Cada tanto, en el mercado editorial y en el mundo académico emerge la melancólica figura del autor “injustamente olvidado”, llamado, con frecuencia y sin demasiada originalidad, “el tesoro mejor guardado de nuestra literatura”. En ocasiones, los rescates son saludables y revitalizan la forma de pensar la literatura argentina. Fueron los casos, en las últimas décadas, de Aurora Venturini o Carlos Catania. Y también el de Diego Angelino, primero con la publicación en un solo volumen de sus novelas Al país de las guerras y Sobre la tierra (2019) y ahora con la de sus Cuentos completos.
La primera mitad de estos Cuentos completos está ambientada en Campo del Banco, la “zona” de las narraciones tempranas de Angelino. Se trata de un espacio rural que nada tiene de pintoresquismo regionalista. La presencia de pequeños clanes familiares, los narradores que oscilan entre la omnisciencia y los rumores de pueblo chico remiten menos a Juan José Saer que a William Faulkner. Faulkneriano es, también, el trabajo con grandes extensiones de tiempo, el conflicto latente en los vínculos cotidianos y la forma trágica de encarar la narración; no así, en cambio, la concisión de la prosa del escritor entrerriano, que nada le debe al torrente verbal del norteamericano. La sombra de Borges también está presente en estos relatos. “Viejo Pancho”, con su anciano protagonista dispuesto a olvidarlo todo, entabla un diálogo irónico con “Funes el memorioso”; en “Como un cuento”, la ética del coraje que nunca dejó de fascinar al autor de Ficciones es clave para desencadenar una violencia que, por absurda que sea, no deja de tener sus reglas.
Los relatos de la segunda mitad del volumen exploran otras geografías (la Patagonia, la ciudad de Paraná, Chile), otros tiempos (la Guerra del Paraguay) y registros más cercanos al habla coloquial. Son frecuentes las referencias literarias explícitas (Guimarães Rosa, Proust, Dylan Thomas), ausentes en los cuentos de Campo del Banco. También hay referencias históricas más precisas (la discusión entre “laica” y “libre” en “Mi amigo, las islas, el capitán y la muerte”, por ejemplo) e, incluso, un uso extrañado de los recursos del costumbrismo en “Nasif Salem” y “Evelyn Thomas”. Pero por su tono, por su extensión breve, por su prosa trabajada y exigente, el volumen no ofrece la despareja heterogeneidad tan común en las colecciones de cuentos completos: el estilo de Angelino parece haber nacido maduro y, aún con sus cambios, se ha mantenido fiel a sí mismo.
A lo largo de los relatos Angelino aborda diferentes formas de la violencia: la de la guerra (“La otra orilla del río”), la de los accidentes (“Con otro sol”, pariente de “El hombre muerto”, de Horacio Quiroga), el filicidio (“Antes de que amanezca”), el suicidio (“Bajo la luna, sobre la tierra, bajo la noche”). Pero no hay en ellos un regodeo en el golpe bajo o en el tremendismo efectista; menos una apuesta a un incierto “gótico rural”. Hay, sí, una ambigüedad entre las precisas referencias históricas y políticas (la dispar posesión de la tierra, la inmigración, la Guerra del Paraguay) y cierto tono fatalista que atraviesa sus relatos, que los acercan a la temporalidad del mito.
Es posible encontrar algunos parientes lejanos a la prosa exigente de Diego Angelino. Además de Faulkner, puede pensarse en Daniel Moyano, Antonio Di Benedetto, Sherwood Anderson, Juan Rulfo, escritores que supieron conjugar el imaginario rural y de la pequeña ciudad de provincia con la renovación formal propia del modernismo. Todos ellos, también, autores que presentan personajes atravesados por conflictos de raíz colectiva. Por ello, hasta los pocos relatos escritos en primera persona están marcados por la respiración de un nosotros comunitario que parece filtrarlo todo.
Poco prolífico, Diego Angelino dio a conocer apenas cuatro novelas y veinte cuentos en cincuenta años. El trabajo, afirma en un breve esbozo autobiográfico incluido en Al país de las guerras, le impidió volcarse de lleno a la escritura. No hay por qué no creerle, claro. Pero la calidad de su escueta producción narrativa refuta el mandato que llamaba primero a publicar para recién después escribir.
19 de febrero, 2025
Cuentos completos
Diego Angelino
Prólogo de Martín Kohan
Eterna Cadencia, 2025
160 págs.