En tanto la literatura ha albergado inolvidables obras puestas a desandar los procesos de desintegración de sus personajes, y que esa zona narrativa, cuando está bien transitada, instala en la memoria de los lectores unos protagonistas también memorables, en Hemisferio noche, su última novela, Ariel Dilon no tenía las cosas fáciles. No es que esperamos originalidad. Aunque sí reclamamos a esta clase de novelas una historia que trascienda las páginas y permanezca en nuestra memoria a futuro. Para la construcción de ese hombre que no se nos esfumara, Dilon optó por la ruta del trabajo con el lenguaje y es así como Luis Chitarroni declara que la escritura de Dilon es una especie de secreto al que pocos tienen el privilegio de acceder, Jorge Consiglio se refiere a una prosa de hallazgos absolutos y Claudio Invernizzi pondera al lenguaje de este libro como un comandante luminoso. Y es cierto que a causa de una escritura premeditada y de respiración saeriana, el personaje central de Hemisferio noche –Mãrlo Ehr– se convierte en un protagonista perdurable. Pero aun cuando ya nada más parecía absolutamente necesario, Dilon también sorprende desde otro ángulo. La de Mãrlo Ehr es la historia de un hombre común arrojado a la función de agregado cultural de un país que, inexplicablemente, desaparece. Sin embargo, no es tanto la desaparición de todo un territorio lo que llama la atención, sino el modo específico que esta novela asume para contarlo. Se trata de una estructura que se decanta. Una forma que podría definirse como un encadenado de epifanías en collage.
De Mãrlo Ehr sabemos que ha sido sometido a una operación quirúrgica; la novela, en efecto, es la narración del “período posnosocomio”. Un despertar a partir del cual todo parece empezar a desenfocarse. Sabemos también que Mãrlo es un aficionado a todas las guerras y que trabaja como agregado cultural de Bucaria, un país, tal vez europeo, “que ha tenido su propio Perón”. Nacido en Ranelagh, el funcionario ahora habita una casa elegante en la capital junto a una esposa, una hija, una empleada doméstica. Al tiempo que se recupera, espera noticias de Bucaria. Las noticias no llegan. Y mientras más esa espera se acrecienta, más nítidamente se nos representa Mãrlo. El país se pierde en lo difuso y al embajador le duele “alguna parte no localizada del cuerpo”. El territorio y Mãrlo avanzan, como E.T. y el pequeño Elliot, hacia un proceso conectado de descomposición. No es una sola voz narrativa la que tiene a su cargo el desenvolverse de esta historia. Intervienen, como en una espiral en ascenso, las mujeres de la casa. Podría decirse entonces que la obra de Dilon se asienta en una composición coral. Pero la idea no sería del todo exacta. Porque las voces se pronuncian para hacer emerger distintas imágenes de Mãrlo Ehr. Visiones que las lectoras y lectores experimentamos como epifanías de este embajador de un país inexistente y que lo revelan como un cuerpo complejo, tridimensional. Incluso un cuerpo que ha sufrido un desengaño amoroso. Desde esta forma visual y epifánica, las voces componen, en todo caso, un collage.
El collage –explica Yuyo Noé en El ojo que escribe– añadió al campo del arte la posibilidad de que una imagen acabara haciéndose con otras. Si hay algo que podría reunir en un lugar común a las artes, dice Noé, es esa posibilidad de relacionar que se asume en cada obra en particular. Cuando eso ocurre, agrega, el arte se vincula con el espacio y el tiempo. Podría decirse que no es casual, entonces, que la estructura de esta novela recuerde a un collage sucesivo o a una relación de imágenes reveladoras. Porque, en efecto, estas páginas despliegan ideas acerca del tiempo –lo dicho: en el centro de la historia descansa el concepto de espera–. También, una aproximación al espacio: en Hemisferio noche los países se acopian o conjeturan o desaparecen de un modo poético –“este hombre, una y otra vez, temeroso de encontrarlos, al menor descuido, desdibujados, corroboraba los contornos de su país”; “así de testarudo, hacia acopio del país, de sus vestigios luminosos en un imaginario horizonte, de su materia perpleja, presunta, lunar”–. Por último, en ese abismo entre realidad e inexistencia, los hombres como Mãrlo se enfrentan con el poder. Lo mismo que esos territorios hechos de interpretaciones y que, por esa misma razón, pueden dejar de existir de un plumazo, así también el poder se descascara cuando es tomado desde un primer plano. En el final, como un Odradek al que se le han arrancado los hilos que lo envolvían históricamente, los países se desarman y los hombres de poder no son más que unos adictos a los sellos patrios.
22 de octubre, 2022
Hemisferio noche
Ariel Dilon
Paradiso, 2025
412 págs.
Crédito de fotografía: Manuel Iniesta.