Esta nueva irrupción de El solicitante descolocado, reedición de la edición aniversario por sus cincuenta años, escenifica una interesante paradoja: la de celebrar un clásico desubicado. Porque este libro, siguiendo el designio de su descolocado protagonista, se caracteriza por no encajar. “Ya cuando apareció no era contemporáneo a nada”, dicen en el prólogo Américo Cristófalo y Hugo Savino, subrayando su carácter insólito. Aquella primera edición de 1957, con el título Al público, introdujo una cuña inimaginable para la poesía de su época, una incomodidad que, por supuesto, la gran mayoría optó por ignorar. Eran épocas en las que primaba el tono elegíaco y en las que el yo lírico era casi una obligación, y este poema, dando un golpe de escena completamente inesperado, resulta que se aventuraba a ensayar una cierta narrativización del género, con diálogos, personajes y situaciones que referían a cuestiones profanas, propias de la vida de cualquiera. Además, rechazaba de manera enfática los mandatos de la época, comenzando por el amaneramiento esteticista encarnado en ese estereotipo pobre de belleza que es lo dicho bellamente (rompe el mito/ de que has nacido antes que nada/ para expresar “lo bello”/ para decirlo ante todo/ “bellamente”). Rechaza además y sobre todo esa absurda pretensión de trascendencia que parecía animar a casi todos los poetas. En su lugar, propone una poesía inmanente: que se posiciona en la realidad y habla de lo que hay, desde lo que hay, siendo parte de esa realidad (que lo que digas/ diga tu existencia/ antes que "tu poesía", dice), lo que equivale a decir que está situada, en el caso de este poema digamos que “con la patas en la fuente”.
Precisamente Las patas en la fuente es el título del primer poema de esta serie y eje a partir del cual se estructura la totalidad. El protagonista y voz cantante es ese complejo y contradictorio personaje que le da título al libro que, como su nombre lo indica, es un deseante voraz que se siente fatalmente desubicado. Plantado en ese lugar que le tocó en suerte, vocifera tratando de procesar lo que le pasa. Como una sombra, lo acompaña el Saboteador Arrepentido, con quien, a la manera de Cruz y Fierro, mantiene un extenso diálogo contrapuntístico.
Cincuenta años después de haberlo configurado, Lamborghini decía seguir dialogando con este singular Solicitante, al que caracterizaba de la siguiente manera: “No es un tipo que la tenga clara; al contrario, habla, dice, pide, se contradice... lanza consignas, ha leído a Marx, a Perón, a Dante, Baudelaire, Discépolo, los poetas gauchescos y todo eso es una mezcla explosiva para él. Su cabeza no da para hacer una síntesis. Habla como puede, a balbuceos, a tartamudeos”. No hay por lo tanto en este poema un desarrollo lineal sino una constelación de motivos siempre abruptamente interrumpidos, que se van encadenando mediante asociaciones imprevistas, digamos que de manera similar a como se encadenan los pensamientos de cualquier persona. En este sentido, es como si el poema pusiera en escena la cabeza del Solicitante, que como la de cualquiera está poblada por infinidad de voces.
La voz cantante entonces es la de su protagonista, pero otras voces, provenientes de diferentes campos (discursividades políticas vinculadas al peronismo, alusiones a la gauchesca y otros guiños literarios, conversaciones escuchadas al pasar en trenes y colectivos, letras de tangos, declaraciones de los fusilados de José León Suárez vía Operación masacre, frases hechas y un larguísimo etcétera), van matizándola (reafirmándola, contradiciéndola, interpelándola) en una polifonía que, sujeta a la cadencia rítmica de un mismo canto, acaba constituyendo lo que en definitiva es su propia voz. Porque, a diferencia de la mayoría de sus contemporáneos, Lamborghini entiende que una voz propia, antes que una expresión original, es una modulación particular, una sintaxis personal de las voces ajenas que la habitan. Esto aplica a sus personajes, empezando por el Solicitante, pero también y sobre todo a él en tanto poeta, que como sabemos logró constituir una voz diferente a la del resto (tanto que quedó completamente descolocado). En este planteo se pone de manifiesto una concepción particular del sujeto, que se define no por lo que esencialmente es sino por lo que le ocurre, por todo eso que, en el discurrir material de su vida, lo atraviesa.
Es en esta perspectiva donde se define la desubicada visión de la poesía de Lamborghini. Por eso para el autor entra en el poema todo eso que en la poesía de esos años no entraba: el conurbano, el colectivo, la fábrica, el futbol, las lecturas, las noticias policiales, el peronismo y la política en general; porque eso, ese cúmulo disperso, es lo que atraviesa la vida de su personaje, el Solicitante, que funciona como una suerte de alambique que destila (variando, reelaborando e incluso desvirtuando) toda esa materia de orígenes diversos en poesía. ¿Cómo no iba a desentonar un planteo semejante con la esencialista poesía de esa época?
Cabe aclara que tanto la polifonía como la reelaboración de materiales ajenos son algo que le “pasa” al Solicitante, algo que en principio ocurre en su cabeza y que luego, desplegándose a través de su voz poética, da lugar a esos procedimientos que identificamos como característicos de la poética de Lamborghini. Procedimientos que no suponen la creación de un artificio escindido de la realidad sino más bien la traducción de una lectura afinada (productiva, diría él) de mecanismos propios de la subjetivación, incluidos los modos en el que el sujeto procesa y traduce la realidad.
En cuanto a las otras tres partes del este poema (“Ese mismo”, “La estatua de la libertad” y “Diez escenas del paciente”), cabe decir que funcionan como complemento del primero, profundizando el retrato del Solicitante, a la vez que proponen planteos diferenciales, sobre todo en relación a la forma. Los tres se estructuran a partir de un uso intensivo de procedimientos, en particular el de la “variación”, que consiste en instaurar una suerte de motivo que va recreándose una y otra vez en un juego de sutiles variaciones. Repetición y variación operan en un mismo movimiento para articular un patrón rítmico y promover la exploración de un contenido que, antes que decir, se postula como un espectro abierto a múltiples significados. Otra vez, una vez más, es la cabeza del Solicitante la que repite variando, tratando de encontrarle el gollete a eso que le pasa.
Con esta reedición de la edición aniversario deberíamos festejar en principio el nacimiento de esa cabeza solicitante que dio origen a una voz poética completamente nueva. Porque en su radical desubicación se signa un modo de concebir la poesía y un modo de ejecutarla, incluida la invención de una serie de procedimientos extraordinarios, que por un lado definen y caracterizan la producción poética de Lamborghini, pero que a la vez (y esto quizás sea lo más importante), rompen con la inercia de un paradigma decadente y abren para la poesía (y no sólo para la poesía sino para la literatura en general) un campo de acción hasta ese momento inexplorado. En este sentido, podemos decir que Leónidas Lamborghini tiene la importancia de un clásico, que se define por la pervivencia de su obra, pero también y sobre todo por su gravitación en la producción de los clásicos venideros.
8 de febrero, 2023
El solicitante descolocado
Leónidas Lamborghini
Paradiso, 2022
160 págs.