A veces traducido como “cuaderno de ideas” o “cuaderno de notas”, un commonplace book es el formato literario en el que, desde mediados del siglo XVII, los hombres con ideas hacen un registro rápido de esas ideas. A veces como apuntes, bocetos o intuiciones, tales ideas pueden surgir de fuentes tan inasibles como un sueño o tan lúcidas como una lectura, pero en ningún caso se transforman sobre la página que las registra en más que una sucesión de “subrayados mentales”. Al parecer, Howard Philips Lovecraft conocía la tradición de los commonplace book. Y como un gesto en favor de sus deliberados anacronismos y una solución más para su, a veces, incontrolable hipergrafía, escribió el suyo. Esto ocurrió entre 1919 y 1934, año en que se lo regaló, “en gratitud” por sus servicios de mecanógrafo, a su joven amigo y futuro albacea literario, Robert Hayward Barlow.
Para ubicar a Lovecraft en el contexto de este Cuaderno de ideas es útil tener en cuenta que lo escribió precisamente entre los 29 y los 44 años, lo cual representa la fracción clave de la vida intelectual de un hombre que murió, poco menos que de repente, a los 46. En términos narrativos, podría decirse que el commonplace book de Lovecraft abarca el tiempo a través del cual escribió relatos como “Al otro lado de la barrera del sueño”, con el cual afianzó su primera etapa como narrador de terror, y concluye en relatos definitivamente lovecraftianos como “La sombra de otro tiempo”. Durante esos quince años de fervor creativo, por lo tanto, el narrador detrás de estas “ideas” o “notas” imaginó, escribió y en ocasiones logró publicar en revistas pulp piezas tan extraordinarias como “La llamada de Cthulhu”, “El color que cayó del cielo”, “En las montañas de la locura” o “La sombra sobre Innsmouth”, por nombrar apenas cuatro de los más inevitables ejemplos de la forma y el sentido del horror cósmico.
Quizás ahora resulte necesario señalar que le interese a uno o no, le guste a uno o no e, incluso, aunque uno sea capaz de entender o no lo que el horror cósmico significa, respecto al hecho de haber creado un nuevo género literario en pleno siglo XX, Michel Houellebecq ha dicho que lo que el autor de este Cuaderno de notas logró es tan excepcional y difícil como crear una religión. Y, aun así, el ignorado y excéntrico Lovecraft, el mismo cuya obra volvió a la vida mucho después de su propia muerte, lo hizo desde un anónimo escritorio de anacoreta literario en Providence, en la Costa Este de los Estados Unidos, mientras su existencia material caía en la pendiente de la más estricta miseria y un cáncer intestinal empezaba a consumirlo.
Tal vez fuera por aquel temple de anacoreta que episodios como la primera vez que uno de sus cuentos apareció entre las tapas duras de una oscura antología de relatos de terror en 1927 no se mencionan en el Cuaderno de notas. Ni tampoco su matrimonio fallido con Sonia Greene o el tiempo de prueba mental y física que pasó junto a ella “tragado por los muladares de mestizos de Brooklyn”, como le contó a uno de sus muchos amigos, James F. Morton. Todo eso (y mucho más) pertenece al célebre epistolario de Lovecraft. En este commonplace book, en cambio, abundan únicamente los apuntes con sugerencias para un tema o una trama, otras veces alusiones a sueños a partir de los cuales, quizás, pudiera examinarse algún proyecto y, en el mejor caso, un rápido destello en el que todo esto junto se cruza para lo que, a la distancia, algunos especialistas podrían intentar decodificar como una críptica viñeta inconsciente de interés autobiográfico. Por ejemplo, cuando uno se encuentra con algo así: “Un chico criado en un ambiente de gran misterio. Cree que su padre está muerto. De buenas a primeras le dicen que su padre está a punto de regresar. Unos preparativos sospechosos. Las consecuencias”.
Para ser sinceros, este Cuaderno de ideas no tiene demasiado que añadir al robusto cuerpo bibliográfico lovecraftiano. Antes que una rareza, es más bien el tipo de libro que es publicado porque Lovecraft, a su pesar y al mismo tiempo para su beneficio (y el de la literatura), sigue vigente entre todos nosotros. Y, al margen, el hecho de que su entrada en Wikipedia, incluso en español, sea una de las más completas para un escritor, es un indicio significativo del tipo de tenor de esta vigencia. Aclarada la cuestión, este Cuaderno de ideas es, también, una gema. ¿Por qué? Porque en apenas una página y media puede leerse, por ejemplo, la idea inicial de “La llamada de Cthulhu”, de la cual quedaría solamente la premisa de ciertos sueños “más antiguos que el inquietante Egipto” y la mención de un “bajorrelieve”, objeto fundamental para “En las montañas de la locura”, otro relato donde la mitología teratológica de Lovecraft se expande mucho más. Ahora bien, ¿sirve un Cuaderno de ideas como este para que algún escritor en ciernes asimile la diferencia entre una mera nota para un cuento y un verdadero relato? Frente a esto, nada mejor que lo que el propio Lovecraft escribió al final de su primer bosquejo de “La llamada de Cthulhu”: “Añadir un buen desarrollo y describir la naturaleza del bajorrelieve”.
Como en toda gema, sin embargo, el pulido y el tallado, a veces, resultan incompletos. En tal caso, si el libro contara con algún orfebre amable, alguien dispuesto a conectar los puntos dispersos, la experiencia al leerlo sería más fructífera. O, dicho de otra manera: “La llamada de Cthulhu” es, en parte, eso que se cuenta en la página 20. Pero, a lo largo del libro, también emergen pistas dispersas (“una reunión secreta y repugnante en una antigua avenida por la noche”), alusiones fugaces (“debido a un extraño proceso, un individuo retrocede en la cadena evolutiva hasta transformarse en anfibio”) y referencias sutiles (“la migración de los lemmings. Antártida”) cuya transfiguración en otros muy distintos relatos queda en silencio. Por su lado, los cazadores de incorrecciones políticas anacrónicas van a padecer algunos dilemas morales ante sus propios reparos con Lovecraft cuando se crucen con notas como la que habla acerca de “un mulato instruido que busca apropiarse de la personalidad de un hombre blanco y poseer su cuerpo” o la que dice “un anciano negro, hechicero vudú, en su cabaña en la ciénaga. Posee a un hombre blanco”. ¿De qué se trata esto? ¿Qué susurraba exactamente la mente volátil de Lovecraft? ¿Es racismo explícito u homosexualidad interracial reprimida? ¿Culpable o inocente?
Para salir de esta cuestión, nada mejor que las múltiples ideas de Lovecraft a lo largo de su Cuaderno de ideas sobre los libros como objetos destructores de mundos. Las referencias son múltiples (“descubrir algo horrible en un libro (tal vez familiar) y no ser capaz de encontrar esa página nunca más”), pero todas confluirán en lo que también los iniciados reconocerán como la gesta imaginaria del Necronomicón y los Manuscritos pnakóticos, dos libros de fantasía que, al mejor estilo borgeano, trazaron su propia existencia literaria más allá del control de Lovecraft e incluso uno, el Necronomicón, se materializó en el mundo real.
25 de diciembre, 2024
Cuaderno de ideas
H. P. Lovecraft
Traducción de Juan Andrés García Román y Carmen Ibáñez Berganza
Periférica, 2023
136 págs.