Entre los escritores italianos que no requieren de una presentación, junto a Calvino, Montale y Pavese, sin dudas se encuentra Pier Paolo Pasolini (1922 – 1975). Cineasta, poeta civil, polemista comprometido, ateo entre los cristianos y cristiano entre los ateos; homosexual, católico, comunista y con una personalidad tan incómoda que el poder, o los poderes concertados, tuvieron que asesinarlo cuando entendieron que jamás se iba a callar. Dicho en otros términos, reunía en sí mismo al artista y al intelectual, y en todas las actividades que emprendía sabía cómo molestar y poner en jaque la buena conciencia burguesa. O a los burgueses con “buena conciencia”. Su faceta de novelista no es la más conocida o reconocida, como lo es en cambio su carrera como director de cine o como poeta, autor de libros capitales como Le ceneri di Gramsci y Poesie in forma di rosa.
Según Elena Tardonato Faliere: “Se lo consideró polemista, observador irritante, perturbador, provocador, radar pues sentía responsabilidad como intelectual y político de juzgar esa costumbre de vivir cotidianamente. Su obra es una confesión autobiográfica en la que se destaca el capitalismo como un proceso de deshumanización, de destrucción de la tradición. Quiso recuperar el mito y aislado sufrió la soledad de ser distinto en todos los aspectos, urgido por el idealismo civil”.
El sueño de una cosa, su primera novela, escrita con urgencia entre 1948 y 1949, pero publicada recién en 1962, nos conduce al aciago contexto que atraviesa la Italia devastada por el fascismo y la II Guerra, ubicándonos, en particular, en los pueblos rurales del Friuli – Venezia Giulia, la región donde se criara Pasolini. Tres jóvenes vitales y voluntariosos: Nini, Eligio y Mili son los personajes centrales quienes en sus traslados –a Suiza, a la decepcionante Yugoslavia de Tito–, sus búsquedas y sus conversaciones, van delineando la efervescencia de un tiempo de contradicciones y definiciones. Sobre todo, de un presente que quiere excluirlos, expulsarlos: “Ustedes, jóvenes –se puso a gritar- son unos estúpidos. ¿Qué están haciendo en Italia? ¡Italia! ¡Ah, váyanse! Pueden dar la vuelta al mundo, pero una porquería como Italia no la encontrarán en ninguna parte. El italiano es ladrón. Si te puede cagar, te caga de todas las formas posibles” .
El clima, la atmósfera, el aire que como lectores respiramos está infectado por los vapores de la frustración, de las pérdidas y estrecheces, de las dificultades que signan esas existencias simples y “prescindibles”. Sin embargo, como resabios de una atávica alegría de vivir, escuchamos el acordeón de Milo, los corros de muchachos cantando y bromeando, las hermosas campesinas que salen a bailar mientras intentan atrapar un marido para continuar el ciclo de la vida. Incluso después de enfrentar al ejército y a la policía, y tener que darse a la fuga, lo que subsiste en ellos es la alegría distendida que hace olvidar las derrotas. Es la sangre de la juventud; no es casual, por eso, que el nombre original de esta novela, en friuliano, fuera La meglio gioventù.
Los capítulos, divididos temporalmente en dos partes, funcionan como cuadros vivos, como animados teatrillos en los que se despliegan los episodios que configuran esas vidas sencillas, marcadas por las penurias y las luchas de una época, salpicadas de voces dialectales que la excelente traducción de Guillermo Piro conserva para recrear nuestros oídos.
Es un mundo que intenta recomponerse después de la debacle, experimentando las tensiones, las pulseadas de las instituciones: la iglesia, las agrupaciones y los partidos, que pugnan por el poder. En esa pugna se destaca el idealismo y la honestidad de los comunistas, que presionan para lograr que los nobles, los terratenientes, y los patrones generen trabajo para ayudar a sus compatriotas a salir del hambre y la resignación. “Ellos no eran de los que iban a hacer lío por esto o aquello, por la hoz o por el martillo. `Nacimos pobres y pobres moriremos`, decía siempre el padre de Nesto y Nisiuti, el viejo Erminio Faedis, que era el jefe de la familia”. También, se van sucediendo, como en un travelling, las escenas en las que leemos a los hombres, y a las mujeres, tratando de recuperarse del desastre y reconstruir una sociedad mejor, superando las ataduras que impone el pasado y la tradición. Pasolini está escribiendo sobre lo que vio allí, lo que vivió, es un testigo que recurre a la ficción novelesca para expresar su testimonio.
Aunque con el correr de las páginas reconocemos mezclados entre otros nombres y otras voces a nuestros personajes, comprendemos que estamos asistiendo a un drama que no es individual, sino colectivo. Un drama que atraviesa a toda una comunidad, a una región, a un país. Más allá de que, en las páginas finales, la fallida e indefinida historia de amor entre Cecilia y Nini ponga en primer plano la decepción de esa niña-mujer, que toma lo hábitos para superar el dolor que le produce el casamiento de Nini con Pía.
Inscribir esta novela en la estética y en la corriente neorrealista es recaer en el vicio y la comodidad de las etiquetas que ofrecen la crítica y las historias de la literatura. Quizás consiga orientar a ciertos lectores, pero obtura las posibilidades de leerla desde el presente, nuestro presente que, aunque sin una guerra en el pasado más cercano, repite el cuadro, por diferentes motivos, de una juventud decepcionada, vacía de sueños y sin esperanzas, pero que intenta seguir adelante.
Posiblemente, encontremos una mayor intensidad en sus novelas posteriores, pienso en Ragazzi di vita (1955) o en Una vita violenta (1959), “i romanzi romani”, por ejemplo, pero no pretendo desmerecer con esta afirmación la fuerza de este retrato campesino. La mirada crítica y el universo de Pasolini comenzaron a formarse allí: entre precarios establos, caminos rurales que se atraviesan en bicicleta, numerosas familias repartiendo la pobreza del pan y la polenta en una larga mesa, las luchas sociales, todo ello con el sueño de un presente mejor. Comenzaron a formarse allí, digo; pero ya en su primera novela mostraban la agudeza y la contundencia que caracterizará al resto de su obra.
18 de septiembre, 2019
El sueño de una cosa
Pier Paolo Pasolini
Traducción de Guillermo Piro
Mardulce, 2019
216 págs.