Guy de Maupassant es de esos escritores que se conocen de manera fragmentaria. Escribió en todos los géneros, aunque el narrativo fue su preferido. Autor de varias novelas, como Bel ami, Fuerte como la muerte y la notable Una vida, hoy es opinión unánime que fue ante todo un maestro del cuento, en el mismo siglo en que escribieron Poe y Chéjov. Algunos de sus relatos son infaltables en cualquier antología del cuento realista o fantástico. Quién no se ha topado alguna vez con "Bola de sebo" o “El horla”, con “El collar” o “Dos amigos”.
No obstante figurar en tantas selecciones, y en la lista de innumerables escritores que se han declarado sus discípulos, hay pocas ediciones dedicadas exclusivamente a los cuentos de Maupassant, y menos aun las que se hayan convertido en referencia de su obra, al menos en nuestro país. En ese sentido, la edición de Idilio y otros cuentos, que Eterna Cadencia acaba de publicar, con traducción de Jorge Fondebrider, resulta un acontecimiento que invita a releer al extraordinario cuentista y a espiar en su breve pero turbulenta biografía, que incluye el haber sido un erotómano tempranamente diagnosticado de sífilis, un excéntrico entregado a constantes excesos, un empleado público mediocre, pero también el joven escritor que Flaubert protegió y promovió; en este sentido, la introducción de Jorge Fondebrider, con su característico rigor bibliográfico, resulta reveladora y estimula al lector a redescubrir (o descubrir, a secas) a uno de los autores más relevantes de la segunda mitad del siglo XIX, porque, como quería Calvino, cuanto más creamos conocer un clásico, más nos sorprenderá leerlo.
La selección, que incluye cuentos de la guerra franco-prusiana (“Dos amigos”, “Mademoissele Fifi”, “La aventura de Walter Schnaffs”); cuentos de canotaje (“La mujer de Paul”, “Mouche”); cuentos de pueblo (“El papá de Simon”, “Historia de una muchacha de granja”, “Toine”); cuentos de costumbres (“El beso”, “El bigote”); cuentos fantásticos (“El horla”, "La mano desollada"), ofrece un panorama amplio de la producción de quien fue uno de los primeros escritores profesionales. Un muestrario de la vida y los personajes de una época en la que la modernización aceleraba la percepción del tiempo y se preparaba para la nueva revolución tecnológica que sobrevendría durante la llamada Belle Époque.
La prosa de Maupassant siempre es ágil, aunque muchas veces se entrega a su gusto por la presentación de ambientes que, a la manera del naturalismo en boga, en el que nunca se interna de modo programático, prepara y, a veces, gesta la narración entera. Los personajes nunca son demasiado notables, o su notoriedad deriva del reconocimiento que un reducido círculo de personas hace de su peculiaridad, nunca de organismos públicos, que el mismo Maupassant execraba.
Aunque a veces las anécdotas son mínimas, el carácter de los personajes, la autenticidad con la que actúan y se someten a las inevitables consecuencias, las dota de espesor, las vuelven experiencias capaces de generar verdaderas revoluciones internas. Y no hay duda de que los más notables son los personajes femeninos, prácticamente omnipresentes. Las mujeres de Maupassant son casi siempre las protagonistas de sus cuentos y se destacan por su inteligencia y su honestidad, a menudo enfrentada con la hipocresía general, que queda así expuesta y despreciada.
El trabajo de Fondebrider, que para Eterna Cadencia ha traducido ya, entre otros, clásicos como Madam Bovary, Bouvard y Pécuchet, Tres cuentos, es, en muchos sentidos, ejemplar. Las sutilezas e incluso las torpezas del autor de “Bola de sebo” quedan sobradamente expuestas por una traducción que nunca lima asperezas ni atenúa con eufemismos expresiones vulgares. Su prólogo da cuenta asimismo de la polémica conducta social de Maupassant y de su menos polémica obra narrativa, una obra que en Francia, al parecer, nunca suscitó grandes entusiasmos. Por lo demás, el valor de la selección se realza con la decisión del título de toda la antología. “Idilio” es probablemente uno de los cuentos menos populares, sobre un hombre y una mujer que viajan en tren desde Italia a Marsella, a trabajar, ella como nodriza, él como albañil, y consigue revelar, en ese espacio mínimo, de la manera más sorprendente y, al mismo tiempo, natural, la fuerza inmensa que produce la concurrencia de las circunstancias con aquellos que, en ese aquí y ahora, no se tienen más que a sí mismos. Acaso ese relato condense el sentido profundo de estos cuentos que nunca dejan de parecer un hallazgo.
29 de octubre, 2025

Idilio y otros cuentos
Guy de Maupassant
Traducción, prólogo, selección y notas de Jorge Fonderbrider
Eterna cadencia, 2025
440 págs.