Los ideogramas japoneses, los kanjis, son pura elegancia.
En el último tiempo, las novelas que quieren retratar Japón, conscientes del hechizo que provocan los kanjis de este lado del mundo, buscan el modo de repartirlos por sus páginas. El contraste entre nuestro duro alfabeto occidental y la gracia sutil de los kanjis estimula los sentidos. Quizás ese cruce irreverente se parezca al modo en que todos nosotros nos acercamos a ese "imperio de los signos", que nunca vamos a comprender del todo.
Aki Shimazaki, la autora de Hōzuki, la librería de Mitsuko, nació en Japón, pero en 1981 se mudó a Canadá. Escribe y publica sus novelas en francés.
El primer misterio de la novela está relacionado con el nombre de una librería especializada en libros de filosofía, arte y lingüística en la que trabaja Mitsuko. El cartel de la entrada dice "Kitō".
Mitsuko colocó el nombre en hiragana, el silabario japonés, que es una escritura puramente fonética. Por eso todos pueden leerlo y pronunciarlo. Pero evitó colocar los kanjis, que fijarían un significado. Así, el sentido de "Kitō" se abre a múltiples posibilidades. Los kanjis evitarían la ambigüedad que viene con la homonimia, esa repetición de sonidos tan propia del idioma japonés. Mitsuko se incomoda cuando le preguntan por el nombre de la librería, prefiere no explicar nada, que cada uno se quede con su propia idea. "Kitō" podría escribirse con kanjis tan diferentes como el de glicina, o el de oni, demonio. Para la madre de Mitsuko, "Kitō" significa oración. Es agradable ver sobre el papel todas esas posibilidades. Ya se sabe que los kanjis invitan más a la contemplación, como si se tratase de una pintura, que a la lectura, como si fueran documentos jurídicos.
Mitsuko vive con su madre y con su hijo Tarō, que es mestizo y sordomudo. La vida tiene su rutina en la librería, hasta que llega la señora Sato y le pide unos libros para su marido diplomático. Se trata de una mujer elegante, de maneras distinguidas. Representa el opuesto de Mitsuko, hay un abismo que las distancia. La señora Sato está acompañada de su hija Hanako, que entabla una fuerte amistad con Tarō, venciendo las dificultades para comunicarse. Pronto se revela que el verdadero interés de la señora Sato no son los libros, sino el pasado y las confidencias.
Late el recuerdo de un novio querido en la memoria de Mitsuko, con el que compartía el amor por la filosofía y que de algún modo tiene mucho que ver con su presente. Las cosas no terminaron bien. Cuando ella quedó embarazada, él le propuso matrimonio. Pero ella no quería formar una familia ni tener hijos, no le interesaba "seguir las convenciones" y abortó. Los esfuerzos de él por convencerla de tener al niño no sirvieron de nada. Algunos años después, ya separados, apareció Tarō en su vida, en circunstancias inesperadas: lo encontró en la estación de tren de Maibara, abandonado. Desde el comienzo queda claro para nosotros, los lectores, que Tarō no es su hijo biológico, aunque se trata de un secreto que Mitsuko no compartió con nadie más, ni siquiera con su madre. Tarō le hace acordar a ese antiguo novio.
Hay algo de budismo y de cristianismo sobrevolando la historia. Mitsuko no es religiosa, pero su madre es católica practicante. Se habla de la confesión, ese sacramento de reconciliación y perdón para el que sea capaz de arrepentirse. Como dijo Oscar Wilde, el arrepentimiento modifica el pasado. Mitsuko no cree en esas cosas. "Lo que importa es cómo vivir el presente, pase lo que pase. ¿Por qué preocuparse tanto del alma?", dice.
Hōzuki, la librería de Mitsuko deja una mirada sobre la maternidad, sobre los hijos que se desean y los que no se desean, sobre la religión y sobre la filosofía.
Aki Shimazaki no concede entrevistas. No es posible preguntarle qué opina sobre los grandes temas que nos preocupan y nos dividen. Entiende que sus libros deben hablar por ella, aunque muchas veces conduzcan a interpretaciones opuestas entre sus lectores, con miradas que no pueden evitar el sesgo que les impone la propia formación y las expectativas que cada uno se fue formando en la vida. Lo mismo que pasaba con esos kanjis que faltan en la puerta de la librería. ¿Finalmente, se trataba de "oración" o de "demonio"? Ninguno de los dos, por supuesto.
1 de septiembre, 2021
Hōzuki, la librería de Mitsuko
Aki Shimazaki
Traducción de Íñigo Jáuregui
Nórdica, 2017
138 págs.