La historia de la fábula o alegoría melancólica –historias cortas contadas o con un mensaje especifico en mente, del tipo 'No vayas solo al bosque', o (las más interesantes) solo para tratar de llegar a alguna especie de entendimiento de los absurdos y horrores del mundo– es quizás una de las vetas literarias más fascinantes que hay. Debe haber empezado con los primeros narradores, y por supuesto, sigue siendo una nutrida categoría hasta el día de hoy.
Las reglas son parecidas a las del cuento corto, pero más extremas: un mundo restringido con condiciones raras –nunca explicadas–, personajes con motivaciones nebulosas y muchas veces desesperadas, epifanías o desenlaces acuciantes, peligros a veces absurdos pero igual de mortales. No hace falta decir que el maestro moderno del género es Kafka –y su ubicuidad es evidencia de su genio pero también del poder de la forma (argumentaría que Borges hace otra cosa). Debe ser una tentación de todo escritor que no se haya postrado al altar del realismo probar su suerte con algún cuentito así. El problema es que es muy fácil escribir una versión mala o, peor que eso, mediocre.
Por suerte, con Gracias, un cuento largo que en este país aparentemente califica como novela, Pablo Katchadjian ha podido evitar ese destino con un control ejemplar y, crucialmente, un foco fascinante. Gracias es una alegoría de la nada o, mejor dicho, de las nadas. Un texto lleno de lagunas. Y es, ostensiblemente, la historia de un esclavo que llega a una isla poblada de castillos que, más o menos a pesar de sí mismo, lidera una revolución y causa una catástrofe ambiental. El hábito del narrador es el de no completar pensamientos con exceso de emoción o significado, optando por las elipsis, evitando dar explicaciones de los trabajos humillantes y asquerosos a que le obliga su amo. Katchadjian juega con esa idea en toda la historia: después de comer una raíz alucinatoria, el narrador empieza a experimentar "agujeros negros" en que se convierte en un otro más salvaje. La clave de la lectura se centra en cómo estos agujeros interactúan con los temas más específicos de la trama: la esclavitud y la rebelión; cómo establecer un nuevo orden; la llegada del conocimiento político y sus asociadas responsabilidades; el manejo de la lujuria en todas sus formas, además del uso de arquetipos como el niño salvaje... Todo está surcado por agujeros: de comunicación, entendimiento, negación, que hablan de manera si bien gnómica, también profunda de la condición humana.
Acompañado por las referencias literarias –kafkanianas, por supuesto, pero también hay ecos fuertes de La Tempestad de Shakespeare entre otros– y políticos, esta aproximación da al texto la erudición y toque de originalidad que necesita toda alegoría para ser verdaderamente exitosa.
22 de marzo, 2023
Gracias
Pablo Katchadjian
Blatt&Ríos, 2022
150 págs.