¿Qué podemos hacer con los clásicos o al menos con los nuestros, con lo que nosotros llamamos clásicos, aquellos que definieron nuestro modo de leer y escribir, le dieron a la lengua un propósito y a la literatura una forma? Pablo Katchadjian, que comparte territorio con Ricardo Strafacce, imaginó que había que engordarlos, faenarlos, pasarlos a cuchillo, ordenarlos alfabéticamente. El Aleph engordado y El Martín Fierro ordenado alfabéticamente son las dos hojas de ese cuchillo y en el caso del texto de José Hernández es una operación que disuelve todo lo que hizo de ese clásico, un clásico. Strafacce, que tiene esa pregunta en la condición de su nuevo libro, parece decirnos lo siguiente: a un clásico hay que desquiciarlo, ponerlo fuera de sí, sacarlo de quicio con una lengua desquiciada, enloquecerlo, hacerlo desvariar. Entre Asia? dispone una fuerza de lectura que no explora su clásico, o al menos esa tarea metódica no está en su afán, sino que lo exorciza, lo libera del sentido y sus coordenadas y lo suelta para que en ese desvarío encuentre aquello que ya estaba allí, arrinconado y expectante. Estaba allí, pero podía estar en cualquier otra parte. Eso hace con Alejandra Pizarnik y su Árbol de Diana (1962) y se trata de un movimiento extraordinario.
Se ocupa entonces de Pizarnik y le ocupa el texto. No es un inquilino, no paga una renta y afronta las expensas, se apropia, lo transforma y lo enloquece como si lo llevase de golpe allí donde imagina que el texto podía ir, pero bueno, por alguna razón no pudo. O se ocupa de un modo barrial, como cuando decimos que alguien se ocupó de otro, lo sacudió, lo puso en caja, y eso hace con Ricardo Piglia. Se ocupa y lo acomoda. Y lo hace con un recurso que la vanguardia argentina trabajó en una sección del periódico “Martín Fierro” de la década del 20, el Parnaso Satírico. En ese parnaso podíamos, por ejemplo, leer una invectiva contra Leopoldo Lugones que lo proponía muerto bajo el lomo de un diccionario Larousse. Y en el parnaso de Strafacce leemos: “Arlt con Arlt/ comida de Piglia”. ¿Qué implica esto, esta forma reinventada del pan con pan comida de zonzo? Diferentes secuencias con diferentes efectos, pero una es que se trata del movimiento de un vector de lectura que interviene en un campo y hace de todo el poema la zona de disputa de ese campo.
El texto de Strafacce despliega o construye su escenario con un instrumental retórico, porque se trata de un conjunto de figuras y operaciones, y con ese instrumental acumula esa fuerza de lectura que puede ser un hilván para repensar otro texto, un mecanismo que lo reconduzca o también una fuerza de choque. Choca en el parnaso sobre Piglia y choca en el poema sobre Puan al 400, donde se ubica la Facultad de Filosofía y Letras, que aquí no es otra cosa que lo que la aldea llama Puan, una tensión con la crítica, la teoría, la academia y los saberes sobre la literatura. Allí la figura, disfrazada de sarcasmo, es la invectiva, y en esto el texto de Strafacce, en la retórica y en la organización de su campo como un campo de disputa, tributa en esa forma extraordinaria de leer que reordenó sin tregua lo que conocemos como literatura argentina, a la que llamamos Borges. No lo sigue, se desprende de esa deuda, pero tributa, y le da en este libro un poema de una sola palabra: orgía.
Esa fuerza de lectura puesta en confrontación, en esa disputa donde el poema es un terreno que absorbe a las partes y aquí, bueno, las sacude y acomoda, cuando lee su clásico se transforma en una lengua desquiciada que saca de quicio lo que lee, lo saca del buen juicio de su sentido y lo pone, no en movimiento, sino en dispersión, sometido a una dinámica aleatoria que se agita en su superficie hasta que de golpe encuentra un mojón y se asienta. Esto hace con Pizarnik y pone en escena figuras, anagramas, recortes, espejos, todo para darnos esta lección: una forma de leer a Pizarnik que la saca del corchazo y la pasa a la fiesta.
¿Qué hace con esto el texto de Strafacce? Trae Árbol de Diana y toma de allí los poemas en página testigo, como si se tratase de una traducción. No escamotea el original, deja que lo leamos, porque en verdad lo que hace es exhibir el régimen de sus operaciones y entonces podemos seguir de cerca, como pequeños voyeuristas o lectores fisgones y chismosos, ese modo de leer que toma un texto y lo pone a trabajar en otro mecanismo, en verdad a laburar, porque transforma Árbol de Diana en “Labor de Nadia” y por ahí empieza ese apartado. No es el tono que abre el libro con "Entre Asia", ni tampoco el que lo cierra en las "Metonimiedades", donde la nimiedad final se la reserva a Piglia que se suma de un golpe al refranero de Strafacce, porque ese poema se llama “Refrán”. Tampoco es lo que atraviesa “Bula de lomo”, sino que es la experiencia de un laboratorio abierto, o algo incluso más mecánico, un taller mecánico donde el poema toma otro poema y hace de ese poema cualquier otra cosa, pero esa otra cosa estaba allí, latiendo, esperando a su lector. Una forma imposible, inverosímil, sesgada, pero que estaba allí, deslizándose en la superficie de su forma matriz, esperando la fiesta y a la vista de todos.
En esa frecuencia ya no está en combate con Puan, con Piglia o con lo que sea, sino que está en su fiesta y en su tradición, en lo que leemos de Strafacce, en su barrio, en el terreno César Aira, en la biografía imprescindible sobre Osvaldo Lamborghini. Es en “Labor de Nadia” el escritor argentino en la fiesta de su tradición y cuando lee a Pizarnik parece imponerle a ese texto la clave Susana Thénon, como si tomara Arbol de Diana para cruzarlo con la fuerza de Ova Completa y mirar con una curiosidad maliciosa lo que sale de esa cruza. Pero hace más, porque enloquece y desquicia al poema y lo hace, por ejemplo, con el clásico entre los clásicos de Pizarnik, el poema que sin dudas sabemos de memoria (¡el que saben todos en el fogón de la melancolía!): “explicar con palabras de este mundo / que partió de mí un barco llevándome”. Hay algo inagotable en la complejidad de ese poema y Strafacce lo toma, lo transcribe, lo absorbe, lo desquicia y cuando lo devuelve leemos lo siguiente: “explicar con palabras de este mudo / ¡Qué party! / ¡Oh de mí! / Un bar / Llevame”. Eso es lo que leemos. El poema que disputa y tensa los modos de leer y escribir ahora está de fiesta y entonces cuando toma su clásico no lo engorda ni lo ordena, lo implosiona, lo invita a la fiesta y lo deshace, porque esa parece ser aquí la condición de supervivencia de un clásico: deshacerse en las nuevas lenguas, ir a la party, al bar y disolverse.
6 de diciembre, 2023
Entre Asia?
Ricardo Strafacce
Caleta Olivia, 2023
64 págs.