¿De qué modo una poética imagina su organización, los materiales que la abastecen, la forma en que le produce a la lengua o a la literatura una incisión, un cambio o una anomalía? En principio, podemos pensar que se trata de una nueva constante, una frecuencia diferente de repetición y escansión, un modo de leer la materia con la cual trabaja y darle una transformación, esto es, una forma de llevar la lengua y la literatura al riesgo de resolverse incluso contra sí mismas. Una poética puede ser una forma de inficionar la lengua, contaminarla y al mismo tiempo fortalecerla y darle un nuevo movimiento. En el caso de la escritora española Marta Sanz (1967), que presenta en Corpórea. Poesía 2010-2022 el devenir de una poética, su camino y sus desvíos, lo que parece producir ese movimiento está hecho de esta dinámica: el sujeto entra al género y construye una voz; esa voz busca transferirse para dar cuenta del sujeto y de los otros, de la vida y de la vida política, que aquí son variables inescindibles; encuentra un núcleo en una figura animal; y vuelve para, ahora sí, entrar a la realidad, disputarla, moverse en el mundo. Es una poética que se adentra y se organiza en ese movimiento porque allí dispone su expectativa y su sueño, y lo hace desde el primer libro, Perra mentirosa (2010), donde leemos un poema que llama “En mi sueño político”. Empezamos por allí y si unimos ese poema a otros dos del mismo libro (“No quiero la palabra precisa” y “Una mujer canta”) podemos obtener el nudo o la razón, todo lo que va a desplegar de allí en más la obra. Son tres inicios de poemas y cuando se hilvanan en una forma narrativa, en una sola secuencia, dicen lo siguiente: en mi sueño político no quiero la palabra precisa porque una mujer canta. Allí, en ese relato basal, en ese cuento, Sanz nos muestra el sentido de su poética.
Ahora bien: ¿qué significa aquí cantar, desde ese primer libro hasta el cierre con Monjitas, de 2022? En principio, colocar esa voz en una dimensión donde toma su espesor y se transforma en una voz que narra, cuenta la vida política, pero cuando la cuenta la transforma en el relato de las vidas en la vida del capital. Cantar es un verbo, pero contar es el otro, y esos dos verbos atraviesan la obra porque toman la voz, la construyen y le dan una acción y un sentido. Un espesor. Por eso en el poema “En mi sueño político” se trata menos de lo que alguien sueña, su expectativa, su utopía o sus anhelos políticos, que del ambiente en el cual respira el poema. No estamos ni en el sueño ni en la ensoñación, sino en una zona que llama sueño y es el terreno de trabajo del sujeto y el poema, y entonces leemos lo siguiente: un verbo, fregar, y un elemento destructor antigrasa que friega el frente de una cocina; ese verbo tiene otro, compartir, y dice que comparte el espacio de la casa con un feroz, pasado y criminal presidente del gobierno; y cierra con la historia, dice que al final de la historia le gusta la comadreja que alaba su trabajo. ¿Qué tenemos? Un espacio, el sueño político, que se construye entre dos verbos, fregar y trabajar, y entonces obtenemos todo lo que vamos a leer, una poética o la cocina de esa poética, su materia prima: los dos o tres elementos que mezcla una y otra vez a lo largo de la obra y le dan a la obra, en esa mezcla, su cohesión.
Esa voz hecha de dos verbos, cantar y contar, de un sueño político y de, ahora sabemos, otros dos verbos, fregar y trabajar, es lo que el poema le transfiere en otro texto a una mujer que canta las tristezas de Angola y allí lo que llama sueño político comienza a expandirse, corre sus fronteras. No es una voz a la que se dona el espacio para que cante y cuente las tristezas, sino una voz que se fusiona con la voz y el sujeto del poema, y encuentran entonces otra forma del sueño político que es la comunidad de sentidos, la razón y el sentido de la lengua y la literatura. ¿Para qué está el poema, la lengua del poema, cuál es su propósito? Este es el punto. No qué es un poema, sino cuál es su posición en el tejido de los discursos sociales, de las justicias, y Sanz en su obra lo despliega porque detecta allí la razón, desde ya de la lengua, pero más aún de la lengua del género: darle al poema la posibilidad de llegar allí donde pueda transformarse en aquello que está llamado a ser, que es el núcleo donde refluye la radicalidad en la vida política.
El sueño no es, de ese modo, la instancia que le define a la realidad un territorio futuro o deseado, una utopía, sino que se trata de la realidad puesta a trabajar en un ambiente, un anillo atmosférico al que llama sueño, que es un régimen de fuerzas hermenéuticas, de disputas, que aquí se llama político; y el cuerpo es un elemento, incluso una categoría, pero no se homologa a lo corpóreo ni lo totaliza porque lo corpóreo es una sustancia que trabaja en el nudo de la materia. El poema aquí está hecho de esos materiales y es así porque se trata de moléculas que cuando se combinan no sólo generan el poema, sino que le definen la condición ambiental donde va a desplegar la forma en que hace impactar todo aquello que absorbe y que podemos llamar realidad. Son dos fuerzas, el sueño y lo corpóreo, que pueden en el mismo movimiento organizar el poema, darle su mecanismo de transformación y funcionar como vectores desplegados en saberes domésticos, del cuerpo, del lenguaje, esto es, una fisiología de materiales simbólicos atravesados por una ética política, que es la dimensión en que se construye esta poética.
Esto inserta los textos de Marta Sanz en una tradición que se registra en la poesía española, pero también en la poesía latinoamericana. El sueño de los saberes domésticos y del cuerpo llevados a una dimensión política para hacer que el poema se mueva en ese terreno en el cual, en definitiva, está llamado a actuar. En esa fuerza el poema se expande, transforma la voz del sujeto en un colectivo y puede decir entonces nosotras también tenemos derecho a la vida y recorrer ese terreno desde las perras que mienten y las que llevan bozal a las tejedoras tristes, las mujeres mimadas o las lolitas caprichosas. Es una disputa por los derechos, los bienes y la lengua, por los modos de intervención en ese campo que podemos llamar social y que Sanz exploró además como novelista, que interpela los usos y las formas económicas, el régimen de sujeción, y aquí lo hace en la poesía, que puede tomar la sintaxis de la prosa sin abandonar la forma en que el poema abastece en su territorio el sentido que reclama, el modo en que aquí el sujeto se contrae y se expande para ser siempre, al mismo tiempo, el sujeto del poema y el poema de los otros.
Ese movimiento nunca separa al poema de su dimensión política y trabaja esa dimensión en cualquiera de sus formas. Lo hace cuando explora las usos y sentidos del cuerpo, la enfermedad, la muerte, el deseo, el trabajo, la violencia del capital, las formas domésticas, las huelgas y también la literatura, porque ingresan clásicos, contemporáneos, fábulas y textos como el de sor Juana para ponerlos a trabajar en su espacio. El poema tiene esa dinámica y por eso una de sus figuras es captar los sonidos, sus sentidos, funcionar como un campo de recepción e intervención. Una caracola, dice un poema, donde se filtran los sonidos del mar, una oreja que es un receptáculo. Allí podemos leer Corpórea en su decurso, en sus variaciones que parecen siempre variaciones de una constante donde el poema absorbe cosas, palabras, sentidos, todo lo que está en el ambiente del sujeto, que es social, los pone en su campo y los devuelve como intervención, reflexión o proclama, como aquello que permite, y lo dice el texto que abre La vida secreta de los gatos (2020), no estar a merced. Disputar, dirimir el derecho de las vidas a la vida, y hacerlo con sus saberes domésticos, sus ciencias y sus lenguas. De eso, parece, se trata la dimensión del poema en Marta Sanz.
6 de septiembre, 2023
Corpórea. Poesía 2010-2022
Marta Sanz
La Bella Varsovia, 2022
424 págs.