El aire distópico que se respira en muchas ficciones contemporáneas y en otras tantas realidades actuales, si la distinción tiene alguna relevancia, sugiere que no hay sueño que no sea pesadilla. No se trata ni de lo individual ni tampoco de la compulsión psicoanalítica: si el último sueño colectivo fue la Revolución, el siglo XXI nos depara la atroz certidumbre de que la máquina paranoica capitalista se apoderó incluso hasta de nuestros anhelos. La imposibilidad de distinguir entre el tejido real y el virtual es el correlato de la dificultad de diferenciar el sueño de la vigilia. La realidad es una pesadilla de la que queremos, en vano, despertar.
El país de los sueños de Pablo Farrés y El país de los sueños de Pablo Ferrarese pueden leerse como dos novelas autónomas o como un díptico. Se trata de un insólito ejercicio borgiano de imaginación, en el que el nombre de autor de una novela firma el prólogo de la otra. Aunque de argumentos diferentes, el tema del sueño es común, siendo además un componente de las tramas que engarza una novela en la otra.
En la novela de Farrés, el narrador, Pablo Ferrarese, reproduce el manuscrito de su abuelo, Arturo Ferrarese, miembro de las bandas fascistas, acusado de crímenes sexuales durante la Segunda Guerra, que llega a la Argentina el día del bombardeo a Plaza de Mayo. Esta historia se encuentra con el calvario de Amancay Machuca, niña de belleza hechicera que atrae la lujuria de cuanto hombre la contempla. Machuca, exiliada de su consciencia para soportar los vejámenes, se escapa al Hotel Argentino, donde el mismo Sueño se presenta atraído también por sus encantos, cuya perfección la vuelven una alegoría: la Belleza.
En la novela de Ferrarese, Farrés encuentra un manuscrito que decide dar a la imprenta a pesar de estar incompleto. Es la historia de una Compañía que graba sueños para que sus usuarios puedan verlos al día siguiente. Muy pronto el Archivo General de los Sueños, como la biblioteca borgiana, se vuelve un mundo inmanente, sin salida, en el que los soñadores no saben si están despiertos o dormidos, y en el que las conspiraciones acechan, ya que los sueños bien pueden ser implantes de videos filmados. La imaginación borgiana trabaja como una máquina impersonal, no solo por la Compañía, que no se sabe si existe o no, si alguna vez ha existido, sino también por las interrupciones del manuscrito, sin hablar del soñador soñado. No obstante, la novela también retorna a la alegoría de El fiord de Osvaldo Lamborghini: Marcio Macrón gana las elecciones presidenciales y su imagen omnipresente en las pantallas que invaden las ciudades es la de un (maligno) Dios spinoziano. Pero lo premonitorio de esta obra va más lejos aún (Farrés es sin lugar a dudas nuestro Kafka): pues no se sabe si en realidad Marcio Macrón no es un androide diseñado para que las fuerzas oscuras de las corporaciones gobiernen a través de una marioneta.
Si el lector decide que se trata de un dístico, puede leer en primer lugar cualquiera de las dos novelas. En la de Farrés, predomina la densidad de una historia, la de Amancay Machuca, que concentra todas las metamorfosis y todas las alegorías, entreverando la historia de los totalitarismos europeos y argentino en una misma pesadilla, llena de crueldades y de monstruos. En la de Ferrarese, la fragmentación no es el resultado de un ejercicio de discontinuidad, sino de un cuidadoso procedimiento de alusión y de suspensión: tanto el verosímil de la compañía finlandesa (el extraño exotismo farresiano) como la historia de Rafael Velatus, posible terrorista psíquico, yuxtapone entradas que se imbrican en una perfecta estructura novelesca de resonancias tanto de Dick como de Pynchon.
Pero que los nombres propios de otros escritores no hagan creer que se trata de un nuevo avatar vacío de lo epigonal o la famosa “ubicación en la tradición”. Ya hace una década que Farrés, en su atroz Literatura argentina, canibalizó y deglutió la tradición, y se inventó una poética en la que dos antagónicos, Borges y Lamborghini, sellaron sus bodas contranatura. Farrés pertenece a la estirpe de los escritores que no escriben para nadie, ni siquiera para sí mismo. Leerlo es una invitación al viaje, quizás tenebroso, pero sin lugar a dudas a una aventura que nos devuelve, sin deliberación, a nuestra extraña vigilia.
6 de diciembre, 2023
El país de los sueños
Pablo Farrés
Nudista, 2023
112 págs.
El país de los sueños
Pablo Ferrarese
Nudista, 2023
206 págs.