Precursor del weird, singular curador en la materia del cuento extraño –y extraño, en gran medida, al público castellano– el inglés Robert Aickman (1914-1981) se granjeó no pocos halagos de autores encimados en los terruños del fantástico: M. J. Harrison y J. G. Ballard, por caso, dieron fe de los atributos de este hombre cabizbajo que hizo del pasmo y la desorientación lectora un horizonte inclaudicable de escritura. Amante de los géneros de masas y de la alta cultura –sobre todo de la ópera y el ballet– no se privó tampoco de exponer su veta ecologista: como cofundador de la asociación The Inland Waterways luchó por el mantenimiento de los canales ingleses, experiencia que recogió en el libro The river runs uphill.
Conocido en Inglaterra y Estados Unidos por ser, fundamentalmente, autor de ocho volúmenes de relatos, la nouvelle El modelo permaneció inédita hasta 1987, unos seis años después de su muerte. Si de incertidumbre y desorientación se trata, esta ficción tiene por sustento la materia nebulosa de un hechizo, que mina cualquier intento por anclar definitivamente los sucesos narrativos, el espacio, la psicología de los personajes.
Sabemos, sí, que la protagonista es una niña rusa, Elena; que vive en algún lugar de la Rusia zarista y que la composición de su familia –sus padres, hermanos y los empleados de la casa–, sumados a algunos seres mefistofélicos, revisten las características más o menos arquetípicas de los personajes de los cuentos de hadas. La madre enfermiza y el padre endeudado hasta el cuello le exigen a ella –que al comienzo de la fábula es una mera niña– sacrificios que podrían horadar su intransferible individualidad, su sagrada inocencia. La corriente vida de la damisela dará un vuelco mágico, fantasioso, al recibir un regalo peculiar: Las corifeas de la pequeña cava, un libro que le contagiará el deseo de convertirse en una bailarina clásica; un libro cuyos efectos de lectura se imbricarán con la experiencia de lo real y supondrán, simultáneamente, el comienzo de un viaje onírico, maravilloso, plagado de personajes folclóricos: osos bonachones, ancianas grises, príncipes exóticos, condesas invisibles y excéntricas, hombres animalizados, perros fantasmas...
Un dejo feminista sobrevuela El modelo. Las desigualdades y la diferencia de oportunidades entre hombres y mujeres –así como la distancia entre el mundo infantil y las convenciones hipócritas del mundo adulto– marcan la vida de Elena; la experiencia fantástica y onírica de su viaje –de las flacas pruebas a las que es sometida, del pasaje a la centrada madurez– trazan el neblinoso camino para transformarse en una mujer responsable que sabe cómo moverse en una sociedad acartonada de rituales vacíos y fórmulas que reducen el ser femenino a una serie de reglas corteses y apagadas.
La económica prosa de Aickman emerge sobre el papel como las imágenes augurales lo hacen sobre el líquido de un caldero de bruja o de mago. Y los personajes y los espacios de la novela, tanto los cerrados como los abiertos, las habitaciones privadas como los caminos descubiertos, brotan, perezosos, de la más densa neblina, bañados de oscuridad, de nieve, de bruma. Los sueños –escribió Aickman en uno de sus relatos– resultan altamente engañosos porque le otorgan a la vida una apariencia real, sólida. Los sueños, como quien dice la literatura, tejida como está, para Aickman, por las hebras evanescentes de la imaginación.
3 de mayo, 2023
El modelo
Robert Aickman
Traducción de Marcelo Cohen
Adriana Hidalgo, 2023
128 págs