En La lengua del malón (2003), una de las novelas que integra la llamada trilogía de la violencia de Guillermo Saccomanno (Buenos Aires, 1948), el profesor Gómez, sumergido entre papeles históricos silenciados, anuncia: "Mentira que al contar se encuentre consuelo". El sufrimiento de los seres comunes (Planeta), último libro de relatos del autor, podría retomar esa proposición antes que para reescribirla, para complementarla. El sufrimiento no desaparece ni consuela, claro, pero anuda; es la materia latente, el escozor que liga la experiencia humana.
Injusto, clasista, traicionero, el filoso universo de Saccomanno es producto de las intrincadas relaciones humanas. En este sentido, la construcción del mundo no deja de ser un asunto político, en la medida en que todo espacio en nuestras sociedades evidencia de una manera u otra una huella o un proceso humano que le ha dado lugar, cabida, forma. El modo, entonces, en el que intervenimos en el mundo se muestra ya investido de sentido político. Y las formas de intervenir que tienen los personajes de este libro ─sobre los otros, sobre sí mismos─ cristalizan una serie de padecimientos que fundan la naturaleza misma de la humanidad.
El sufrimiento de los seres comunes reúne veinte relatos y un puñado de crónicas. En la primera de ellas, "En el penal", Saccomanno, como invitado estrella a la clase de Literatura que se dicta en una cárcel del sur, intenta dialogar con los presos-estudiantes y observa que allí dentro las cosas, como acá afuera, si persisten en su ser, toman nuevas y trágicas formas: no hay grandes jerarquías ya en la vida carcelaria, desaparecidos los "porongas" (caudillos añosos que reinaban verticalmente), las "tribus" (jóvenes apiñados por distintos códigos) son las nuevas formas de organización de los internos del penal. La conclusión que el narrador extrae de la lectura del cuento escrito por Enzo (uno de los penitenciarios con el que entabla un contacto lábil) describe en verdad la experiencia que sobrevuela El sufrimiento...: "Al reaccionar de una pesadilla solemos despertar en otra peor: la realidad".
Ilustración de Agustina Fiorillo
La incursión en el penal, así como la de la crónica en el marco de un libro de ficción, es la manera en la que el propio autor interviene de modo directo, poniendo el cuerpo en la pesadilla de la realidad. Y se interviene porque se sufre: por las condiciones de vida de los presos en el penal, por la impotencia e incapacidad para mitigar ese sufrimiento y, por qué no, ante la vanagloria herida: ¿cómo puede ser que el autor comprometido no logre interpelar significativamente a estos jóvenes presos?
En el cuento "Ni una nube" Saccomanno exhibe el apaciguado desarrollo de la historia ─privada─ de una pareja octogenaria a lo largo de gran parte de la Historia ─pública─ argentina del siglo XX. Miguel Ángel Bermúdez y Lidia Josefina Uriarte encarnan un matrimonio perfecto, ocupados en la previsión del devenir de sus vidas. Esa otra pesadilla que sufrieron las minorías del país ─la sangrienta realidad política del siglo pasado, especialmente a partir del golpe del `30─ no atraviesa ni sus cuerpos ni sus conciencias (ni así tampoco el nervio del relato). "Ellos nunca se habían metido con nadie y nadie se metía con ellos. No juzgamos, decía Lidia. Y Miguel lo repetía subrayando: a nadie". La pasividad y la neutralidad se desnudan como el tipo de intervenciones ciudadanas fundamentales, ya que establecieron las condiciones necesarias para la instauración y la vigencia de las prácticas más salvajes de la ilegalidad política: la represión, el ostracismo, la desaparición forzada, la creación de los centros clandestinos de tortura.
En "Criatura" el sueño de un inquilino es perturbado por un sonido molesto. El supuesto origen del ruido proviene de una suerte de animalito diminuto e indefinido (la criatura del título) que se termina por refugiar en el horno. Para deshacerse de él, el protagonista enciende la llama y, junto con ella ─para usar una expresión de Dostoievski─, los pliegues de su propia conciencia. Sus pensamientos se ramifican y, en la selva rumiante de su mente, se producen asociaciones explícitas con el Holocausto judío y una homologación entre su cuarto y un campo de concentración. Es que los acontecimientos social y humanamente traumáticos se inmiscuyen en las conciencias individuales: uno de los modos en que la política interviene sobre las subjetividades.
La escritura de Saccomanno, ajena a cualquier tipo de barroquismo o de adorno, nombra de lleno y de inmediato, como si no hubiera tiempo ─ni espacio─ por desperdiciar; o como si desperdiciarlo fuese un despropósito casi inmoral. Inscribir un mundo con el filo de una prosa sobria y cortante tal vez sea la intervención más radical de Saccomanno. De ella surgen los libros "que tienen vuelto" (comentario con el que el comisario Naldi amenaza al cronista Ricardo Ragendorfer por su libro La bonaerense, periodista, aquél, a quien Saccomanno celebra en "El vengador del pueblo").
Padres y madres abandónicos y suicidas. Hijos que deben atravesar la muerte de sus padres (aún cuando no hayan muerto físicamente). Una niña con una enfermedad terminal. Una mujer que camina hasta la muerte para sortear su insomnio. Un escritor que busca, con angustia religiosa, la justificación de la escritura del mismísimo libro que leemos. Traicionados por Dios, la Patria, las Instituciones, el prójimo, la familia, la conciencia, estos seres ─desde la soledad, la criminalidad y la orfandad─ se forjan al calor de la aspereza del sufrimiento de la vida, de la vida como la entendía Carver en aquel verso final: una piedra seca que a medida que se gasta, se afila.
15 de enero, 2020
El sufrimiento de los seres comunes
Guillermo Saccomanno
Planeta, 2019
304 págs.