Si le creemos a lo que dicen sus propios textos, Manuel Quaranta es un profuso diarista. Tres años después de su Diario de Islandia da a conocer Diario del archivo, centrado en su investigación en la galería Ruth Benzacar. En ambos, se alude a la existencia de otros diarios paralelos: el “diario de la destrucción”, que tuvo como objeto los años de la debacle macrista y un diario que Quaranta está escribiendo desde su llegada a Buenos Aires en 2022.
Entre los diarios publicados se observan algunas continuidades: la perspectiva exterior del recién llegado, la experimentación con el género y sus límites la formulación de un personaje del yo que, por suerte, no cae en el exhibicionismo de la propia intimidad.
También son claras las diferencias entre ambos diarios. Más allá de los distintos objetos de escritura (la mirada extranjera sobre Islandia y Noruega en el primero; la labor como archivista amateur en el segundo) lo que realmente los distingue es el tono. Diario del archivo tiene un registro más lacónico, kafkiano, donde incluso las digresiones están contenidas. No conocemos los otros diarios de Quaranta, pero lo primero que llama la atención de los dos publicados es su autonomía.
En su primera entrada, el autor enuncia la “regla general” sobre la cual se construirá este diario: se trata de una escritura ceñida a su objeto de investigación, el arte porteño de los años 90. Para ello, indagará en los archivos (en las cajas, para ser más precisos) de la galería Ruth Benzacar. Pero, como suele ocurrir, la regla funciona como límite pero también como desvío. Se hablará, claro, de la escena artística de la época y de algunos de sus principales exponentes, pero también nos topamos frente a un yo borroso que, en su neurosis, tiene mucho de personaje de comedia. Al mismo tiempo, son frecuentes los momentos autorreflexivos sobre la propia naturaleza del diario, rasgo también presente en el Diario de Islandia y, en general, en los diarios de escritores.
El diario y el archivo: dos formas diferentes pero no enfrentadas de organizar la temporalidad y la experiencia. Sobre esta tensión se estructurará el texto. Diario y archivo dan cuenta de la percepción fragmentaria del tiempo y del anhelo de ordenar y encontrar sentidos que serán siempre más o menos arbitrarios. De este modo, la labor del diarista y la del archivista se confunden en la constancia y en la autodisciplina. Pero no sólo eso: la escritura del presente del diario hace que se le otorgue al archivo una vitalidad perdida en el pasado: “mi acción evita que el archivo se convierta en un cementerio”.
A lo largo de las páginas, se subraya la tensión entre el diarista y el investigador. Pese a las preferencias por la figura del primero, la escritura del diario permite una percepción aguda, imposible si no existiera esa escritura pormenorizada. Así, Diario del archivo presenta menos el escenario para un yo espectacular que el work in progress de un posible futuro ensayo. Al fin y al cabo, el ensayo es pariente cercano del diario, en tanto ambos son espacios privilegiados de experimentación del saber y de la propia subjetividad, cuyos puntos de partida son la ausencia de certezas. Por eso, no sorprende que el texto de Quaranta no evite reflexiones sobre cómo conceptualizar: “Es una bella palabra contrabando. Frente a la prohibición, hacer pasar una cosa por otra, mediante alguna clase de trampa, mediante alguna prohibición”; “Clima es una palabra perfecta para describir lo que producen sus obras”. Así, el diario funciona como un laboratorio conceptual, como un espacio en el que se presenta el material en bruto de futuros ensayos.
Todo límite implica su posible transgresión, sobre todo si quien lo traza es uno mismo. Si el diario del archivo inicialmente iba a centrase en el arte de los noventa, la apertura de cajas despertará recuerdos autobiográficos que, por supuesto, se transformarán en material del propio diario. Recuerdos que desplazarán el objeto inicial, como sucede con la apertura de la caja Mariana Telleria, que lo lleva a su pasado rosarino: “Sinceramente nada del material me conmueve porque estoy conmovido por la marea de recuerdos”.
Diarios, archivos, recuerdos. La escritura de Quaranta pone en escena diferentes formas de vivenciar el tiempo. Diario del archivo nos ofrece versiones fragmentadas, ajenas a cualquier pretensión de totalidad, no sólo del arte argentino sino, también, del presente y de la subjetividad del diarista.
11 de octubre, 2023
Diario del archivo
Manuel Quaranta
Mansalva, 2023
72 págs.
Crédito de la imagen: Nazarena Delmasse Lalli.