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El hermoso verano

Cesare Pavese


Federico Ferroggiaro


Es frecuente, casi un lugar común, encontrar en notas biográficas y artículos sobre Cesare Pavese referencias más o menos sustanciosas a las complicadas relaciones que mantuvo con las mujeres. A excepción de su hermana, huelga aclararlo, desde la Donna della voce rauca, Tina Pizzardo, cuyas cartas comprometedoras en poder de Pavese lo condujeron al arresto y al confinamiento en Brancaleone Calabro, hasta la actriz norteamericana Constance Dowling, la supuesta destinataria del poema “Verrà la norte e avrà i tuoi occhi” y, para ciertos espíritus wertherianos, la causa de su suicidio, todos los enamoramientos y affaires del escritor terminaron en hondas decepciones. Tal vez por estas dificultades y frustraciones, o a pesar de ellas, es lícito afirmar que su sensibilidad le permitía a Pavese auscultar con precisión la complejidad de la psiquis femenina y escribir sobre ese abismarse a su magnético misterio.

Si bien puede considerarse que Entre mujeres solas (1949) es la gran novela que explora el corazón y la mente de las mujeres, El hermoso verano, escrita casi simultáneamente con La playa, a comienzos de la década del 40', y publicada también en 1949, tiene la particularidad de ser la primera narración extensa que pone en primer plano a dos personajes femeninos claramente definidos y contrapuestos. Por un lado, Ginia, una adolescente de 16 años que proviene del campo y trabaja en un taller de costura, se muestra tímida, inocente y pudorosa y asume acríticamente el rol reservado a las mujeres de su época en la sociedad, y, frente a la ausencia de los padres, debe cumplir las tareas domésticas del hogar, incluyendo preparar la cena de su hermano mayor, Severino. Por el otro, la inquietante y liberal Amelia, quien con alrededor de veinte, parece conocer los secretos y placeres de la vida, las salas de baile en las colinas, cómo son los hombres y qué quieren, y cuyo “escandaloso” trabajo es posar desnuda para ser retratada por los pintores.  

El estilo alusivo y elíptico de Pavese, que suele generar la impresión de cierta anemia narrativa, difumina su niebla retórica al promediar la novela para que los acontecimientos expliciten las tensiones que atraviesa Ginia en relación con los hombres, con los mandatos y, especialmente, con Amelia, a la que siente “más mujer” que ella, pero aun así: “Pasó por el café y miró un momento a través de los vidrios, y solo vio a Amelia, sentada y fumando con el puño bajo el mentón. 'Pobrecita', pensó, volviendo a casa”. La amistad entre ellas está marcada por las diferencias más que por los rasgos coincidentes, pero la fascinación y la atracción que siente Ginia por Amelia, los celos y la envidia que se combinan con la censura y el desprecio, más su constante oscilar entre la represión, las idealizaciones románticas y el deseo de atreverse a ser ella misma, la enfrentan a diversas situaciones que la superan. En una de ellas, en la relación homoerótica entre las amigas, se concentra el filme de 2024 Le belle estate (El bello verano), dirigido por Laura Luchetti, un sesgado reduccionismo acorde con nuestros tiempos.

Una posible lectura, literal y apegada a la trama, podría seguir la gramática de las novelas de aprendizaje, atendiendo a las transformaciones que experimenta Ginia al sumergirse en el precario mundo de los pintores, tanto el seductor Guido como su amigo Rodrigues y “un petiso” apodado Barbita, al que la introduce Amelia. Desde una anacrónica perspectiva moralista, quizás, antes que el amor, la sexualidad y tal vez la libertad individual, las lecciones que recibe Ginia la instruyen en el vicio, en la corrupción y en la caída inevitable –tanto en las mujeres como en los hombres– que se produce en el pasaje de la adolescencia a la adultez. Desde otra perspectiva, se vería el triunfo sobre el pudor, la aceptación del cuerpo propio, el descubrimiento del placer sexual y del riesgo a la enfermedad como castigo a esta transgresión. Sin embargo, la escritura de Pavese evita las epifanías, las grandes revelaciones completas, lo conclusivo. Su prosa se viste de claroscuros, de leves matices, de frases que extienden sus vibraciones significativas más allá del punto que las termina.

Pero otra lectura de las tantas que habilita el relato rastrearía en la monotonía de las conversaciones, en los desordenados pensamientos y juicios de Ginia, en la atmósfera de esa Turín ensombrecida por el fascismo y en la incomunicación e incomprensión entre los seres humanos, los temas o núcleos míticos pavesianos y las dicotomías entre campo-ciudad, adolescencia-madurez y naturaleza-sociedad. En este caso, las entradas del diario de Pavese, El oficio de vivir (1952), servirían de esclarecedor complemento para mostrar cabalmente el propósito de esta obra.   

Sin dudas es anecdótico que El hermoso verano recibiera, en mayo de 1950, el codiciado Premio Strega y también debe serlo que, al subir al escenario y tomar la palabra, Cesare Pavese pareció disculparse con los escritores que no habían ganado al afirmar que los grandes libros nunca resultan premiados. Tal vez se trataba de una pose, o de un gesto de humildad o de la íntima convicción de que esa novela que el jurado había celebrado no era su mejor creación, la cima de su proyecto literario.

29 de octubre, 2025

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El hermoso verano
Cesare Pavese
Traducción de Silvio Mattoni
Caballo negro, 2025
118 págs.


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