En marzo de 2017 Javier Fernández Paupy (Bs. As., 1981) conoció a Lidia Benítez (Córdoba, 1945), asistente y enfermera personal de Adolfo Bioy Casares durante sus últimos diez años de vida. A partir de agosto de aquel año comenzaron a trabajar juntos: de la organización y el recorte de las anécdotas, de las transcripciones orales de los testimonios de la mujer, se compone El último Bioy, un librito de "recuerdos reunidos", editado por Leteo.
Lidia resultó ser no sólo una excelsa y abnegada trabajadora, no sólo una "amiga y confidente", sino una "minuciosa diarista", siempre "con un cuaderno y un lápiz encima". Si bien ingresa a la lujosa residencia de la calle Posadas para cuidar, en principio, de la mítica Silvina Ocampo, poco tiempo después, al visitar al escritor en una clínica convaleciente de una caída, le ofrece higienizarlo. A partir de ese momento, no habrá vuelta atrás. Bioy le pide a su hija Marta que busque una nueva cuidadora para Silvina, porque él se quedará con Lidia.
La edición cuenta con un aparato de notas que sirve, por lo general, para corroborar o desarrollar alguno de los hechos o informaciones evocados por la asistente y una serie de fotografías que los retrata juntos o exhibe algún acontecimiento significativo; Fernández Paupy se encarga de replicar un ritmo rápido, de oraciones breves y sintaxis lógica para transmitir las confidencias de la enfermera que, en su entrega total a Bioy, se adapta a los inestables caprichos del autor, a las diversas formas, al fin y al cabo, que cobran los padecimientos de la vejez. Porque de esto se trata: del Bioy viejo, no del adulto mayor.
A Bioy no le gusta hablar durante las comidas; a Bioy no se lo puede dejar solo. Bioy sufre en las esperas de los aeropuertos, y tiene que sentarse, siempre, lejos de cualquier correntada o aire acondicionado. Bioy se pone furioso si para las ocho de la mañana no está bañado, afeitado y vestido. Bioy se alegra cuando lo reconocen por sus méritos literarios, o por lo viajes que lo alejan de los problemas locales. Bioy nunca atiende el teléfono. Bioy detesta a los chicos. Bioy quiere, en ciertas ocasiones, a su silla de ruedas, pero en otras, la maldice. Le duele la cadera, el cuerpo. Mucho.
"Hacé algo por mi dolor", le espeta a Lidia en una ocasión, ante un achaque que sufre en la pierna. Y es lo que hace su enfermera: lo trata, en su cuerpo, y lo consigna, en El último Bioy. Que puede funcionar, simultáneamente, como una devota manera de elaborar su duelo personal.
3 de febrero, 2021
El último Bioy
Lidia Benítez y Javier Fernández Paupy
Leteo, 2020
152 págs