Hace tiempo que parte del campo de la literatura infantil y juvenil en Argentina se diagrama como un universo ingenioso, placentero, productivo. Refractario a cualquier tipo de condescendencia o de idealización ingenua de las infancias (de las infancias lectoras), profusamente heterogéneo y henchido de una densa, valiosísima, materia literaria. Nicolás Schuff (Campana, 1973), uno de sus exponentes más interesantes, orbita nuevamente por este espacio con su último libro, El desvío, ilustrado por Powerpaola y editado por Palabras amarillas.
Como una suerte de continuación de Las interrupciones, libro cuyo centro gravitaba alrededor de la figura del escritor y su incapacidad para concluir su obra (debido, justamente, a las interrupciones más variadas), Schuff parte ahora de una formula (“¿Y esa historia...?”) con la que inicia los distintos apartados y que, como pensamientos intrusivos, proponen el mentado desvío. Citemos, a modo de ejemplo, el primer capítulo, titulado –con tino– “Coordenadas”: “¿Y esa historia del escritor al que no le convencía el rumbo de su novela así que tomaba un desvío y después otro y otro, hasta darse cuenta de que estaba muy solo en un lugar desconocido y no sabía cómo volver?”. Citemos otro, simplemente, por disfrute: “¿Y esa historia de la escritora que avanzaba conteniendo el aliento, haciendo equilibro a lo largo de un verso tensado sobre el vacío?”. Nuevas y nuevas historias acuden, como puntazos prometedores pero que funcionan, en principio, como desvío respecto de una supuesta trama original, recta en su desarrollo y personajes, y que un escritor, se entiende, no puede escribir.
Claro que este desvío (una de las formas que cobra la interrupción) resulta, sin embargo, enriquecedor, puramente literario, puesto que lejos de aniquilar la escritura, permite en verdad que, a su manera, avance. Y que algunas historias y personajes comiencen, aunque sea a cuentagotas, en el fragor del desvío, a conectarse y a enriquecerse. A mitad del libro, reaparece el texto “Coordenadas”, aunque, ahora, engordado: “¿Y esa historia del escritor al que no le convencía el rumbo de su novela así que tomaba un desvío y después otro y otro, hasta darse cuenta de que estaba muy solo en un lugar desconocido y no sabía cómo volver, [Aquí se observa el agregado] y entonces seguía desviándose, y con el tiempo aprendía a comunicarse con los animales, las plantas, las piedras, el viento y el agua?”.
Escritores y escritoras que se aburren, o son abducidos por extraterrestres, o le temen a sus personajes incompletos, o abandonan el teclado de la computadora por un lápiz demasiado delgado. Las incapacidades o impotencias –atributos centrales de estos personajes– se revelan como materia oscura, a primera vista improductiva y desechable; sus efectos, sin embargo, son los que descubren al protagonista incuestionable del libro: el inagotable motor de la literatura (sin discriminación de edades ni géneros), que se piensa y se expande ante nuestros ojos como un universo que no deja de crecer, rebosante de viva escritura.
4 de enero, 2023
El desvío
Nicolás Schuff
Ilustraciones de Powerpaola
Palabras amarillas, 2022
68 págs.