En 2010, Sergio tuvo la cortesía de responder las preguntas de un joven y cándido lector para una publicación que finalmente nunca vio la luz. Acaso esa empresa inconclusa fuese del agrado de uno de nuestros mayores escritores que, sin embargo, prefería el tono menor. A días de su partida, ofrecemos dicha entrevista a manera homenaje.
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Las reflexiones en torno al tiempo y al espacio son unas constantes en su obra, ¿a qué se debe?
Diría que en general en mis libros hay cosas parecidas a reflexiones, y a veces frases en que hay preguntas sobre el tiempo o el espacio. O más precisamente, sobre la idea de los lugares y las localizaciones y sobre la cronología y la duración. Tiempo y espacio me parecen dos categorías un poco amplias y que por lo tanto no describen sino vagamente. Prefiero hablar de aspectos relacionados con el tiempo, como la duración, la memoria y la simultaneidad, y de eventos relacionados con el espacio, como la localización, la extensión y el paisaje. Creo entonces que en mis libros hay reflexiones, y no sé a qué se debe. Es mi forma de narrar, porque en un punto, también como lector, siempre me ha parecido que la narración es como el desarrollo del pensamiento.
Si bien gran parte de sus novelas están narradas desde una primera persona, se tiene la impresión de que los personajes no intentan afirmarse en una personalidad.
Creo que más allá de la primera o la tercera persona, el principal personaje en mis novelas es el narrador. Eso de alguna manera permite eliminar lazos que pueden ser demasiado visibles o hasta impertinentes con la así llamada realidad. Aparte, no me siento cómodo escribiendo sobre mí mismo en un modo que pueda parecer demasiado realista. A veces lo hago, y cuando eso ocurre prefiero no extenderme demasiado. El problema con la representación de uno mismo y con la representación de lo íntimo es que en cierto modo la experiencia y la realidad han dejado de ser representables como lo eran en el pasado. Entonces, a veces, es la experiencia individual la que funciona, más allá de que haya ocurrido o no, como documento interior, como prueba y salvoconducto para justificar esa parte de no ficción que ahora debe tener toda ficción (porque la ficción pura, digamos, la invención, ha dejado de ser pertinente).
Sergio Chejfec por Juan Carlos Comperatore
¿La incertidumbre, lo indeterminado podrían considerarse organizadores formales de sus narraciones?
Más que como organizador formal, creo que la idea de indeterminación está presente en los relatos como fondo sobre el que las cosas aparecen y se ponen de manifiesto. Siempre hay una especie de conflicto entre lo determinado y lo indeterminado, y en esa brecha es donde el relato se recorta. Quiero decir, en la medida en que mi idea de la literatura es la de un discurso que en última instancia se pregunta por el significado de las cosas y de lo que ocurre, esa especie de dialéctica entre determinación e indeterminación puede llegar a ser muy importante.
¿Cuál es el lugar que ocupan en sus novelas la planificación y la improvisación?
En mis novelas el argumento no existe como tal. Los argumentos pueden ser resumidos en dos líneas y no dicen demasiado. Porque mis historias no avanzan según lo que sucede en términos de intriga o desarrollo lineal de la acción, así sea una acción fragmentaria y anticronológica, sino que avanza por expansión. Diría que avanza hacia los costados en lugar de avanzar hacia el frente. Por lo tanto en mi caso la planificación no existe como se la entiende habitualmente. La planificación se justifica cuando hay una jerarquía de elementos y los hechos obedecen a esa jerarquía. Más bien cuando escribo tengo una serie de temas sobre los cuales quiero que la novela hable, pero no para que ella sea un discurso explícito, sino para que los presente y aluda a ellos sin proponer definiciones. Entonces, para resumir: no planificación en cuanto a episodios o detalles de la acción; no planificación en cuanto a intenciones. Pero creo que esto no significa que uno esté en el campo de la improvisación. Prefiero hablar de deliberación.
La preocupación, casi obsesiva por el tratamiento del lenguaje, ¿se debe a una cuestión estética o ideológica?
Bueno, sería una lástima que pareciera obsesiva. Creo que la preocupación por el tratamiento del lenguaje, si entiendo bien la pregunta, es tanto estética como ideológica. Ningún escritor sería capaz de proponer una división convincente. Claro, depende también de lo que uno defina como ideológico y estético.
Otra de las constantes reconocibles en su obra es el nomadismo, sus personajes caminan, pasean constantemente. ¿Usted también lo hace, o lo deja para la literatura?
Suelo andar bastante de aquí para allá. Dentro de lo que puedo. Pero sobre todo me gusta pensar que mis personajes se mueven como lo haría yo. Creo que la caminata es de las últimas acciones humanas no colonizada por la vida económica. No hay mercado alrededor del caminar, al contrario de todo lo demás. Quizá porque es algo profundamente arraigado y desapercibido a la vez. Amo caminar y me aburre caminar. A mis personajes les pasa igual, porque la caminata dejó de ser reveladora. Desde el romanticismo la caminata ofreció sorpresas y enseñanzas, tanto en la naturaleza como en la ciudad. Desde el dadaísmo la caminata pasó a ser también acción estética. Hoy la caminata puede ser una deambulación lobotómica o una comprobación de lo conocido. Sin embargo seguimos caminando, quizás porque es la actividad más narrativa que podemos llevar adelante con el cuerpo. Porque el pensamiento tiene una sintaxis absolutamente particular cuando se camina.
¿Qué directores de cine (o películas) le gustan?
Me gustan muchísimos directores y tipos de películas. En general las películas del pasado uno las ve con más predisposición, como las fotos de hace varios años, porque empezamos a ver allí algo que se ha perdido, la mirada estética del pasado parece más convincente que la del presente (o la del presente no la podemos ver). Si tengo que mencionar entre lo que conozco, que no es mucho, me gustan mucho Béla Tarr, Aki Kaurismaki y Pedro Costa.
¿Qué tipo música escucha?
Depende de la circunstancia. A veces escribo con música. Y luego esa música en particular me recuerda el texto que escribí escuchándola. Escucho clásica y jazz, básicamente. El tango también me gusta, pero el problema para mí es que los temas son demasiado cortos, entonces cambia la canción a cada momento y uno se distrae. Y los temas largos son lo de Piazzola o derivados, que para mi gusto es una música demasiado nerviosa, como efectista o que quiere demostrar algo. Carlos Gandini ha hecho cosas sublimes con los tangos, eso me encanta y es completamente escuchable por horas. Y también están las grabaciones solistas de Lucio Demare, de una sensibilidad maravillosa, pero en este caso el problema es la brevedad, uno quisiera escuchar el tema por más tiempo. Los tangos de Pablo Ortiz también son geniales y muy inspiradores. También en jazz escucho básicamente piano.
6 de abril, 2022