Hace un siglo, nacía Charlie Parker. Su vida, su obra y su partida del mundo estuvieron cubiertas por un halo poético que embelesa. La impresionante destreza que desplegaba en la ejecución del saxo ─tanto alto como tenor─ y la elevada calidad de sus composiciones, muchas de ellas devenidas en estándares de jazz, lo consagraron como uno de los artistas más importantes de la historia del género.
"Bird" fue uno de los responsables de la transición del swing al jazz moderno. Un autodidacta que en sus intentos de academizar su formación no fue admitido en los conservatorios y que, paradoja mediante, portaba en su estilo la capacidad de no conservar las formas preestablecidas. Corolario inevitable de sus solos descomunales, irrespetuosos de los convencionalismos imperantes, fue la realización de una contribución fundamental para abrir en el juego del jazz dimensiones no exploradas hasta el momento.
Por supuesto que no fue una hazaña solitaria: Dizzy Gillespie, Bud Powell, Thelonious Monk, Max Roach─ entre otros─ fueron propulsores, al igual que Charlie, de este quiebre estilístico originado a mediados de la década del cuarenta. Sus composiciones originales y la particular forma en que versionaban obras de otros artistas fueron inscribiendo las bases del bebop: un jazz claramente menos bailable que el swing que se hacía por aquel entonces; una propuesta pronunciadamente mental que, sin embargo, no menoscaba en lo absoluto la presencia de un groove bestial que inevitablemente se inmiscuye en el cuerpo del oyente.
El bebop posee un fuerte carácter imaginativo cristalizado en la invención de nuevos parámetros musicales, agregando notas de paso a los clásicos modos griegos logrando, de esta manera, encajar las virtuosas improvisaciones de los intérpretes en el tempo frenético que sustenta al estilo. Las grabaciones que realizaron Charlie Parker y Dizzy Gillespie en 1945 son un hito fundacional en la materia. Ambos músicos fueron extraordinarios exponentes en la utilización de estas innovadoras escalas ─hoy llamadas escalas bebop─ con una fluidez inusitada. "Bird" y "Diz" se conocieron en Kansas City ─ciudad de la que "Bird" era oriundo─ y, según contó Dizzy, no pudieron dejar de tocar; en otra oportunidad dijo «teníamos ideas gemelas y era difícil distinguir lo que provenía de mí, de lo que venía de él».
La figura de Charlie Parker puede considerarse como un emblema del paradigma bopper. Si bien la música era el eje del movimiento, había una atmosfera de marginalidad que circundaba y amalgamaba a esta exquisita vertiente del jazz con la poesía, las drogas y, en gran medida, con la generación beat que buscaba extrapolar el groove bebop a su literatura. Charlie quedó capturado en esa marginalidad y en ella se consumieron sus días. Para comprar heroína ─droga a la que estuvo enganchado desde su adolescencia─ empeñó su saxo en más de una ocasión, generando la desesperación de sus allegados que movían cielo y tierra para conseguir un instrumento antes del show que se aproximaba. Viviendo como si no hubiera un mañana y muriendo con treinta y cuatro años, "Bird" no pudo seguir transitando -como sí lo hicieron muchos de sus contemporáneos─ los nuevos caminos que advinieron en los tiempos siguientes en el terreno del jazz. No obstante, su legado es enorme y sigue haciendo mella hoy en día.
Más allá de las sobradas influencias musicales que Parker ha ejercido, su vida también sirvió de musa para muchos. Vale destacar el relato "El Perseguidor", de Julio Cortazar ─inspirado en su persona─ incluido en el libro Las Armas Secretas, y el film Bird, dirigido por Clint Eastwood en 1988. Por último, es menester citar ─dentro de este plano en el que lo hecho por Charlie cobra autonomía funcional─ la deliciosamente hilarante versión libre que realizó el músico uruguayo Leo Masliah del clásico Donna Lee.
Con motivo de la conmemoración de los cien años del nacimiento de este músico invaluable, se realizaron diversas remembranzas materializadas en: el lanzamiento de Bird in LA por parte de Verve Records ─sello con el que Charlie trabajó en muchísimas ocasiones─, que se compone de grabaciones inéditas realizadas en Los Ángeles durante la última mitad de la década del cuarenta y principios de los cincuenta, la novela gráfica Chasin 'the Bird: Charlie Parker en California ─escrita y dibujada por Dave Chisholm y coloreada Peter Markowski─ y la notable decisión de la editorial de partituras Hal Leonard de encomiar el centenario con el libro Charlie Parker: The Complete Scores, conformado por transcripciones de cuarenta interpretaciones clásicas para saxofones, trompeta, piano, bajo y batería; además de eventos que tuvieron lugar en Kansas City y New York, entre otros.
Desde aquí elegimos recomendar fervientemente, para un acercamiento inmediato a la vibración de Charlie Parker, dos playlist que sin duda son capaces de remontarnos bien alto y dejarnos a la deriva de las ráfagas en las que "Bird" supo planear como nadie; ambas se encuentran en Spotify bajo los títulos Bird 100 y La Vida Circular - 100 años de Charlie Parker La primera, con una extensión de algo más de seis horas, cuenta con cien grabaciones que nos dejan en claro la versatilidad de este genio de la intuición músical; la segunda, algo más acotada, es el resultado de una selección finamente curada por Humphrey Inzillo que incluye grabaciones de "Bird" como también versiones de sus obras que hicieron grandes músicos de la historia del jazz, que dan cuenta de la impresionante herencia cultural que supo dejarnos. La recomendación es indistinta, la intención es conectar con el pulso de Charlie y con su música ─tan fluida como intrincada─, que nos embiste, librándonos de lo mundano y entregándonos a la suerte de nuestra imaginación.
21 de octubre, 2020