Así como la lógica permite que un elemento contrapuesto con otro de su misma naturaleza y características, y operado de determinada manera, pueda generar una inversión de sentido, en "El Hogar", la cuarta novela de José Henrique, lo que pareciera primar, a diferencia de su título, es la intemperie, la permanencia como forma de exilio y la renuncia a la identidad y la exposición como medios de invisibilización.
Invierno de 1978, Buenos Aires, mundial de fútbol, dictadura. Julián encuentra su casa destruida como consecuencia de la persecución que sufre y decide escapar sin destino. No tener donde ir hace de un no lugar, el lugar. Buscando escapar más allá de la huida se desprende de cualquier elemento que acredite su identidad, para poder ser, así, alguien reducido al anonimato, a la invisibilidad; por lo que opta por una forma de exilio que le exime del cruce de cualquier frontera: permanecer en el territorio, pero oculto en la marginalidad, en la condición espectral de lo que la sociedad se resiste a ver. Estar a la vista de todos para que nadie nos vea, pareciera ser la clave del ocultamiento. En la calle conocerá a Pedro, un mendigo, que será de alguna forma su guía y maestro en el nuevo territorio en el que se aventura: la indigencia.
El despojamiento produce en el protagonista un desanclaje que no le permite reconocerse en ningún otro. Se trata de una forma aumentada de exterioridad que le otorga una visión de los sucesos con mayor lucidez. Es un extranjero autóctono, un exiliado presente. Desde este particular punto de observación, los sucesos serán registrados por el protagonista en sus anotaciones. El autor intercala, a lo largo de la novela, fragmentos de este diario con la voz de un narrador en tercera persona, construyendo un relato a dos voces, generando un juego de distancia y aproximación, como una lente que hace foco en determinados puntos.
La experiencia marginal llega a su fin de una manera traumática, dejándole una marca que lo singulariza y dando comienzo, así, a la segunda parte. En este punto la novela cambia a un registro más próximo al policial. La acción se traslada a la ciudad de Necochea entre los años 1979 y 1980, cuando Julián ingresa al asilo Hogar Raimondi, pasando de ocultarse en la marginalidad a hacerlo en la vejez. Su experiencia extrema parece haberlo provisto del deterioramiento necesario para ser un joven viejo. Entre los internos del asilo conocerá a Montero, el narrador, que de esta forma tomará cuerpo, nombre y participación en las acciones, siendo el testigo que dará cuenta de los acontecimientos y de la existencia de Julián.
Los elementos del género policial se reúnen alrededor del brutal asesinato de una mujer en un prostíbulo, un marinero yugoslavo, un barco fantasma, un sargento y su hombre de confianza, los internos del hogar, un abuelo dealer, los túneles en el subsuelo del asilo, el puerto, un puente, una tormenta y la dictadura como un telón plomizo y omnipresente en el escenario por donde Julián y Montero transitarán buscando esclarecer el crimen.
El autor recurre a lo largo de la novela a intercalar imágenes, recortes y tapas de diarios de la época que producen un anclaje en cierto registro histórico. De esta manera, lo ficcional y lo real se suceden en el desarrollo de la novela como elementos de una misma naturaleza y características similares, aumentando y direccionando sus sentidos. Henrique parece tender un puente entre esas dos orillas que son la ficción y realidad y colocar allí al lector mientras se alza una tormenta que arrasa con todo, pero dándonos el tiempo suficiente de poder elegir en que costa guarecernos.
13 de agosto, 2020
El Hogar
José Henrique
Final abierto, 2020
164 págs.