Sin necesidad de romantizar la mística presunta que envuelve a los que dejan cadáveres jóvenes y hermosos, puede argumentarse que una vida corta también es una vida entera. Más allá de los años que se tengan en el tanque, del propósito o el castigo de llegar a viejo, toda existencia cumple un ciclo cuyo dibujo final es necesariamente una incógnita. Se viva poco o mucho, fuerte o a media máquina, con estrella o estrellado, detrás de una causa o sin ninguna otra motivación que exceda el ejercicio más o menos correcto de las funciones vitales, nadie sabe por qué llegó al mundo ni por qué tiene que abandonarlo. Ya lo dijo el proverbio chino que los desinformados adjudican a Facundo Cabral: "El hombre nacer no pide, vivir no sabe, morir no quiere". De ahí, entonces, lo de la vida entera: cada una de ellas se guarda la potencia de buscar el significado que haga navegable su misterio. Que lo encuentre, que dé con él en la peripecia del tiempo otorgado, es otro tema.
Con sus armas, Denton Welch pudo. En treinta y tres años, muchos de ellos atravesados por las secuelas graves que le dejó un accidente ─un auto lo atropelló mientras paseaba en bicicleta─, escribió tres novelas y dejó listo para la imprenta Bravo & Cruel, el libro de cuentos y relatos que La Tercera Editora recuperó en 2020 para los lectores de estas orillas. Nacido en Shanghái en 1915, fruto de un matrimonio británico-estadounidense, Welch vivió entre Inglaterra y China, se dedicó también a la pintura y cosechó elogios de Forster y Burroughs, entre otros, por una narrativa que dio a la infancia y la juventud la categoría de único mundo posible.
Denton Welch por Juan Carlos Comperatore
Ordenadas según una línea vivencial, de la niñez a la adolescencia y poco más allá, las ficciones de Bravo & Cruel crecen por acumulación y en múltiples direcciones. Los primeros cuentos, forjados a partir de la distancia y la fragilidad que aporta el recuerdo, narran escenas que ya son arquetípicas en cierta traza de escritor anglosajón: el inglés en tierra extranjera, rodeado por un exotismo domado a priori por la conquista bélica, política y económica. Este molde ─que atañe a ejemplares tan disímiles como Kipling, Lowry, los hermanos Durrell y hasta Ballard, por nombrar sólo a algunos─ se forja a partir del estricto punto de vista del hombre blanco, y sus resultados suelen ser tan transformadores como paradójicos. El narrador o protagonista asimila costumbres foráneas como si el forastero no fuera él, como si la tierra ajena se desplegara ante sus pies para oficiar de playground de su educación emocional, pasatiempo o angustia intrínseca. A este molde Welch agrega una candidez que recubre la prosa con una bruma casi onírica, se trate de un picnic en un cementerio ancestral o una noche compartida con un vagabundo de paso.
La candidez se va adelgazando a medida que los cuentos se hacen relatos, los personajes maduran, Gran Bretaña se vuelve un escenario recurrente y los temas mutan y se expanden. La sexualidad abstracta que se adivina en "El granero" se torna definitivamente real y problemática en la anécdota que da cuerpo a "Cuando tenía trece años". Las criaturas de Welch empiezan a confirmar eso que la niñez les diluía: no encajan, no encajarán nunca, deberán aprender a disimular. Esta última fase, la del disimulo sibilino, clarea en "El árbol de Judas" y arriba a su punto culminante en el relato ─casi una nouvelle─ que da título a la colección, donde el desfasado ya es otro, un mitómano estridente que corre sin sutileza hacia la posibilidad de una vida que jamás estará a su alcance.
Suena extraño asociar las palabras "última fase" con un hombre que apenas llegó a pisar la adultez, pero hablamos de un hombre que escribió y dejó obra. Antes de dejarla, de hecho, la agotó. Y hasta hizo algo más: "El fuego en el bosque", último relato de la serie y quizás el más intrigante de todos, glosa un amorío entre una mujer solitaria y un leñador errante. Afirmado en la asepsia tramposa de la tercera persona, el espíritu de esta ficción de cierre da cuenta de un paisaje nuevo, agreste y casi desprendido de los anteriores, menos directo en la elección de la fuente, que hace pensar en los caminos que podría haber tomado un segundo Welch, el que no llegó a producirse, el Welch que nos perdimos.
10 de marzo, 2021
Bravo & Cruel
Denton Welch
traducción de Santiago Featherston y prólogo de Luis Chitarrroni
La Tercera Editora, 2020
369 págs.