María Moliner define la intimidad como el “conjunto de sentimientos y pensamientos que cada persona guarda en su interior”. Guardar implica una acción deliberada, casi de custodia: se protege algo del afuera. De ahí la topografía del “interior”: la intimidad existe porque hay un límite, un umbral que la separa de lo público. La elección de “sentimientos y pensamientos”, excluyendo lo corporal, sugiere que Moliner alude a una intimidad mental y emocional.
Acceder a lo íntimo de un escritor que admiramos nos atrae porque aunque hayamos leído sus ficciones, creemos haber entrado en su mente. Siempre queda la sospecha de que algo de lo que escribe es autobiográfico, confesional. Intimidad de un oficio promete resolver ese enigma: ¿cuánto hay de él en sus personajes? ¿De dónde saca eso que escribe?
A diferencia de otros oficios más transparentes, el proceso de escribir tiene algo de opaco, casi alquímico. Los escritores trabajan, precisamente, con intimidad –sentimientos, pensamientos, experiencias subjetivas–, y de allí surge la intriga por conocer el secreto de quien fabrica intimidades. ¿Cómo se transforma la experiencia en lenguaje? ¿Cuándo llega la musa de la inspiración? La trastienda del oficio de la escritura promete revelar ese misterio.
Si bien los escritores nos ofrecen acceso a mundos interiores a través de sus textos, ese acceso siempre es elaborado, mediado por la forma. La intimidad “verdadera” del escritor –sus dudas, sus tachaduras, sus fracasos– parece prometer una autenticidad mayor. Pero ¿lo es realmente? Un escritor sabe que está construyendo un texto incluso al abrir las puertas a sus secretos. ¿Existe acaso una intimidad del escritor que no sea, ella misma, literatura?
En ese marco, Liliana Heker acepta responder por qué escribe, rastrear de dónde deriva ese impulso primario. Se recuerda de niña, voraz lectora, y de cómo la lectura le ensanchó el horizonte propio hasta hacerlo inabarcable. Considera que esa expansión constituye la prehistoria de su escritura. La historia, en cambio, comenzaría el viernes 22 de enero de 1960, “la primera noche en que, a los dieciséis años, fui a una reunión del Café de los Angelitos y simbólicamente entré en El grillo de papel”. Desde entonces, escribe, “el mundo de la literatura empezó a resultarme imprescindible”. Con la escritura de su primer cuento, la palabra dejó “de ser un modo de canalizar el desborde” para convertirse en una necesidad vital, una forma de estar en la vida.
El libro plantea una pregunta fascinante: por qué ciertas situaciones llaman a ser narradas. ¿Qué hace que un detalle cualquiera –vivido o presenciado– le atraiga a una autora o autor hasta el punto de desplegar las posibilidades que ofrece para convertirse en un texto? Heker busca en esos destellos algo que revele capas de la realidad –o de sí misma– que “en la vida cotidiana permanecen ocultas”.
En esa misma línea de indagación, se detiene en una decisión vital: haber comprendido que no tenía vocación de ser madre y que serlo “la condenaría al resentimiento”. Esa lucidez respecto de su propio deseo define también su modo de escribir: sin concesiones ni idealizaciones. Sin coartadas. A lo largo del libro, Heker cuenta de dónde surgieron algunos de sus cuentos –ya sea de vivencias que la sorprendieron o de desafíos externos–, el largo proceso de gestación de su primera novela y ciertos descubrimientos que marcaron su literatura: “el conflicto que tiene una mujer entre su inteligencia y su cuerpo”, “el conflicto de la edad”, y la tensión entre gloria y fracaso.
También confiesa su relación con el trabajo: su productividad matutina, el terror del vacío tras terminar un proyecto, la angustia cuando ese vacío se prolonga durante años. Incluso las buenas ideas que abandonó por no estar a la altura de lo que exigía de sí misma, hasta que las hizo reaparecer en su última novela, donde la protagonista –una escritora– reflexiona sobre esos proyectos. Es decir, lo que Heker no pudo escribir, lo escribió su protagonista, como si la ficción se vengara otorgándole reconocimiento.
La intimidad del oficio inaugura, junto a Literatura o muerte de Agustina Bazterrica, la nueva “Colección Íntima” de Ediciones Godot: una serie que convoca a autores y autoras a pensar el misterio de escribir desde su propia experiencia. En diciembre se sumará Cómo me hice viernes, de Juan Forn –un libro que despierta una expectativa especial: leer algo íntimo de quien convirtió su mirada sobre otros escritores en una prolongación de su propia escritura.
3 de diciembre, 2025

Intimidad de un oficio
Liliana Heker
Ediciones Godot, 2025
81 págs.
Crédito de fotografía: Alejandra López.