Mucho ha sido el renombre de esta genial escritora, perdido inexplicablemente con el paso del tiempo. Jean Garrigue (1914-1972) fue una consagrada poeta, novelista y crítica literaria estadounidense. Su invisibilidad ha sido, en palabras de Alfred Kazin, "uno de los misterios literarios más importantes del siglo XX".
Con una prosa detallada y consciente, donde cada una de las específicas e intensas palabras cobra importancia, se erige en plenitud el momento narrativo. Las comparaciones certeras potencian todos los elementos característicos propios de la fábula, y el ritmo de la prosa crea, como en un conjuro musical, la armonía del relato. Lo sensual del sentido aparece en los lugares menos esperados, por momentos emergiendo con claridad y en otros disolviéndose como un pase de magia. No poca responsabilidad posee al respecto la cristalina traducción de Ariel Dilon.
La obra es protagonizada por animales cuyas acciones, sentimientos e intenciones están humanizados. Magistral es la elección de una fuerte figura matriarcal encarnada en una osa, en la que confluyen y se articulan todos los afectos simbólicos de una variedad de animales residentes en su hotel. La osa representa para ellos la justificación que los unifica y les permite permanecer ligados de alguna manera: es el sujeto que se vuelve objeto, es su osa, la que hace que la narración misma se articule en un nosotros, todos los que no somos ella. La obra nos muestra esa forma del enamoramiento más allá de las cosas, la visión idealizada que permite priorizar lo que hay de prodigioso por sobre lo que se sospecha oscuro o misterioso.
Ilustración de Matías Tejeda
Haciendo gala de un gran poder de condensación del lenguaje, Garrigue nos brinda un texto que aunque breve es de lectura lenta y disfrutable, donde todo lenguaje significa y donde nada parece azaroso. Apreciamos entonces el rol de la imaginación de los personajes, de las historias que se completan y que el propio lector acompaña en un juego de suposiciones amparado por el cálido ritmo del bosque. El poder de la palabra, del cuento, del relato, organiza ese nosotros y le confiere un sentido que los trasciende. La osa es una condensación en sí misma, una persona que no crece, sino que adviene y que a veces hasta parece estar fuera del mundo.
El hotel en el que los animales conviven es un lugar donde todo se subvierte, donde lo que uno fue y lo que uno es deja de ser lo mismo al momento de ser admitido. La narrativa misma queda fuera del tiempo, en el instante épico en que el uso de las comas convierten mágicamente al texto lineal en una ensoñación dentro del relato. El texto se disuelve y se eleva para sumergir al lector en el plano de lo onírico, apoyada esta dinámica por descripciones especiales, desconexas pero altivas. Asimismo, con saltos en la continuidad, gran parte de la obra se articula en base a lo que no se dice, a las cosas omitidas o que se pierden en el recuerdo, siendo uno de los temas la capacidad o incapacidad del olvido.
En un comienzo, los diferentes personajes aparecen tipificados con las argucias propias de nuestra especie, muchas veces coincidentes con las que se les adjudican en las fábulas tradicionales. Sin embargo, cuando hace irrupción el ser humano en boca de la osa, que narra todas las dolorosas realidades a las que hemos sometido a las demás especies, lo sentimos en carne propia. Cada una de las humillaciones, de las vejaciones infligidas por el afán de lucro se tornan un grito poético que declama la brutalidad de nosotros, las bestias; una épica de la libertad. Los animales están seguros en su hotel, que dentro del bosque es su guarida, pero esa seguridad a la que están acostumbrados no es reflejo del mundo externo, que tanto en hechos como en recuerdos irrumpe para perturbar esa cándida paz. ¿Estarán todavía a salvo ─podríamos preguntarnos al día de hoy─ esos animales en su terreno, frente a la expansión de la humanidad? ¿Es el humano ahora un ser mejor, más íntegro y preparado para respetar en el encuentro a estas especies que también sienten? Estas son algunas de las cuestiones que esta obra invita a reflexionar; pero también la capacidad de amar, la unión entre los seres, incluso aquéllos que no son semejantes... quizás a la espera de que nuestra especie sea digna de entrar, por fin, en el hotel de los animales.
3 de marzo, 2021
El hotel de los animales
Jean Garrigue
Traducción de Ariel Dilon
La Bestia Equilátera, 2020
144 págs.