Los textos que componen el libro de Lydia Davis Esa gente que no conocemos, son nimos, banales, triviales, irrelevantes, breves y extraordinarios.
Pero no todo texto breve es un microrrelato. Y estos no son microrrelatos, salvo unas pocas excepciones. En muchos, en la mayoría de los casos, falla el elemento narrativo: no se cuenta nada. Aquí y allá hay unos pocos cuentos, pero la gran mayoría son apenas pequeñas observaciones de la vida cotidiana, comentarios, listas de solicitudes sorprendentes que parecen tomadas de los avisos de algún diario local, sueños sin pies ni cabeza, que no significan nada en especial, registros de conversaciones más o menos aburridas o por lo menos sin sentido. Se incluyen brevísimos poemas. Algunas escenas son casi microteatro. Un par de ejemplos puede demostrarlo:
MOMENTO DE IRRITACIÓN CONYUGAL: EL MURMULLO
– (Murmullo, murmullo).
– No te escucho.
– ¿Pero te interesa escucharme?
– No.
FAMA SE RECLAMA 9: EN DETROIT
En Detroit, mientras hacía fila, conocí a una mujer que resultó ser la hija del editor de Samuel Beckett, Barney Rosset.
Hay que aclarar que tanto “Momento de irritación conyugal” como “Fama se reclama” son series que van apareciendo a cada paso y que no se empiezan a disfrutar hasta no entender que forman parte de algo más.
El título es pertinente. Esa gente que no conocemos trata de los desconocidos con los que compartimos este mundo y que seguirán siendo para siempre desconocidos, personajes con los que hemos tenido algún encuentro ocasional...y también se trata de nuestros cónyuges, de nuestros amigos y parientes más íntimos, se trata nosotros mismos. Los vecinos, la narradora, el lector: esa gente que no conocemos. En este libro aparece con sutileza todo lo que no te imaginabas que eras capaz de hacer, pero no en una situación límite, cuando alguien te apunta con un revólver, cuando una enfermedad grave afecta a tu hijo, cuando un accidente te desbarata la vida. Nada de eso: se trata de todo lo que no te imaginabas que eras capaz de hacer o decir en la más previsible y rutinaria escena de tu vida cotidiana.
Por momentos, hay situaciones que parecen tomadas del antiguo Reader's Digest del siglo pasado en secciones como “De la vida real”, “Así es la vida” o “Visto al pasar”. De pronto, aparece algún cuento casi tradicional, como “Carta de invierno” o “Como fue cambiando con el tiempo”. En todas las escenas pasan poquísimas cosas y nada es esencial. Una clave de las elecciones de Davis está en el relato (por llamarlo de algún modo) “Después de leer a Peter Bischel”. Como lectora, a ella le fascinan lo que llama esas “historias encantadoras, tranquilas y modestas” del escritor suizo. Más de una vez, leyendo este libro, me pregunté adónde estaba el secreto de su extrema originalidad, porqué me parecían extraordinarios esos fragmentos de vida que Davis elige para ofrecernos. Fueron tal vez los comentarios sobre Bischel los que me dieron la clave. El secreto está en la elección (tan particular, tan única) de la zona de la realidad sobre la que se pasea la percepción de la autora.
La literatura, los cuentos, las novelas, los microrrelatos de este mundo, se centran en situaciones excepcionales de la vida de los personajes. Da lo mismo que se trate de literatura experimental, de relatos disparatados, de historias rigurosamente realistas, de literatura fantástica, o de ciencia ficción. Incluso los autores que se decantan por lo cotidiano, como Chéjov, Mansfield, el Joyce de Dublineses, Carver, relatan escenas aparentemente simples pero que implican un momento de revelación que le da un nuevo significado a la vida de los protagonistas. Pero, ¿qué lugar ocupan esos momentos excepcionales en la vida real? El 99 % de nuestras acciones cotidianas no tienen ningún sentido en particular. Desde Leonardo Da Vinci hasta Neil Amstrong (y antes, y después) han participado en la mayor parte de su historia en diálogos en los que afirmaban enérgicamente “Me pica el pie” o exigían sin más trámite “Pasame la sal”. Ese 99 % de la realidad, habitualmente despreciado, olvidado por la literatura, es el campo de trabajo de Lydia Davis. De ahí su enorme originalidad.
Me alegro de no haber tenido que elegir un texto de este libro para una antología. Porque en Esa gente que no conocemos no hay tal vez ningún texto digno de ser recordado. Y el conjunto es inolvidable.
28 de agosto, 2024
Esa gente que no conocemos
Lydia Davis
Traducción de Eleonora González Capria
Eterna Cadencia, 2024
328 págs.