En El monólogo mudo. En torno a la obra de Samuel Beckett, Lucas Margarit aborda de manera integral la zona menos frecuentada del autor de Esperando a Godot. No tan didáctico como su Leer a Shakespeare, se trata de un volumen que reúne artículos diversos, casi sin excepción de origen académica: capítulos de su tesis de doctorado, textos para revistas especializadas, reelaboraciones de lecturas en coloquios. El tono de su escritura crítica es sobrio, sin ironías ni polémicas altisonantes.
El libro se encuentra dividido en cuatro partes: en la primera, Margarit aborda al Beckett dramaturgo; en la segunda, al poeta; en la tercera al ensayista; en la última, las traducciones, tanto las que hizo el irlandés con respecto a sus propios textos (del francés al inglés y viceversa), como las que se hicieron de su obra en nuestro país. El último capítulo, en tanto, “De residua a carroña” funciona como una suerte de epílogo, en el que se plantea un posible abordaje político de Beckett. En su obra, afirma el crítico, se presentaría el pasaje de la sociedad industrial a la sociedad residual. No sólo eso: con aires adornianos, Margarit señala que en el solipsismo beckettiano puede encontrarse una forma de resistencia a la lógica de la ganancia capitalista.
A diferencia de Carlos Gamerro con James Joyce, quien hizo dialogar al autor del Ulises con la tradición literaria nacional, Margarit no construye un “Beckett argentino”. Sin ir más lejos, El monólogo mudo es uno de los poquísimos libros de crítica escritos en nuestro país que (casi) no menciona a Borges En cambio, elige como interlocutores a diferentes beckettólogos del mundo. El lector al que parece dirigido el libro es alguien ya interiorizado en la obra del irlandés. Y, aún más: un lector con cierta gimnasia en los protocolos de lectura y legitimación de la crítica académica. Los nombres propios de los autores del Prólogo y del texto de contratapa van a acompañados de las leyendas “Universidad de Manchester” y “Universidad de Almería”, marcas de pertenencia institucional que poco y nada aportan al lector que no frecuenta los pasillos de los departamentos de posgrado.
El monólogo mudo no aborda con detenimiento las novelas de Beckett, posiblemente, junto con Esperando a Godot, la zona más frecuentada del autor irlandés en nuestro país. En cambio se detiene en partes menos frecuentadas de su producción, como la poesía, el ensayo y las obras teatrales más radicales, Breath, Not I o Rockby. Para trabajar en torno al inevitable tópico de la incomunicación, Margarit recurre a una sólida biblioteca filosófica: el Beckett del libro dialoga con Descartes, Berkeley y Blanchot. Sin embargo, dos son los interlocutores privilegiados: Fritz Mauthner y Robert Burton. Del austríaco, Beckett habría tomado para sí la crítica del lenguaje, la conciencia de los límites de las palabras y el pesimismo risueño en torno a las posibilidades de la comunicación humana. De Burton, la melancolía que en el autor de Molloy se transformará en una estética del solipsismo. Ambos confluyen en Beckett menos como actualización filosófica que como disparadores formales en una obra que hace de la fragmentación, la desarticulación sintáctica, la repetición y la inmovilidad su razón de ser. Con esos recursos, el irlandés construyó, en palabras de Margarit, una “poética de la imposibilidad y del abandono”.
En El monólogo mudo están presentes la crítica en perspectiva comparatista y la crítica genética. Endgame es leído a la par de The tempest y se buscan huellas beckettianas en la producciones teatrales de Peter Brook y Harold Pinter. El análisis de manuscritos y reescrituras, en tanto, le permite a Margarit postular el carácter inestable del texto beckettiano, enfrentándose a la concepción de texto definitivo propia del mundo editorial. Como en poquísimos casos, los ejercicios de autotraducción de Beckett pondrían en cuestión la idea de texto original o definitivo.
Posiblemente por el origen diverso de sus textos, El Monólogo mudo se vuelve por momentos reiterativo en sus postulados. Una cita clave del Proust (“No hay comunicación porque no hay vehículo de comunicación”), por ejemplo, aparece al menos cuatro veces a. Por otro lado, la profusión de referencias a decenas de beckettólogos puede despertar la sospecha de que se trata de un libro destinado a especialistas más que a lectores interesados en el irlandés. Aún así, el de Margarit es un libro que funciona como una buena introducción a la obra menos conocida de uno de los autores fundamentales del siglo XX.
2 de abril, 2025
El monólogo mudo. En torno a la obra de Samuel Beckett
Lucas Margarit
Atuel, 2024
344 págs.