Desde los tiempos de la unidad italiana, del llamado Risorgimento, en adelante, uno de los principales tópicos de la literatura de Italia ha sido la recreación y la denuncia de las diferencias entre el Norte, centro del poder político y económico, y el Sur, con sus islas, vinculado al mundo rural, a la pobreza material y moral, al atraso cultural y a la existencia de poderosas organizaciones criminales como la Cosa Nostra, la Camorra, la 'Ndrangheta. Con diferentes objetivos y resultados, Giovanni Verga, Leonardo Sciascia, Roberto Saviano y una interminable lista de autores “del Sur”, junto a otros del Norte, como, en los decenios fascistas, Carlo Levi y Natalia Ginzburg, han explicitado los contrastes entre ambas zonas del país y descripto, para perplejidad o espanto de los lectores de Turín, Milán o Bolonia, las prácticas culturales y la vida dura, peligrosa, precaria tanto de las grandes ciudades como de los pueblitos del Sur.
En este marco de la denominada “cuestión meridional”, el imaginario social idealizó a la emigración como vía de progreso y de salvación individual. Es decir: apuntaló la creencia de que la única esperanza de los sicilianos, abruzos y campanos consistía en marcharse al Norte, o bien, y por eso muchos de nosotros estamos acá, al otro lado del océano. Desde esta perspectiva podemos adentrarnos en Estamos bastante bien (Stiamo abbastanza bene), primera novela de Francesco Spiedo (1992), traducida por Trilce Ifantidis y Gala Amarilla para la editorial Partícula, pero con la precaución de que, en pleno siglo XXI, muchas cosas han cambiado, aunque no el extrañamiento y una cierta condición de extranjería que sentirá un napolitano que se establece en Milán.
Justamente esa mudanza realiza, a finales de 2016, el veinteañero Andrea Lanzetta, laureado en Matemáticas y obsesionado por los números (“Prefiero la certeza de las matemáticas. El mundo se sostiene sobre sus propias reglas, las matemáticas son algo más grande que nosotros...”), que huye de Nápoles a la capital de Lombardía (“Milán es mi exilio blanco. Milán es una tierra de confinamiento”), para escapar de una decepción amorosa con Luisa, su novia, de quien sigue tóxicamente enamorado: “No lo sabés, no podés saber cuán deprimente es una ciudad en la que no puedo cruzarme con tu sonrisa”. Frente a la necesidad de subsistir, Andrea trabaja como sustituto del portero Don Enzo, otro napolitano “exiliado”; en el turno noche de un supermercado; como mozo del bar nocturno “Il Confine”, junto a una atractiva muchacha, Clara, que podría ayudarlo a olvidar el noviazgo fallido; y como improvisado dealer. Entre los vecinos de Via Nino Bixio 14, ─edificio donde alquila un departamento y en el que vive acompañado por una enorme mancha de humedad que se expande por el techo y las paredes goteando en el interior─ y las relaciones que establece con sus compañeros de trabajos y otras compañías circunstanciales, Spiedo compone una galería de personajes rocambolescos que animan la vida milanesa y las reflexiones del protagonista, tanto las existenciales, como aquellas que subrayan las particularidades de los napolitanos en comparación con los hábitos del Norte.
Tal vez inevitablemente, Spiedo recae con dignidad en algunos clichés ya cristalizados: la mamma envolvente y extorsiva que acosa a su hijo con preguntas y recomendaciones, los excesos alimenticios característicos de los terroni y el amor incondicional a esa Nápoles que es: “la ciudad más fea y al mismo tiempo la más bella del mundo”. A su vez apela, acertadamente, a la inclusión de palabras y expresiones en “dialecto”, traducidas y explicadas en las notas al pie, resolviendo de esta forma la verosimilitud lingüística, permitiéndonos escuchar una de las “otras” lenguas que se hablan en Italia. A estas frases se suma un amplio repertorio de afirmaciones certeras y ocurrentes que se acompasan con la música bufonesca, de farsa, que suena de fondo en la novela de Spiedo: “Estaba de oferta como todas las cosas que no nos gustan en la vida” o “la vida es como un gin-tonic, un tercio de hipocresía y dos tercios de respetabilidad”, o bien: “La gente finge que busca la felicidad. Lo que llaman felicidad no es más que serenidad, y felicidad y serenidad no son lo mismo”.
Entre las clásicas postales con el Duomo, los negocios de la Moda, los bares y los pintorescos tranvías, Andrea se cuela también entre los pliegues que esconden la cara más oscura de esa ciudad, como de cualquier gran urbe de occidente: Filippo, el adolescente “de buena familia”, arruinado por la heroína; la violencia de los traficantes que se disputan los territorios; el narco Soletti, el verdadero dueño de la noche y de los destinos humanos. Pero esta es solo una de las aventuras de este pícaro posmoderno, una forma de desenmascarar a la, en apariencia, opulenta, señorial y refinada Milán.
Por otro lado, el universo de citas y referencias del cine, de la música y, por supuesto, de la literatura italiana, desde el célebre Totò a Tiziano Ferro, pasando por Zeno Cosini, Massimo Troisi y Caruso, además de poner en valor el bagaje cultural del autor, otorgan espesor a los tópicos de la emigración interior, de los contrastes entre el Norte y el Sur y de la crisis existencial que se prolonga en nuestro siglo. Entre estas relaciones extra o intertextuales se destaca la que establece con Paolo Sorrentino, napolitano como Francesco Spiedo y como Andrea Lanzetta, el director de Sono stata la mano di Dio y La grande bellezza y autor, entre otros, de Toni Pagoda e i suoi amici, a quien homenajea no solo a través del personaje del excéntrico tío Toni ─un sosía de Jep Gambardella y de Pagoda─ sino también en la mirada desencantada con la que Andrea y su tío enfrentan un mundo decadente y crepuscular.
Novela de viaje, del exilio, de aprendizaje, Estamos bastante bien fluye con agilidad y sin dramatismo porque la voz narrativa que conduce las bridas del relato resuena con un tono irónico y humorístico, sin dudas, porque es enunciada por un protagonista que pertenece a “la primera generación sin futuro... la crisis medioambiental, el calentamiento global, nos levantamos por la mañana con el agua por las rodillas y adiós la preservación de la especie... ¿qué sentido tiene preocuparse y angustiarse por el futuro?”, condición que permite el distanciamiento y asistir a la tragedia de la existencia con una Socarrona sonrisa en los labios.
18 de dicembre, 2024
Estamos bastante bien
Francesco Spiedo
Traducción de Trilce Ifantidis y Gala Amarilla
Partícula, 2024
280 págs.