Desapercibido para algunos, inmiscuido en el torbellino de la nueva normalidad, David Lynch se ha afanado en estos tiempos en dar el pronóstico desde su cuarto de trabajo. Síntoma excepcional de la irregularidad de los tiempos que corren, el gran autor cinematográfico de Hollywood (puesto que comparta, tal vez, con David Cronemberg) se ha convertido en el weatherman de una naturaleza que, según la opinión de algunos, ha vuelto a despertar para vengarse de la explotación humana, en este, su, por ahora, último acto de sublevación. En el mundo COVID-19, saboreando cada una de sus palabras y con una sonrisa límpida, Lynch nos desea un buen día; importantes sectores del globo no pueden siquiera salir de sus casas, atrincherados como están por cuarentenas; pero con su tono de discurso vigilado y la plenitud de su rostro cada vez más surcado, nos insta a disfrutar del aire, del sol, del paisaje.
A mediados del año pasado, el artista subió a You Tube el cortometraje Fire (Pozar). El canal funciona como su cine personal y, de hecho, es el nombre que porta: David Lynch Theater. Alejado de las presiones económicas requeridas por una producción cinematográfica (en 2006 se plantó a la salida de un cine con una vaca y una inmensa pancarta de Laura Dern, una de sus actrices fetiche, para promocionar Inland Empire) Lynch cuelga en su cine virtual las expresiones más heterogéneas de su vida (artística): desde la contemplación de una colmena de abejas y la reparación de sus pantalones, hasta los episodios de Rabbits y los mencionados reportes meteorológicos.
Fire (Pozar), su último cortometraje, se entronca casualmente con sus inicios cinematográficos: los bosquejos pictóricos que animó en su opera prima, el corto Six Men Getting Sick, (1966), son ahora los dibujos del propio Lynch aunque animados por Noriko Miyakawa. Un aspecto fundamental de la pieza son los arreglos de Marek Zebrowski, el músico polaco que ya había trabajado junto al director en el álbum Polish Night Music (2007). El "experimento", afirmó Lynch, consistió en que no comunicaría explicación alguna, por lo que el músico "tendría que interpretar las imágenes a su manera". Sabemos que Lynch no acostumbra profundizar en el contenido o las interpretaciones de sus propias obras. A lo sumo, puede referirse a determinados aspectos generales del proceso artístico, a la "filosofía" que supone su concepción del arte, incluso a su modo de pensar las ideas que, como peces abstractos, deben atraparse con una red psíquica para que germinen y encuentren su propio cauce.
Con Fire (Pozar), entonces, Lynch mantiene su determinación incluso con uno de los pocos involucrados en el corto. Este desconocimiento de las "intenciones del autor" podría servir como la premisa regente de su obra. Pero no únicamente por miedo a guiar la interpretación, a encorsetar el sentido de sus films, a ofrecer una clave hermenéutica, sino porque su costado más experimental -como el caso de Fire, claro- a los efectos de su recepción, en poco (si en algo) contribuye.
Los dibujos del cortometraje parecen extraídos de una pesadilla expresionista. Si tomamos como válida la hipótesis de Pablo Suárez respecto de la poética global de Lynch -cuyo centro gravitacional sería la a-lógica inconsciente del sueño- Fire puede comprenderse como el desapego final de los nudos y nodos que una trama, por poco convencional o iterativa que sea, requiere para ser etiquetada bajo el rótulo de un film, de un cortometraje, en este caso. En este sentido, lo experimental de Fire radica allí: en la libertad que habilita para postular, sin más, imágenes surrealistas. Claro que el fuego que enciende el primer ser antropoide podría pensarse como el puntapié para una actualización del mito antropológico por excelencia: el de Prometeo; el marco teatral, por su parte, como los umbrales de la caverna platónica; y la perforación de espacio-textura, como las irremediables contaminaciones de nuestro oxígeno y atmósfera, correlato del descalabro ecológico-planetario.
Sin embargo, si mantenemos la línea anterior, de nada sirve trazar la inteligibilidad de las acciones del corto, como si de secuencias se tratara. Las imágenes alucinadas (la "seeing hand", un rostro-máscara expresionista, una lluvia de bolas meteóricas) se revisten con texturas que resuenan del cine mudo; la tecnología cobra la forma de una única casa rústica que, curiosamente, es devorada por el fuego, y las cuerdas del cuarteto de Malek se encargan de atenuar o exacerbar las ilustraciones.
En la época de las verdades múltiples y la empatía, en una plataforma de usuarios (mejor, de prosumidores, consumidores que producen) que incentiva a comentar, a compartir, a participar, a hacer, Lynch propone una veta distinta: dejarse atravesar por dibujos y cuerdas en una experiencia estética en la que, por fin, lo que uno piense, considere, o interprete, no será tomado en cuenta.
14 de abril, 2021
Fire (Pozar)
Guión, dibujos y dirirección por David Lynch
You Tube, 2020
10 minutos