Se llama nisei a la segunda generación de inmigrantes japoneses.
Hisaye Yamamoto, la autora del libro de cuentos Diecisiete sílabas, es nisei. Nació en California en 1921, murió en Los Ángeles en 2011. Le tocaron en suerte los años más turbulentos de la historia norteamericana, como la Gran Depresión, pero también cambios que impactaron de un modo más personal sobre la comunidad japonesa que vivía en Estados Unidos, como el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Su propia historia aparece veladamente, y no tanto, en sus cuentos. La ficción muchas veces es el más eficaz de los disfraces para decir la verdad. Martín Felipe Castagnet, traductor y autor del prólogo, recoge las palabras de Yamamoto: “Están basados en mí y en mis amigos, y en todo lo que he visto, así que supongo que hay bastante mío en ellos, pero no quisiera pensar que soy los cuentos”.
“Zapatos de taco alto”, el cuento que abre este libro, lleva por subtítulo Un relato autobiográfico. En sus páginas, una llamada equivocada pone en funcionamiento el delicado mecanismo de la memoria de una mujer solitaria. Después de colgar el auricular, mientras aspira el aroma de las flores que le dejó su vecina, esa señal hermosa de la llegada de la primavera, su cabeza se enreda en recuerdos más secretos y devastadores. Son historias ajenas y también propias de abuso. En una ocasión en que su vecina salió a trabajar temprano, antes de que amaneciera, a mitad de trayecto entre la parada del tranvía y el cementerio fue abordada por un hombre que la obligó a elegir entre darle un beso o ser violada. Ella misma vivió una experiencia que no se atreve a contar. “No era algo tan sencillo como una violación, y lo que necesitaba entonces era quedarme sola, lejos de todos, y pensar un poco las cosas”. Un recuerdo arrastra otro recuerdo, y de repente son muchos los abusos de los que no supo defenderse, como la violencia que sintió por teléfono.
Tony, así se presentó el hombre al otro lado de la línea, pareciera representar para ella todos los hombres de su vida, sin matices ni accidentes.
La tentación es pensar que ese será el tono de todo el libro, un posicionamiento en consonancia con los tiempos globales que corren.
No sería correcto. El verdadero centro de gravedad que proponen los cuentos de Hisaye Yamamoto tiene otra singularidad, atravesada por el traslado a campos de concentración de los inmigrantes japoneses en Estados Unidos en tiempos de guerra. En el cuento “Las Vegas Charly”, una familia aterrorizada quema todas las revistas y discos japoneses, entierra el uniforme de judo. También entrega a las autoridades su cámara Kodak, para que no crean que les interesa fotografiar instalaciones militares norteamericanas y transmitirlas secretamente a Japón.
Asoman también el desafío y la tragedia de los comienzos, con los nuevos vínculos a los que obliga la vida con otras comunidades culturales, con las que cuesta convivir y aceptar. Así, “La casa marrón” cuenta la historia del señor Hattori y su adicción al juego. Cuando parecía que conseguiría retirarse y no volver más a esa quinta de espárragos que funciona como una fachada para una casa de apuestas clandestinas manejada por una familia china, sueña con una serpiente blanca y gorda que se desenrosca y se desliza por el suelo. Un presagio de buena suerte que no puede desoír. Hay una redada en la nueva aventura por la casa de apuestas. Su esposa, que lo espera en el auto, esconde a un chino de la policía. A él no le gusta eso, se lo reprocha en el camino de regreso a casa.
Un kurombo, le dice, fingiendo un escalofrío. Kurombo es un término racista en japonés. Cuando estabas adentro de la casa, no tenías inconveniente con eso, le contesta ella. Adentro es diferente, dice él.
Este tipo de prejuicios se repiten con pequeñas variantes. En “El terremoto de Yoneko”, todos sienten la necesidad de enfatizar lo buen jornalero que es Marpo, porque “es un hecho irrefutable entre los japoneses en general que los filipinos en general eran unos vagos”. Pero hay una explicación para la diligencia de Marpo, que es filipino. Marpo se crío en Hawái, “donde se sabe que la influencia de los japoneses es fuerte”.
Algo parecido pasa en “El colectivo a Wilshire”. Dos veces por semana Esther Kuroiwa se toma el colectivo amarillo para visitar a su marido, internado en uno de los hospitales de veteranos. En una ocasión, un borracho dedica su viaje a maltratar a una china. “¿Por qué no te volvés a China, a estar en ojotas en plantaciones de arroz?”, le dice. Esther se pregunta si ella está incluida en esa caracterización. Decide que ella es japonesa, no china, y por lo tanto, inmune. Cuando toma conciencia y se avergüenza de pensar así, le sonríe de manera cómplice a la otra mujer, pero el gesto de solidaridad es tan pequeño que resulta invisible.
Quizás algo así nos reclama a nosotros el libro entero. Un gesto de comprensión, por pequeño que sea. Hisaye Yamamoto nos cuenta una visión de la historia que no escuchamos antes, retrata un tiempo hostil, sin levantar dedos acusadores ni defensas que operen como un chantaje emocional.
Hay un gesto poético e incluso revolucionario en escuchar la voz de los derrotados, aunque necesitemos buscar mucho. Japón tiene la particularidad de que suele preferir el silencio, lo no dicho, lo ausente. Es cierto que existe una literatura de la bomba atómica, la *g*enbaku bungaku, con autores como Tamiki Hara y Sadako Kurihara, y que también hubo escritores que retrataron Japón después de la rendición, como Sakunosuke Oda. Ese tiempo signado por la escasez y el racionamiento de alimentos, la aparición del mercado negro y de asentamientos precarios, con mendigos durmiendo en las estaciones. Pero pareciera tratarse de excepciones, de momentos milagrosos. La mirada nisei que nos trae Yamamoto es todavía más infrecuente. “Quizás en nuestro silencio les pedimos que nos honren por haber sobrevivido”, dice una dramaturga y amiga de Yamamoto. Por fortuna, Yamamoto prefirió resguardar la memoria y escribió estos cuentos.
5 de septiembre, 2022
Diecisiete sílabas
Hisaye Yamamoto
Traducción de Martín Felipe Castagnet
Cumulus Nimbus, 2021
286 págs.