¿Cuál es el "gran" libro de Aira? Mientras que sus detractores dirán que no existe, que no hay en su producción nada que se compare con El Aleph, Gran Sertón: Veredas, La vida breve, El llano en llamas o cualquier otro hito latinoamericano, sus admiradores tal vez postularán algo diferente: para un escritor como Aira, un libro de esa morfología ─cuento o novela faro, insignia generacional─ en realidad no es necesario. Su originalidad está en las operaciones, en la serialización, en el efecto más que en la calidad, como él mismo declara, y definitivamente no en los axiomas que ayudaron a erigir la noción que los siglos XIX y XX se hicieron sobre lo que vendría a ser o representar una obra literaria.
Sube al cuadrilátero Continuación de ideas diversas, colección de ensayos breves que se publicó hace unos años en Chile y que ahora, por esas circunvalaciones editoriales que dan ciertos libros, retorna a tierras australes gracias a una edición mexicana de 2017. En páginas donde la continuación ─que no continuidad─ de las ideas prima sobre su diversidad, Aira ofrece respuestas que atañen tanto a partidarios como a opositores. Claro que esas respuestas son tan resbaladizas que probablemente terminen acentuando los pareceres con los que cada lector, venga de donde venga, piense de Aira lo que piense, abordará el libro y trabajará sobre él.
El matiz entre continuación y continuidad no es irrelevante. En estos ensayos Aira dice lo mismo que viene repitiendo en ficciones desperdigadas y en las entrevistas a las que accede someterse durante sus giras por el extranjero. La diferencia reside en la profundidad con que desglosa sus ideas y en las derivaciones que se permite. Lo que en artículos periodísticos huele a sentencias de iconoclasta, a frivolidades de un gusto consolidado hace mucho, de pronto empieza a tomar la forma de una ética. En textos de una carilla o menos ─su porción diaria de escritura, según ha manifestado innumerables veces─, Aira actualiza su entusiasmo por Duchamp, Cage y Roussel; defiende la aplicación literaria de maniobras paridas al calor de las artes plásticas y la música; se reserva un lugar para bromas geniales como la de Aramis, el mosquetero de Dumas, y también para reflexiones abiertamente filosóficas como la de por qué toda religión es repulsiva. El resultado es la fiesta de un pensamiento sin restricciones. Se disfrute o no de sus cuentos y nouvelles,es justo reconocerle a Aira aquello que él nunca ha abandonado: la felicidad de leer, el privilegio de escribir.
Párrafo aparte para el adjetivo con el que señala a toda literatura que no es la suya: "convencional". Se sabe de su vieja diatriba contra la novela genérica, que se limita a responder por la anécdota que narra, que sólo quiere contar a través de una comunicación limpia y sin rizos, pero el mismo adjetivo puede ser usado en su contra. Aira concibió un método hasta volverlo una convención. Lleva décadas insistiendo en la artefactualidad de su prosa; para ello la condensó hasta lograr que quepa en ediciones tan esparcidas como inagotables. Esto último también tiene, en Continuación de ideas diversas, una explicación sumamente aguda, aunque la posibilidad del debate se sostiene. Que la "convención Aira" existe y goza de muy buena salud se prueba en la existencia nada menor de escritores y escritoras más jóvenes que escriben como él, al menos en lo que al exterior desprejuiciado de los rudimentos se refiere, y aun así, si hacemos a un lado a los epígonos ─por favor─, todavía se puede argumentar que, por muy poco común que siga siendo en el amplio panorama de la literatura en castellano, la obra de Aira ya es común en sí misma, hacia adentro, solidificada a la luz de los mismos elementos que desde hace años viabilizan el sistema de producción que mantiene unido al conjunto entero.
Con Aira, igual, nunca se sabe. En Continuación de ideas diversas, uno de sus blancos preferidos es Kurt Vonnegut. Si el autor de Matadero 5 es un buen o un mal escritor, si su fama es o no exagerada, se trata de una discusión para otro momento. Lo cierto es que no cuesta mucho pensar en unos cuantos escritores más "convencionales" que Vonnegut. Incluso las razones por las que Aira lo desecha parecen más aplicables a otros autores. ¿Por qué Kurt Vonnegut, entonces? Aunque Aira adjudique su crítica a un barómetro propio ─tanto en sus ensayos como en las entrevistas que le hacen, el repliegue en el gusto personal es una de sus fintas predilectas─, sus embates dejan en el aire una sensación de programa. Pasó cuando tildó de mediocre a Rulfo durante un viaje por México: más allá de la bravura de jugar fuerte de visitante, nadie puede pasar por alto que en este caso particular el que critica produce cuatro libros por año, mientras que el criticado escribió sólo dos y calló para siempre. Quizás con Vonnegut ocurra algo del estilo. Quizás haya una zona no demasiado evidente donde el crédito del de Pringles y el de Indianápolis sean opuestos directos. O quizás, por qué no, sea justamente al revés: después de todo, en ambos se ha comprobado ─con estrategias, propósitos y alcances divergentes, es verdad─ una afición por deformar acontecimientos a fuerza de ironía y disparate. De uno u otro modo, lo que salta a la vista en Continuación de ideas diversas es que el envase que Aira elige para sus invectivas no siempre es el más obvio, como tampoco lo es su sentido.
El espíritu programático es curioso: se afirma en sus convicciones, pero carga también con su dialéctica. Al recordar ciertas vanguardias "inviables" del pasado y ponderar su intransigencia contra "el pasatismo, la demagogia, la apropiación comercial del arte", Aira escribe lo siguiente:
"De ahí que me pregunte si no sería posible 'traducir' esas actitudes, sin traicionarlas (y hasta radicalizándolas más todavía), al idioma de la vieja literatura que decidió nuestra vocación. Me gustaría pensar que es lo que he venido haciendo yo todos estos años. (No me gustaría en cambio pensar que lo que hice fue simplemente tematizar propuestas vanguardistas.)"
Décadas marchando sobre ese filo. Decenas de ficciones creadas a partir de una intención que pudo haberse robustecido con el prestigio ganado novelita a novelita, con los acólitos nuevos y viejos, con las polémicas y los adversarios, pero que está presente desde el diseño original, abrigada por una fe que primero fue de uno solo. Hay tanto por descubrir en estos ensayos de César Aira que hasta sobra lugar para los autorretratos y las confesiones oblicuas. Porque se sabe: no sólo de ideas, diversas y de las otras, están hechos los grandes libros.
19 de agosto, 2020
Continuación de ideas diversas
César Aira
Jus Libreros y Editores, 2017
128 págs.