El de China Miéville (Norwich, Inglaterra, 1972) es uno de esos casos en los que la sonante imagen de autor, delineada por gestos y posiciones políticas contundentes, por ciertas intervenciones en la esfera pública, podría convertir a la literatura en una mera superficie reflectante: como si se esperase encontrar allí, sin más, las intenciones que el escritor ha dejado traslucir en otros ámbitos. En el caso de China, decodificar su obra como un mensaje revolucionario, destinado a erosionar la explotación capitalista en sus diversas y tentaculares acepciones.
Fundador en 2013 de Left Unity , un partido inglés de izquierda que se embandera en el empoderamiento y la defensa de las minorías –en particular los asalariados y las mujeres–,crítico acérrimo de las discriminatorias políticas externas que imperan en vastos sectores de Europa y del desbocado tuitero Donald Trump, declara en una entrevista de 2017: “Entramos en el trumpoceno. Es un fascismo incipiente. En la extrema derecha estadounidense hay un anhelo de catástrofe. Una pulsión de muerte, en términos freudianos. Lo único bueno es que ya nadie puede fingir que las cosas van bien”.
En las narraciones de Buscando a Jack y otros relatos –traducidos y compilados por primera vez en la Argentina de la mano de la editorial Ayarmanot– sin duda las cosas no van bien. No obstante, los cuentos de Miéville no calcan o espejan sus ideas; en todo caso las deforman e hiperbolizan, o, por su cuenta, cobran ribetes surrealistas, se transfiguran en imágenes y climas ominosos. Y como zombies andrajosos e irrefrenables, deambulan alrededor de esa “cosa rota y ensangrentada” como caracteriza el narrador de “Buscando a Jake” a Londres; ciudad clave en la poética de Miéville: distópico, fantasmal, personificado, extrañado, Londres –con sus basamentos, recodos, subsuelos y azoteas– siempre está allí.
Podría decirse –para pensar desde la categoría que M. John Harrison inauguró en el 2002 con el prólogo a la nouvelle “El azogue”, a los efectos de describir la obra de China y afines– un Londres new weird. Noción genérica que hace trastabillar las fronteras entre el fantástico convencional, la ciencia ficción, la novela gótica, al tiempo que abreva de la irracionalidad surrealista, y cuyas traman se enmarcan en un caótico y politizado escenario urbano.
China Miéville
En “Cimiento” un hombre se comunica con los cimientos de las casas y edificaciones cuyas bases –cuerpos humanos amontonados y enredados– le susurran su insatisfacción primigenia: están famélicos (sí, de seres humanos). En “Buscando a Jake”, el protagonista persigue a su inalcanzable y fantasmagórico amigo a través de un Londres desconcertante, en el que sus habitantes desaparecen misteriosamente. Las silenciosas recorridas nocturnas que realiza John, el guardia del shopping de “El pelotero”, bañan al centro comercial de una atmósfera ominosa; los niños y niñas se entregan con total devoción a ese cubículo lleno de pelotas colorinches, suerte de templo donde el juego y la muerte parecen caras de una misma moneda. En “Informes sobre diversos sucesos acaecidos en Londres” un alter ego autofictico de China recibe en su casa un paquete con variados e incompletos documentos que apuntan a que un pequeño grupo de calles –con un pasado histórico de escaramuzas clandestinas– se trasladan, se “manifiestan”, “desmanifiestan”, y se muestran beligerantes entre sí y con los transeúntes.
El volumen, que incluye otros nueve relatos y un cómic ilustrado por Liam Sharp, cierra con la novela corta “El azogue”. “Animales de los espejos”, página del texto borgeano El libro de los seres imaginarios, le sirve a China como puntapié para elaborar su narración. En un Londres postapocalíptico, el solitario Sholl busca el modo de poner fin a la guerra entre los humanos y los “imago” vampirescos. Ni las aguas, ni las superficies espejadas reflejan nada ya: liberados por fin de la ignominiosa tarea de espejar las formas humanas, estos seres, luego de siglos de humillación y castigo, se disponen a terminar con la humanidad.
Borges, en compañía de Margarita Guerrero, había escrito y compilado aquel libro monstruoso como un ejercicio literario y, forzando un poco las cosas, casi antropológico. En el prólogo lo define como “un manual de los extraños entes que ha engendrado, a lo largo del tiempo y del espacio, la fantasía de los hombres”. La creación de los seres surrealistas y siniestros de China es, sin duda, un ejercicio tanto literario como político. Si Borges infería que el imaginario social tenía fundamentos literarios, Miéville trastoca sus verosímiles para distorsionar nuestra percepción ideológico-cultural. Pero, independientemente de sus ideas ex profeso, su revolución literaria residiría más allá de su militancia y activismo partidarios: allí donde la radical extrañeza de sus seres y tramas escapa de cualquier clase de determinismo, de toda interpretación concluyente.
4 de diciembre, 2019
Buscando a Jake y otros relatos
China Miéville
Traducciones de Pilar San Román, Silvia Settling Schettin, Arrate HS, Cristina Jurado y Marcelo Cohen; adaptado al castellano rioplatense por Laura Ponce y Mallory May Craig-Kuhn.
Ediciones Ayarmanot, 2019
308 págs.