Nacido en la Ciudad de La Plata en 1969, escritor, productor cinematográfico y guionista; autor, entre otros, de Diccionario de Psicopatología Fantástica y Los extraestatales, José Retik en esta oportunidad se despacha con una novela titulada Cine líquido en la cual es tanto lo que sucede que, tal como planteaba Borges en “Del rigor en la ciencia” –ese cuento en el cual un Colegio de Cartógrafos decide crear un mapa de un Imperio escala 1:1–, para contar fielmente su argumento habría que escribir una reseña que tenga su extensión.
Planteada esta dificultad y dejando de lado los seductores juegos borgeanos, considerando que esta es una reseña que debe cumplir con ciertos parámetros, y aún a riesgo de reducir al punto de neutralizar, haré el intento de resumir en trazo grueso su argumento. Tiberio, el protagonista de la novela, un cincuentón de bigote nietzcheano que tiene un pasado como escritor, es sometido a un extraño procedimiento por parte del Dr. Agosti. Con el objetivo de combatir LA PROPAGANDA (así, con mayúsculas) que emite el gobierno de Die Höchstem –un personaje que tiene más de un punto de contacto con el Monitor, el célebre dictador de Los Sorias, la obra magna de Alberto Laiseca–, el Dr. Agosti le practica a Tiberio un procedimiento (una cirugía psíquica) que lo inmuniza ante su influjo.
En bloques breves que tienen algo de viñetas, Retik escribe ese viaje, el de Tiberio, en un mundo plagado de organismos y burocracia, de estándares y certificaciones, en el cual proliferan secretarías, dependencias y una serie de restricciones que cambian a cada momento, según el capricho del dictador. En ese contexto, lo que hay, básicamente, es una guerra –más psíquica que física– entre el gobierno delirante de Die Höchstem y la resistencia a ese gobierno, conformada por el Dr. Agosti y los suyos, un grupo excéntrico que, en su afán de oponerse al poder de turno, tal vez esté sentando las bases de un proceso tanto o más oscuro y delirante que el que pretende combatir.
Un megáfono móvil anuncia, de fondo, permanentemente, nuevos decretos, reglas, disposiciones. Si alguien comete alguna transgresión y es descubierto, en el acto es declarado culpable y enviado a un campo en el cual su destino es incierto. Como muestra del delirio imperante en este universo vale la pena listar los campos que aparecen en la novela: Campos de Mendel, Campos de pedagogía negra, Campo de rehabilitación de humoristas ancianos, Campo de estimulación tardía, Campos de alegoría, Campos de Heisenberg, Campos de Paz, Campos de percepción en suspenso, Campos de aspiración. Se trata de campos que brotan, que parecen infinitos, que a la vez que remiten a los tristemente célebres campos de concentración nazis dan cuenta del intenso estado de regodeo verbal en el que vive Die Höchstem.
“Para poder defenderse de LA PROPAGANDA era suficiente con la cirugía psíquica, pero para combatirla y derrotarla había que ir más allá”, dice en un momento el Dr. Agosti, y explica que ese “más allá”, el lugar donde se proyecta LA VERDAD (con mayúsculas, también), es el cine líquido, una zona de ensueño, pletórica a nivel sensorial, donde se da la ocasión de una novelita dentro de la novela y Retik hace gala de un soberbio poder de invención. A grandes rasgos, lo que sucede en esas páginas es lo siguiente: surge una isla plagada de referencias literarias (que van de Pinocho a Kafka) en la que aparecen, entre otros, personajes como Narradoromnisciente y Críticoliterario, y Tiberio (que luego de la cirugía psíquica comienza a ser llamado ISO9001) se transforma en Pardus, un personaje de novela que es alojado dentro de un folio, encarpetado, y llevado, cada tanto, a la FIP (Feria Internacional del Personaje) con el objetivo de ser vendido a un novelista.
En esta zona, quizá la más rica del libro, sucede algo interesante: el realismo delirante, el género laisequeano por excelencia, que es el marco de la novela de Retik de principio a fin (y que, como todo realismo, tiene su lógica; una lógica que no por delirante deja de ser firme y concreta), al entrar en estado alucinatorio propio del cine líquido (vale aclarar que Tiberio accede a dicho estado lamiendo el lomo de un sapo que le facilita el Dr. Agosti), un estado que también tiene algo de onírico (en la alucinación del cine líquido hay sueños dentro de sueños), parece habilitar un área donde lo extraño se ve recargado y deviene, por momentos, absurdo, al punto del nonsense.
Desde una suma de expresiones en alemán hasta la figura del dictador y sus delirios de grandeza y LA PROPAGANDA como cuestión central, esta novela remite, evidentemente, al nazismo, eso es claro, pero también hay ciertos guiños que remiten a cuestiones locales (a la última dictadura cívico-militar en Argentina) y otros que remiten a cuestiones globales que resultan ser más coyunturales y más ubicuas (cuestiones que van desde la posverdad hasta las fake news). Cine líquido conecta con estos temas, pero no mucho más que eso. Y vale la pena detenerse en este punto, porque en ese sentido esta novela muestra a las claras qué implica el realismo delirante.
Que el realismo delire significa que hay vínculos con la realidad, sí, pero cuando estamos a punto de hacer un paralelo (cuando, como lectores, estamos a punto de decir: ah, claro, esto es –hace referencia a– tal cosa) aparece una vuelta de tuerca que descoloca, que barre con las posibles interpretaciones que estamos a punto de hacer. Es decir, lo que a golpe de vista parece ser una cosa, un segundo más tarde se transforma en otra, en una versión amplificada, por lo general; y es ahí, precisamente, donde surge un mundo nuevo: un mundo que en su exageración parece detenerse justo antes de entrar a la zona del sinsentido (es decir, que nunca pierde su eje, su lógica, su verosímil).
Una novela de estas características resulta vital, sobre todo hoy, que el realismo en el que estamos inmersos –un realismo hueco, al punto de la pantomima– parece incitarnos a repetir lo dicho y lo escuchado como si fueran pensamientos propios; hoy, que, a raíz de la escasez de matices, los sentidos, comenzando por el sentido del humor (un sentido que Retik utiliza como punta de lanza, que defiende y ejerce con talento y con gracia), parecen estar atrofiándose. Para dejar en evidencia todo esto, Retik propone, saludablemente, enloquecer un poco. Más allá del marcado aspecto lúdico, la novela, en ese sentido, parece sugerir algo: locura, alucinación, delirio, risa y cine líquido para todo el mundo, para, ojalá, luego de este viaje, volver al mundo real, a la vida civil, más atentos a la hora de detectar LA PROPAGANDA y el alcance de su impacto en cada uno de nosotros.
12 de abril, 2023
Cine líquido
José Retik
Posfacio de Agustín Conde de Boeck
Borde perdido, 2022
104 págs.