Imaginamos a la novela como el género de las potencialidades, de las realidades posibles e imposibles, de la comedia humana o la dinámica expansiva del mundo y el lenguaje, pero parece que la poesía rige en la vastedad y al menos en una de sus formas extremas, la desolación. Allí donde la realidad nos priva de todo consuelo, en ese espacio que cada vez que se mueve se condensa y vacía aún más, el texto del venezolano Igor Barreto encuentra su terreno, que en El muro de Mandelshtam es una pura temporalidad política, una forma que ingresa a la realidad y no la representa, sino que la explora, y de ese modo se desplaza entre los tiempos, las voces, los territorios, los muertos, y su movimiento es un salto temporal que nos devuelve transformados al mismo lugar del cual partimos. El tema en este libro es el tiempo, pero en las formas de la pobreza, el crimen y el capital. El tiempo ruinoso en la vida social del capital.
¿De qué se trata entonces este libro que nos presenta la figura de Osip Mandelshtam, el poeta nacido en Varsovia, víctima del stalinismo? En principio, de una reflexión sobre el modo en que la poesía puede explorar algo que aquí se despliega como la desolación de la realidad, abrir las fronteras del sentido, la lengua, la identidad, y colocar todo en emergencia y colisión. Todo lo que conocemos como las formas sedimentarias está puesto en tensión. El muro empieza por allí, por el acontecimiento de alguien que dice Yo y dice que se encontró en un barrio caraqueño, Ojo de Agua, con alguien que dice llamarse Osip Mandelshtam, y entonces avanza atrapado por la ficción. A ese núcleo lo llama nudo, una unidad de ideas e imágenes, y la apertura de ese nudo va a poner en movimiento ese sistema donde la ficción es un recurso y las voces, el teatro, los poetas, los epitafios están allí para dar cuenta de lo que alimenta ese nudo, que es la perpetuidad de la violencia, la guerra social, todo lo que este libro de Barreto, que se publicó por primera vez en 2017, decide explorar.
Un nudo y sus extremos. La ficción aquí es el primer cauce de ese campo de fuerzas que a veces llamamos poesía y que en El muro recorre posibilidades, tiempos, géneros discursivos y funciona como una frecuencia que irradia su potencialidad porque trabaja, como ningún otro discurso, con los sedimentos, y puede entonces absorber la realidad y poner todo en su dimensión política. El texto de Barreto no busca, en ese camino, dar cuenta de una totalidad, sino internarse en esa fragmentariedad y capturar algo del sentido allí donde el sentido parece estar en fuga o disolución. Por eso camina entre ruinas y tiene dos palabras que funcionan en su nudo, violencia y guerra, y en ese nudo donde todo se condensa un poeta trae a otro poeta y ese poeta a otro, al Dante de la Divina Comedia y el infierno. Es el gran teatro del mundo que presenta este texto: una constelación de citas, poetas, voces, migraciones, crímenes, lenguas. El relato de un ghetto que no busca la representación ni la unidad, sino que trata de pensar siempre en tensión ese factor en construcción y demolición constante que presenta como realidad y que nunca deja de operar como el vector decisivo en este teatro de voces, que son voces sociales. Las palabras que leemos en los epígrafes, desde pobreza (Osip Mandelshtam) hasta fuego y miedo (Malcolm Lowry), pasando por basura y poema (A.R.Ammons) hasta llegar a teatro (Ana Blandiana), son para este libro, desde ya, su imaginación y su retórica, pero mucho antes su fuerza gravitacional, aquello que le permite llegar hasta la realidad, absorberla y dar cuenta de ella sin dar cuenta de ella, o mejor, ajustando las cuentas con ella.
Enlazado a esa secuencia, ese factor que dice Yo nos cuenta que viene del encuentro con las antípodas, preocupado por atar poéticamente dos extremos, y presenta un nudo de tres segmentos: Mandelshtam, el guetto y la realidad, pero en verdad se trata de la posición de la poesía como el vector capaz de horadar la realidad, absorberla y narrarla, y al narrarla, hacerla trabajar en su sistema de ruinas, desperdicios, fragmentos, la totalidad imposible. Si la poesía rige en esa vastedad y la ficción es el cauce que facilita ese movimiento, vamos a leer en la temporalidad política, que es el tiempo de El muro, la temporalidad cíclica, que es el tiempo del guetto, el movimiento inmóvil, lo que llama la rueca en el poema “Los verdaderos pobres”. Es un tratado sobre la poesía y la temporalidad política porque explora las formas del presente y trabaja en esa frecuencia donde la ficción es, al mismo tiempo, un recurso y una categoría insuficiente que apenas se formula, se disuelve. Entonces esa desolación, esa privación del consuelo, es una forma cíclica hecha de su propio vacío en los verdaderos pobres, que son los que están asimilados en la rueca ruinosa del tiempo. Pobreza, como violencia y guerra, es la fuerza que anuda el funcionamiento de El muro.
¿Quiénes son los verdaderos pobres o lo que otro poema llama el hombre basura sino los que están inscriptos en esa forma presente que vacía de sentido la temporalidad? No tienen la fuerza del pasado ni la energía del futuro y permanecen en un presente perpetuo. El poema “Hombre basura”, enunciado por un testigo que ve y narra o da testimonio, dice que los hombres del aseo urbano ponían de pie con urgencia a un amigo, imaginado como un bulto, porque el camión de la basura no espera y “la basura/está hecha de un presente que no espera”. Los dos textos muestran que la economía de este libro está hecha de la forma en que la poesía perfora la realidad y produce una temporalidad política que logra pensar ese tiempo vacío, esa perpetuidad que absorbe las vidas y sus sentidos para sacarlas del tiempo y segmentarlas en el tiempo del capital. Es el campo de fuerzas de El muro: los verdaderos pobres y el hombre basura recogido como un bulto en un presente que no espera y que acumula, lo dice el poema, verdaderos muros de bolsas negras de plástico. Hay un régimen de acumulación, pero también de amontonamiento y desperdicio, de vidas desechadas, de violencia, de formas económicas y criminales, de voces, testimonios, apelaciones, crónicas y epitafios. El tiempo del poema y el tiempo del guetto: el gran teatro del mundo en las formas ruinosas del capital.
16 de noviembre, 2022
El muro de Mandelshtam
Igor Barreto
Ninguna orilla, 2022
126 págs.