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Utz

Bruce Chatwin


Pablo De Santis


Hace unos cuantos años visité la feria del libro de Gaiman y me alojaron en una hostería que tenía fama de ser la más antigua de la ciudad. Mientras me mostraba su jardín, habitado por magníficos tulipanes, la dueña del lugar me comentó: –Aquí se alojó una vez Adrián Giménez Hutton, el periodista que murió en aquel terrible accidente de aviación. Escribió un libro muy lindo, La Patagonia de Chatwin. Parece que Chatwin era medio macaneador.

Adrián Giménez Hutton había viajado tras los pasos de Chatwin para ver cuánto había de realidad en aquel clásico de la literatura de viajes: En la Patagonia. Encontró severos desajustes. El mismo Chatwin hubiera aprobado ese veredicto de “macaneador”. Nunca reclamó para sí el rigor de la verdad. A diferencia de Jon Krakauer (Mal de altura, Hacia rutas salvajes), cuya poética exige la fidelidad a los hechos, para Chatwin lo verdadero es un primer borrador, que debe ser corregido y pasado a máquina (nunca llegó a escribir en computadora). Con los años cambió la “no ficción” (donde ese “no” está bastante desteñido) por la ficción pura, como en Utz, su último libro.

El “había una vez” de Chatwin son las cosas. Los objetos despiertan sus ganas de narrar. Cuenta la leyenda que cuando trabajaba en la casa de subastas Sotheby's miraba tan de cerca las pinturas que le tocaba juzgar que acabó por tener problemas en la vista. Empezó a viajar para reponerse de su mal imaginario. El disparador de En la Patagonia es un pedazo de cuero de un supuesto animal prehistórico. En Utz es una colección de porcelanas Meissen.

Utz es menos una historia que la construcción de un personaje. El protagonista, Kaspar Utz, es un coleccionista de porcelanas: figuras humanas, animales, dioses. Le toca ejercer su pasión burguesa en Praga, bajo la vigilancia y alcahuetería del comunismo. Hay un narrador sin nombre, una especie de alter ego de Chatwin, que lo entrevista y que luego, una vez muerto Utz, quiere averiguar el destino de la frágil colección. La lectura es un ejercicio neurótico. Cuando un libro es de “no ficción”, tratamos de comprobar si todo lo que dice es cierto; cuando es de ficción, nos esforzamos en descubrir los vestigios de lo real. Al parecer Chatwin se inspiró en algunos coleccionistas que conoció en Sotheby's para la construcción de su Utz. El personaje nos es familiar, porque todos hemos sido Utz en la infancia, con estampillas o figuritas en lugar de porcelanas.    

Con rápidas pinceladas, Chatwin repasa los vínculos de la porcelana con la alquimia y con la tradición mágica de Praga, cuya estrella es el Golem. A diferencia de aquella criatura de barro, las piezas de porcelana son inmóviles. La colección, sin embargo, tiene vida: gana piezas, pierde piezas, cambia de lugar y de sentido. Para incorporar una nueva figura, Utz atraviesa sigilosamente la frontera como un espía. Solo es fiel a su reino de miniaturas, siempre en peligro de romperse.

Este breve libro es heredero de los grandes textos sobre el decadentismo, como El retrato de Dorian Grey, de Oscar Wilde, o Al revés de Joris-Karl Huysmans: novelas en las que la trama está subordinada al retrato de una sensibilidad. Wilde y Huysmans abordan sus temas con pasión enciclopédica. Abrumadoras colecciones atraviesan sus novelas: piedras, pinturas, libros malditos, perfumes y pecados. En el libro de Chatwin, en cambio, todo está miniaturizado, y la pasión del decadentismo por coleccionarlo todo queda reducida a porcelanas. El pobre Utz tiene poco espacio, el libro tiene pocas páginas y Chatwin, ya enfermo de sida, tiene poco tiempo. Todo es breve, rápido, urgente. La única verdadera colección, nos susurra el libro, son los días que vivimos o hemos de vivir.

Bruce Chatwin nació en Sheffield, Inglaterra, en 1940. Estudió en la Universidad de Edimburgo. Dejó la casa Sotheby's por la arqueología, la arqueología por el periodismo, el periodismo por la ficción. Los viajes inspiraron sus libros En la Patagonia, El virrey de Ouidah, Colina negra, Los trazos de la canción. Su inicio como escritor fue tan contundente que su figura quedaría siempre vinculada a la Patagonia. Murió en Niza en 1989. Werner Herzog filmó Cobra verde (inspirada en El virrey de Ouidah) y el documental Nómade: tras los pasos de Bruce Chatwin. En nuestro idioma fue Mario Muchnik el impulsor de la obra de Chatwin. A comienzos de los años ochenta encargó la traducción de sus libros al escritor Eduardo Goligorsky (1931-2022). La editorial Pinka recupera ahora en una edición lindísima aquella límpida traducción.

18 de junio, 2025

UTZ. Pinka.jpg Utz
Bruce Chatwin
Traducción de Eduardo Goligorsky
Pinka, 2025
125 págs.


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