Einstein en un quilombo propone un doble recorrido, de la historia a la ficción y viceversa. Por un lado, la novela narra pormenorizadamente la famosa visita de Einstein a la Argentina, en 1925; por el otro, el afán de dos detectives (suerte de traducción argentina de Poirot y Hastings) por resolver el enigma de un crimen con culpable ostensible pero víctima incógnita. Capítulo a capítulo, de manera alternada, las dos líneas narrativas se desarrollan hasta unirse, como cabe esperar, hacia el final de la novela, con las infaltables revelaciones del género policial, por un lado, y la partida del célebre físico hacia Montevideo, por el otro.
Desde el principio sorprende la abundancia de documentación desplegada por el narrador. Parece haber consultado toda fuente de época (y no solo) acerca de aquella singular visita, en cuya fuerza simbólica se entrecruzan la ciencia, la política, el espionaje, el sionismo y la literatura. La novela de Magnus es minuciosa en ese sentido y brinda generoso espacio a cada uno de esos aspectos con notable acumulación de datos y ramificaciones que se entrelazan en una suerte de laberinto informativo. Al mismo tiempo, reconstruye una Buenos Aires de hace cien años, que ha cruzado definitivamente la frontera que la separaba del siglo diecinueve y la hace ingresar en el siglo XX con plena conciencia. En ese sentido, la referencia a la publicación de El juguete rabioso, en 1926, con larga justificación de la anacronía, no resulta desatinada. De hecho, la compleja trama de espionaje desarrollada en el capítulo “El gran caso”, que profusamente incluye personajes de la Historia y de la ficción, construye un pequeño universo arltiano inmediatamente anterior al debut novelístico de Arlt, en el que Astier, Maximito Naidath, Ricaldoni y otros personajes protagonizan una intriga vinculada a los servicios secretos de la alemania pre nazi.
Los mejores momentos acaso sean aquellos en los que el afamado físico se enfrenta a las peculiaridades del mundillo porteño y se ve obligado a alternar con conspicuos representantes, como la escritora austríaca Elsa Jerusalem (residente entonces en el país), el empresario Bruno Wasserman, el escritor Leopoldo Lugones y su hijo, el pérfido Polo, quien, la noche de la cena con el autor de Las fuerzas extrañas, lo arrastra a un prostíbulo, punto de contacto entre las tramas histórica y policial de la novela.
Einstein en un quilombo avanza al ritmo de la prosa subordinante de un narrador que no resiste ninguna oportunidad de incorporar datos, señalar coincidencias, hacer chistes, incurrir en anacronías o proponer citas cultas, complacido de su propio ingenio. Bastará un ejemplo:
“Ya en el subte, el que hoy corresponde a la línea A, no por ser el primero de la ciudad o del país o aún del continente sino por el ser primero de todo el mundo de habla hispana, ese mundo que lamentablemente adoptaría luego para el mismo progreso ferroviario la afrancesada denominación de 'metro', tal vez por no poder aceptar la preeminencia lingüística tecnológica de una antigua colonia, no olvidemos que no supieron ni adoptar el progreso lingüístico-agrícola 'papa' por ya tenerlo asignado al máximo exponente del atraso ligüístico-moral; instalados entonces sobre los bancos de madera, que se han conservado tal cual eran hasta hace muy poco, lo mismo que las paredes revestidas y las ventanas en guillotina y las puertas de apertura manual y el tipo de iluminación y el bamboleo de los 'convoys', con la diferencia de que hoy los llamamos 'vagones', y con la diferencia más abarcadora de que todo lo que en aquel entonces era infinitamente moderno ahora resulta infinitamente anticuado, cosa que nos dejaría el consuelo de poder afirmar sin temor a equivocarnos que nadie en toda Iberoamérica podrá tener jamás un subterráneo más atrasado que el nuestro, aunque ahora que renovaron los vagones no nos queda ni eso; bamboleándose en el camino al barrio Once de septiembre, ya en esa época conocido simplemente como Once (la fecha estaría casi un siglo sn trabajo hasta encontrarse un puesto de Copyright y Hymans comentaron cómo la literatura daba malas ideas a la gente, y se preguntaron si no se debería poder acusar de asesinato también a los libros y aún a sus autores”.
Historia, ficción, sospecha y chisme se entrelazan en Einstein en un quilombo, una novela que no teme subordinar la narración al ingenio oportuno o a los requerimientos del género monográfico; pero que también renueva el rango legendario que Albert Einstein ostenta en esta aventura criolla, a cien años de su visita a nuestro país.
6 de agosto, 2025
Einstein en un quilombo
Ariel Magnus
Edhasa, 2025
212 págs.