y por eso, antes que algo que ocurre, lo que se cuenta es algo que les ocurre. Tanto es así que, en tres de los casos, lo sobrenatural se manifiesta de manera directa en ellos, en la forma de un atributo prodigioso o superpoder (hipervelocidad, deseos que siempre se cumplen y acceso a dos realidades). Pero esos dones más que un beneficio son algo con lo que tienen que lidiar, lo que supone un tratamiento prosaico del prodigio. En términos narrativos, la fórmula de Bizzio supone siempre lidiar con la aparición fantástica en clave meticulosamente realista. De esa manera, por contraste, reafirma la extrañeza a la vez que desnaturaliza la realidad, que siempre logra incorporar lo que procesa por más inconcebible que sea.
Pasado el primer momento de extrañeza, tarde o temprano todo resulta asimilable, y en última instancia lo que importa se juega en el paso a paso en el que se fragua esa asimilación. Un ejemplo elocuente, en el que aflora la maravilla implícita en este tránsito de disolución entre lo real y lo sobrenatural, son las peripecias que tiene que hacer el protagonista de Sí sí para atender las necesidades básicas de la mujer en miniatura que le ha legado su exesposa: “...le preparé algo para comer:”, dice, “una aceituna, un pedazo de papa con aceite y una frutilla no del todo fresca (se lo dije), cortada con esmero en pequeñísimos 'cubitos triangulares'... Después de la comida hice un acolchado con una remera envuelta en un pañuelo de seda y lo puse en el cajón de mi mesa de luz. Le gustó”.
A través de la experiencia extrema implícita en el “qué pasaría si...”, los protagonistas de varios de estos cuentos alcanzan una suerte de límite, dando lugar a un traspaso que los hace desembocar en otra realidad. Sobre el final de Ramalión, por ejemplo, el protagonista dice haberse encontrado repentinamente en “otra parte”, que nos aclara, “era igual a la anterior, pero otra”. Algo parecido ocurre en el resto de los cuentos, como si sobre el final todos desembocaran, sin salir del primero, en otro cuento. La irrupción de este “segundo cuento” se hace evidente en el tenor de los sucesos, que se tornan ligeramente alucinatorios y por momentos incomprensibles, sujetos a una dinámica similar a la de los sueños. Una niña vestida de princesa pasa a ser una princesa verdadera que, como corresponde, pierde un zapato. “Me ofrecí a buscarlo”, dice entonces el narrador de Todos tus deseos; y agrega: “Lo encontré boca abajo en el pasto, un pasto a rayas amarillo y negro; el taco apuntaba al sol”.
En todos los casos este “segundo cuento” sólo se insinúa, como si acaso en el cuento original se abriera un pequeño hueco que nos habilita a espiarlo, tal y como el agrimensor espía a Klamm en El castillo. En lugar de terminar, diluyéndose en ese estereotipo por antonomasia que es el final de un cuento, estos relatos digamos que traspasan su propio límite, y liberados de la obligación de atenerse a su régimen de verosimilitud, derivan en un nuevo régimen más abierto e inestable, lindante a la ensoñación. Es como si en el ejercicio de escribir estos cuentos, Bizzio hubiera descubierto que el propósito último de la narración es conducir el relato hasta esa zona limítrofe en la que los sucesos puedan desembocar en otro relato, capaz de funcionar en un más allá de toda lógica narrativa.
Este salto de una realidad a otra (de un relato a otro) se literaliza en el último, Por la espalda, donde el superpoder que tiene el protagonista es precisamente el de poder acceder a dos realidades. De este modo el círculo se cierra, señalando que el núcleo gravitatorio alrededor del cual se organiza esta colección de cuentos es precisamente este traspaso entre realidades alternativas.
Como quien no quiere la cosa, plegándose a una lógica primaria que remite a la infancia, Bizzio accede en este libro al confín del relato, dando lugar a una relación realmente abierta con la representación, esa que nos habilita a “ser” lo que sea y a entregarnos al gozoso extravío que supone jugar al “qué pasaría si...”.
29 de junio, 2022
Bongo fury
Sergio Bizzio
Literatura Random House
160 págs.