Un libro cualquiera o un disco, alguno que no sea lo que Borges imagina en “El libro de arena” está delimitado por las tapas, por los surcos, la cantidad de páginas o de pistas que contiene pero cuando una obra o un mundo se presentan en partes, o en capítulos, la figura de lo formal no se atribuye solo al tiempo que dura o a su volumen. Lo que aparece de modo más nítido es la decisión formal acerca de dónde cortar o cómo encajar los pedazos y ahí se trata de un orden que es únicamente estético y que provoca, si es bueno, que lo que se dice parezca destinado a responder a esa forma y a la intuición del artista como si el que resulta finalmente fuera su orden natural. Una forma cerrada y anunciada como finita para un conjunto infinito: el de las posibilidades del relato, el de las combinatorias de la música. Pienso entonces, en los libros o, en general, las obras que se construyen sobre un orden que los preexiste y que permiten escandir un relato en fragmentos: los que se arman a partir del abecedario o de los puntos cardinales, los que ordenan los crímenes de “La muerte y la brújula”; los que recorren un orden temporal de fechas precisas y sucesivas o los momentos del día. Como las películas de Linklater; como las cuatro estaciones en Éric Rohmer, o los conciertos para violín de Vivaldi;
A veces, en el modo de ajustarse que logra un orden preestablecido y un relato o un conjunto de ellos se ve también la maestría de un editor o de una propuesta editorial, así funcionan varios de los pequeños libros de la editorial Vinilo: El libro de las diatribas, El libro de los elogios, El libro de las fobias. Así se arma, en una forma perfecta, Canción llévame lejos de Mauro Libertella. Ordenado como una playlist (a la que el autor llama como se llamaban antes: una mix tape) en la que se ve el artificio, el concepto que diseña la mezcla, los cortes y continuidades de un plan conceptual. Es que además de la selección de las canciones (seis para cada lado de la cinta que Libertella construye escribiendo en lugar de grabar) hay una descripción del efecto de cada una y eso provoca en el lector una especie de encantamiento (encantamiento musical cercano al de Hamelin). En cada entrada, cada ensayo, cada pista, se detalla la importancia del tema o de la banda en el canon personal del escritor y en el poder que tuvo para definir los años de juventud, ese núcleo que parece rodear el autor en cada una e sus novelas, cada vez que escribe. Pero más allá, el libro propone preguntas para la literatura o para el arte en general: ¿Por dónde comenzar una playlist o un compilado, por dónde comenzar a escribir? Luego, a partir de Nick Cave, ¿cómo se cierra o cómo cambia una etapa o un ciclo en la obra de un artista, a qué procedimientos responde ese cambio? ¿Cómo se produce nuestro sistema de valoración de las obras y de las firmas, qué determina su momento cúlmine o su llegada a la “cima última de una montaña a la que se sube durante toda la vida”? Cómo se construyen nuestras valoraciones: “La paradoja stone”: “No tienen grandes discos pero todos lo son. No suenan muy bien en vivo, pero son la mejor banda en vivo de todas las épocas” o la de Fito Páez que canta mal pero con el alma: “En todo caso prefiero la vibración de esos tonos emocionales a las notas perfectas de un cesionista frígido”. El ensayo sobre Nirvana y el de Oasis dejan ver lo que nos pasa con algunas obras o con algunas voces. La fibra de sensibilidad que toca lo que Libertella escribe ahí, se vuelve inexplicable, pero la forma de su escritura flota como una verdad necesaria adelante nuestro.
La pista 3 del lado B del libro: “'Amor es amor' de Charly García”, es una elegía a lo formal: “Si una estructura está bien hecha, luego la obra admitirá todos los contenidos [...]”. El ensayo piensa la obra de García al modo en el que Lukács pensó a Balzac, la idea de que el músico cumplió con el rol de capturar los conflictos y deseos colectivos de una nación para volverlos canción. Después, en la enumeración de los procedimientos y los sonidos de Lou Reed hay un eco de los textos del formalismo ruso. Canción llévame lejos, como todo buen ensayo, dice algo sobre nosotros, sobre nuestras aficiones musicales y nuestra iniciación en el universo del rock y del tango pero dice también el pensamiento sobre aquello, como si fuera una clase sobre literatura que retoma las grandes preguntas de la teoría y, cómplices del entramado que consigue y de su Escritura Liviana y Certera, nos hace sonreír.
3 de diciembre, 2025

Canción llevame lejos
Mauro Libertella
Vinilo, 2025
128 págs.
Crédito de fotografía: Alejandra López.