Existe una vastísima tradición de autores/as que ha hecho de las obsesiones la materia narrativa de su obra. Insistentes, reaparecen aquí y allá, cobrando las más diversas formas: atmósferas, personificaciones, escenarios, motivos. El talento, uno imagina, reside en la capacidad de apropiarse de estas obsesiones para postularlas estéticamente; para hacer de ellas una potencia estética incapaz de agotarse.
Reedición ampliada del libro de cuentos Antes del encuentro feroz (Alción, 2016), Diecinueve garras y un pájaro oscuro, de Agustina Bazterrica (Bs. As., 1974), despliega una serie de obsesiones truculentas (la muerte, el cuerpo, el abuso, la neurosis) con la distancia, no obstante, del entretenimiento. Si en Cadáver exquisito (novela con la que ganó el Premio Clarín de 2017) llevaba hasta el límite de la literalidad algunos de estos traumas, lo que le abría un espacio minúsculo al humor, estos cuentos, por el contrario, se pergeñan con una risa entre dientes. No se trata, de todas formas, de que las situaciones que atraviesan los personajes sean menores o cotidianas; la mayoría experimenta algún tipo de límite fatal. Un puñado de ejemplos tal vez sirva como pantallazo general.
La narradora de "Las cajas de Unamuno", hastiada de la intrascendencia de su rutina, desea entregarse a la dedicada y escrupulosa manía de un psicópata, el único príncipe azul, el único héroe en su lío existencial; la niña del explosivo "Roberto" encuentra en la metamorfosis de su sexo la venganza ante su profesor abusador; la dentista del logrado "Un sonido liviano, rápido y monstruoso" reflexiona sobre su concepción burguesa de la vida frente al cadáver del vecino, que ha elegido su patio como escenario de suicidio; la niña de "Tierra", en un drama intrafamiliar incomunicable, pretende enterrarse viva junto a su padre muerto. El de "Rosa Bombón" es un caso ilustrativo respecto del tono de Bazterrica. Narrado de modo imperativo, el texto se presenta como los pasos a seguir en el duelo amoroso de una mujer, sofocada tanto por la angustia como por el ambiente kitsch en el que su ex pareja la ha abandonado. Una parodia del manual autoayuda, del uso de recetas para afrontar crisis emocionales. Algo próximo a lo que, uno conjetura, haría Claudia Piñeiro.
Ilustración de Denise Orrego
En Bazterrica, la experiencia (y el sufrimiento) de los personajes resulta un artificio literario antes que psicológico; en cierta medida porque los personajes están subordinados a la trama, como engranajes perfectamente aceitados para el correctísimo funcionamiento del artefacto narrativo; al mismo tiempo, la brevedad de muchos de los relatos ─o el predominio del ingenio de la acción─, impide su desarrollo. Pero si los personajes están sometidos a las necesidades de la trama, ésta, a su vez, responde a una forma mayor, que sobrevuela como el pájaro oscuro que determina todo: las obsesiones autorales. Repetitivas, reincidentes, atraviesan de una u otra manera cada una de las historias. De allí que Bazterrica juegue con formas muy variadas: el relato breve de cuatro párrafos, el instructivo, la narración en segunda persona, y, sin embargo, una misma idea perdure, dejando entrever los hilos que mantienen en pie a los distintos protagonistas. Perdura también, es cierto, la vuelta de tuerca final que, obstinada, trasforma a veces el efecto de desgarramiento en una caricia esperable.
En "Simetría perfecta", un preso prepara, con los cuidados propios de un rito, su última cena, a sabiendas de que otro encarcelado, feroz y letal, lo tiene en la mira. El protagonista es un amante del vino: su color rojo le brinda una "visión nueva de las cosas" y su aroma transforma "el núcleo de los seres"; admira, en definitiva, los distintos mundos que la visión de una copa de vino puede albergar. Sin dudas Bazterrica ha logrado con sumo talento consolidar una cosmovisión propia, con cierto extrañamiento ominoso, con objetos que parecen animados por conciencias neuróticas, con la fascinación por la muerte y la perversión. Pero así como Cortázar e incluso Schweblin (sobre todo en Distancia de rescate y Kentukis) lograron concebir mundos distintos al separarse de tonos y formas familiares, es probable que Bazterrica tenga aún por delante ese corte. No es tarea fácil. Será cuestión de redireccionar o transfigurar el pájaro oscuro para que su vuelo no pierda potencia. De apropiarse de él. Como escribió Peter Gabriel en Growing up sobre el miedo: tenerlo, sí, para que él no me tenga.
27 de enero, 2021
Diecinueve garras y un pájaro oscuro
Agustina Bazterrica
Alfaguara, 2020
192 págs.