Un puesto de control, o de seguridad, un espacio de detención obligatoria, de frontera, que marca un límite, un pasaje, un ir más allá de donde se estaba. Esas (y otras) asociaciones habilitan el término "checkpoint" que, a pesar de su evidente extranjeridad, se ha incorporado al castellano e integra nuestro vocabulario habitual. Sin embargo, en el volumen de relatos que lleva este título, escrito por Elsa Drucaroff y publicado por Páginas de Espuma, podemos arriesgarnos a afirmar que estos "checkpoint" no se encuentran en ámbitos territoriales o territorializados, en lugares o espacios concretos, reconocibles, sino que se esbozan como metáforas para señalar un cruce, una transformación, un cambio de estado subjetivo que opera en los protagonistas de los seis cuentos que integran Checkpoint.
Transiciones ligeras, en algunos casos casi imperceptibles, o que impactarán en un después que excede al texto; y otras contundentes, reveladoras, irreversibles: los cambios drásticos de los que no se puede volver atrás. Además, otros elementos enhebran a estos textos otorgándoles una idea de unidad. Menciono uno. Las referencias al pasado histórico argentino: a la década de los setenta y al clima opresivo de la dictadura, se suceden con mayor o menor consistencia y desarrollo, señalando tanto una pertenencia generacional de Drucaroff como un nefasto rasgo constitutivo de nuestra identidad presente.
Podría dividirse el libro en dos partes: los relatos breves y los relatos largos. En el primer grupo ubicaríamos a "Lili en su bosque", en el que una niña descubre su sexualidad, el placer, con un clima familiar y social enrarecido en segundo plano. Luego, "Fiesta en el praivat" nos propone una distopía que transcurre en una Buenos Aires reconfigurada por una revolución que ha expulsado a la burguesía de la superficie, recluyéndola en el inframundo. Desde allí partirá Paloma, la quinceañera protagonista, para cumplir su pasaje de clase que se intuye como un regreso a los orígenes. "Reunión con todos", intenso y emotivo, es el tercer relato breve ─el menos "breve"─ de este conjunto, que nos lleva al año 78' y al "acontecimiento" que enmascara los crímenes de los genocidas. No para ese grupo de estudiantes del profesorado de Lengua y Literatura que no caen en el engaño y preparan su examen de Latín (para rendir con ¡Marta Royo!) mientras se disputa el partido que define el "honor de la patria". Al final del juego, podrán mimetizarse con la masa y su canto y aprovechando la melodía, parecer iguales pero ser totalmente distintos, sin temor a ser descubiertos o delatados.
Elsa Drucaroff por Juan Carlos Comperatore
Como lector disfruté adictiva, hipnóticamente, los tres relatos de mayor extensión, los del segundo grupo, en los cuales Drucaroff, quizás por el aliento largo que ejercita en la novela, compone tramas y ambientes magnéticos y nos adentra en la esencia, en la psicología de sus personajes con un detalle y una verosimilitud que, a veces, es casi imposible evitar la tentación de buscar, con los indicios disponibles, a los referentes reales detrás de esas máscaras.
En el primer relato del libro, "Anteúltima cita", conviven sin confundirse varias líneas de tiempo y los discursos de dos personajes que se alternan para ocupar la atención del narrador. Se trata de la guerra de una (ex) pareja, el juego de presuposiciones, chicanas, miserias y estocadas de una u otro, con un hijo, Lauti, rehén, campo de batalla, víctima ausente de la contienda, a quien conocemos apenas por las menciones de sus padres. Sofocante e incómodo es el clima de desprecio de dos que se odian y solo quieren destruirse; el rechazo visceral que permanece cuando después del fuego se barrieron hasta las cenizas. El pasaje queda implícito en el epígrafe y en la sutileza del título, que nos permiten completar lo que el punto final silencia.
Con "El peligro de acudir a la cita" leemos el día después de una reunión de promoción con los excompañeros de la secundaria, que dispara en Dalila un ejercicio de memoria, una vuelta atrás en el tiempo para revivir las vivencias de aquel tiempo ─la década del setenta─, revisitando los prejuicios, los discursos machistas y burgueses, y revisando también nuestras propias convicciones en relación con el éxito y con el fracaso. Entre oleadas de humor e ironía y mareas de disgusto y desencanto, Dalila y Laura, la antropóloga "famosa", sobreviven a la hipocresía decadente de ese evitable (des)encuentro. Sin pretender objetar los valores que parece establecer el relato, la superioridad de la inteligencia y el reconocimiento profesional (y mediático) se convierten en la sutil venganza de las marginadas y humilladas del pasado que, en el presente del cuento, pueden mirar despiadadamente la ruina de los verdugos de antaño y refregarles en la cara las (grandes) mujeres que pudieron ser a pesar de los mandatos patriarcales. La resolución, el pasaje que se cumple, al fin, podría ser ese lograr desprenderse de la tardía necesidad de reparación, de justicia, y con distancia, con indiferencia, aceptar, con Dalila y Laura, que "la vida es un largo embrutecimiento" y la mediocridad, una tara irreversible.
Por último, "Pájaros contra el vidrio" nos lleva de viaje a una playa paradisíaca acompañando a Marita, una frívola empleada bancaria, y a su "amiga" del trabajo, que se engancha con un tipo, dejándola libre para lanzarse a la aventura y a la conquista. Con una microbikini de carnada, Marita seduce a Matías, sociólogo acosado por las deudas y los fantasmas de una decepción amorosa, y del mar y la arena, pasamos a un cuarto de hotel que se estremece con los gritos de los orgasmos y de las pesadillas. La atmósfera se va tornando inquietante, sugestiva, siniestra, a medida que avanza esa relación de verano, cargada de escenas de sexo y de mansplaining explícito, para alcanzar su cima en la visita a la Ciudad de Piedra y el Casino. Allí, respiramos un aire fantástico, que recuerda al clásico de E. T. A. Hoffmann, "Der Sandmann", no tanto por ciertos episodios vagamente emparentables, sino por la seguridad de que los traumas del pasado sobreviven en el presente, la sensación que de ellos no se puede huir. Porque en este extraño sitio, Marita y Matías, podrán comprender el sentido de sus historias familiares y resolverlas en ascensos o caídas, confirmando que la vida es un todo o nada en el que se gana o se pierde, irremediablemente.
Después de dejar atrás, de pasar estos checkpoint, al cerrar la contratapa del libro, es posible que no hayamos experimentado ninguno de los cambios que transformaron a estos personajes creados por Elsa Drucaroff. Lo que sí ocurrirá, diría que seguramente, es sentirnos con esa resaca, con esa extraña perturbación que nos instalan los libros que tienen el poder de interpelarnos y que no nos dejan salir ilesos de ellos.
20 de mayo, 2020
Checkpoint
Elsa Drucaroff
Páginas de espuma, 2020
176 págs.