Es una verdad incontrovertible que cualquier libro que examine el cuento breve tarde o temprano está obligado a dedicar un capítulo a Gogol, y, específicamente, a uno de los siguientes cuentos: "La Nariz" o "El Capote". Y está bien que sea así ─un estudio del cuento breve que no incluye a Gogol no vale el papel en que estuvo impreso─. De hecho, se podría escribir un estudio comparativo bastante interesante de los análisis del cuento breve enfocado exclusivamente en cómo tratan a estos cuentos gogolianos. Pero el lector no tiene que preocuparse, ese no es el propósito de este texto. En cambio, vamos a examinar cómo en ¿Hay alguien allí?, el libro extraordinariamente entrañable de ensayos breves de Peter Orner publicado recientemente por Chai Editora, el autor escribe sobre "El Capote" como una muestra ejemplar del libro entero.
Titulado "La voz solitaria", el capítulo en cuestión comienza discutiendo con un libro del escritor irlandés Frank O' Connor que lleva el mismo título; se trata de uno de los estudios del cuento breve a los que me refería, del que Orner declara "Yo no podría vivir sin él". Frases emotivas así, bailando en los extremos de la alegría y la desesperación, abundan en ¿Hay alguien allí?; ya en la introducción hemos leído con una mezcla de cariño y horror cómo Orner le asegura a su hija de cinco años ─en respuesta a su acusación de que "Lo único que amas son las manzanas y los libros"─ que "Lo importante del asunto es que estás aquí y que tu existencia básicamente me salvó la vida. ¿De acuerdo? Yo no habría podido...". Por suerte, su hija no lo deja terminar la frase. Allí tenemos una buena idea de un elemento importante del libro, una especie de auto-exposición confesional de un hombre que pasa mucho tiempo en un garaje lleno de libros, muchos de los cuales ha leído más de una vez, pensando, nos está dado a entender, cosas como Sin la existencia de este libro, no podría...
Pero sigamos con Gogol: Orner cita a O'Connor citando a Turguénev afirmando que "Todos los escritores rusos habían emergido de 'El capote'." La cadena de citas es importante porque Orner mismo nunca se aventuraría a decir algo así de contundente ─nos comparte sus opiniones sí, pero son claramente las suyas, nosotros tendremos que formar las nuestras propias, aquí la subjetividad manda─. Después se zambulle en su lectura del cuento:
"La historia es la de un pobre, miserable y maltratado burócrata que de repente, por obra de destino, consigue comprar un nuevo capote a un sastre. Tú sabes cómo es cuando estrenas algo. Tuve un par de autos en mi vida. No autos nuevos nuevos, pero sí autos nuevos usados, muy usados, pero nuevos para mí al fin."
Aquí tenemos otra de las claves de estos textos de Orner: el fluir suave entre los libros y su vida real. De hecho, muchos de los ensayos tienen dos hilos centrales; un evento puntual en la vida de Orner y un libro que está leyendo un tiempo después y que tiene alguna relevancia, no siempre explicita, respecto a ese evento. Aquí se trata sólo de la comparación inofensiva entre la compra del capote y la de un auto nuevo (no nuevo, nuevo, obvio), pero otras escenas descritas incluyen el colapso mental de su primera mujer, su separación y la agonía y muerte de su padre (un tema recurrente).
Consideremos el siguiente extracto:
"Akaki Akakievich no representa a nadie, salvo sus propios huesos. Este hombrecito, este don nadie, a pesar de la degradación y la humillación, incluso a pesar de la tumba (¿qué es más insultante que un agujero en la tierra?)... pero lo más contundente de todo es la forma en que una voz solitaria perseguirá hasta el fin de los días a un funcionario anónimo que alguna vez se aprovechó de Akaki y ahora se avergüenza. Es una frase que Akaki Akakievich nunca dice en voz alta porque nunca sabe cómo decirla. Pero la verdad siempre estuvo ahí. 'Soy tu hermano'... La incapacidad de algunos cuentos para expresar eso que están tratando de decir es la fuente de su potencia inexplicable."
He aquí la tercera piedra angular del libro de Orner: su capacidad para el análisis agudo que, sin embargo, en ningún momento se desprende de esa subjetividad que hace que el lector sienta que está sentado en un bar con un tipo que insiste, quizás con una urgencia un poco excesiva, que hay que leer el libro que tiene en su mano (sin ofrecerse, hay que decirlo, a prestarle su propio ejemplar)...
Traducido con empatía y soltura por Damián Tullio y con algún que otro cortocircuito como 'escuela de las leyes' por Facultad de Derecho, ¿Hay alguien allí? te lleva en un viaje que hace paradas en muchos de los puntos de referencia de la historia mundial de literatura. Además de Gogol y O'Connor, hay textos sobre Kafka, Isaac Babel, Eudora Welty y varios más con un interés particular en la diáspora literaria judía, pero también subraya escritores menos conocidos como William Maxwell o Gina Berriault. Orner es un guía muy persuasivo; dicen que no hay que buscar amigos en la literatura, pero ese tipo en el bar es, al final del día, tan seductor que uno termina dando las gracias al Ateo que la gente de Correo Argentino sea una manga de farsantes que nunca entregaría el pedido que uno podría hacer con todas esas recomendaciones. También están esas escenas familiares de la vida de Orner; momentos memorables que incluyen la visita a su primera mujer en el manicomio, o sus conversaciones ridículas con el padre... la mezcla es tan poderosa, las emociones y el entusiasmo tan a flor de piel, que textos que son pequeñas joyas en cantidades pequeñas terminan siendo un poco demasiado todo junto. Es un libro para leer de a poco, al lado de otras lecturas, pero no por eso resulta menos recomendable.
13 de agosto, 2020
¿Hay alguien allí?
Peter Orner
Traducción de Damián Tullio
Chai, 2020
280 págs.