Compuesto por tres relatos, “El cuerpo de Viviana”, “Camión” y “Bermejo”, el libro de Grimanesa Lazaro aparece atravesado por los espacios del norte argentino y la frontera con Bolivia. Aunque no sólo por eso.
El cuerpo de Viviana reconstruye –o intenta reconstruir– el suicidio de una mujer misteriosa. Camión nos introduce en la saga/repetición de una familia que parece atada a un devenir del que no puede escapar ninguna generación. Y Bermejo relata la historia de dos hermanos que buscan huir hacia nuevos horizontes, cruzando la frontera y apostando a una nueva vida ahí donde empieza Bolivia, con personajes y reglas nuevas, que los ponen a prueba.
Lo trunco, como elemento que se reitera, aparece una y otra vez en los relatos obturando toda posibilidad de final. O, también es posible, otorgándonos eso como escena última: un corte al ras, donde el continuará no aparece en la pantalla sino latente, como un recurso final que le damos de comer a nuestra cabeza.
Los escritos son marcados por dos límites: los geográficos y los de la intimidad, que se atraviesan permanentemente, casi porosos, por donde circulan los cuerpos, aunque estos nunca parecen entender del todo dónde están parados. Las mujeres abandonadas, madres desmemoriadas que emergen sólo como recuerdo, como peso de ese Norte donde la figura de la mujer también es un enigma. Los hijos como testigos de un secreto que siempre queda trunco, silenciado, sin ser dicho del todo.
En el inicio de Bermejo hay un choque y, todavía más importante, hay una máquina que marca algo ¿Será el Taunus el elemento permanente de una generación? Una marca, un auto, una máquina que deja registro de un tiempo vivido, unos fines de los noventa, unos dos mil, unos personajes intentando descifrar cómo darle el brazo a torcer a un destino que sonríe poco y nada. Los camiones son elementos que se venden desmembrados, después de que ocurre lo que tiene que ocurrir, y los jóvenes son cuerpos que se refugian en fronteras con Bolivia (Bermejo), en espacios que tienen tanto en común como en tensión –diferencia– con los lugares de donde se escapan.
Ahí donde no parece haber lugar para ninguna esperanza, más en sintonía con relatos de vidas escuchados que con una literatura de finales felices, la autora da un giro más y muestra ese poner el cuerpo hasta el final de sus personajes. Aun cuando ya no haya ilusión con nada, igualmente son capaces de ver un último video, de abrir una última puerta, en el afán ya no de descubrir ningún secreto o significado que otorgue sentido a algo, sino en la búsqueda misma de ser, de existir, aunque sea un rato más, inclusive afuera de lo relatado, en la imaginación de quien termina de leer y se queda rememorando las imágenes que acaba de captar.
Porque quizás, lo más interesante y único, parece proponer Lázaro, sea lo que no se termina de decir ni descifrar nunca, lo que queda siempre fuera del relato.
16 de abril 2025
El cuerpo de Viviana
Grimanesa Lazaro
Blatt & Ríos, 2024
152 págs.