Un idiófono es un instrumento musical que produce sonido usando su propio cuerpo como resonancia: una campana, un tambor, una pandereta. Se golpea o frota y la vibración del instrumento hace música. Idiófono, de la estadounidense Amy Fusselman, publicado en castellano por Chai Editora con la hermosa traducción de Virginia Higa, es un libro que se lee de un tirón y nos deja retumbando. Escrito en forma de poesía en prosa con tenor auto-referencial, vira en torno a un tambor de hendidura de las tribus Vanuatu que la autora vio en el museo Met neoyorquino. Ese idiófono alude al alcoholismo de juventud de la autora, cuando sin darse cuenta caminó sobre un charco de nafta con un cigarrillo encendido, por lo que su cabeza era "un idiófono que debía ser golpeado". Pero también alude al mundo: "a lo mejor el mundo es un idiófono".
Está estructurado como una serie de secciones cortas, en cierta manera autónomas, formadas por oraciones con carácter circular gracias a la repetición de frases y temas clave. Los temas van desde la ciudad de Nueva York a la tensa relación de la autora con su madre, pasando por su propia maternidad, la lucha de las mujeres en el mundo literario, y su opinión sobre el ballet El cascanueces como una obra substancial y no una infantil y melosa. En Nueva York, la ciudad en la que está instalada la narración, ver el ballet El cascanueces en los días previos a la Navidad es una tradición y un ritual burgués. La trama de esa obra tiene por protagonista a una niña que en la Noche Buena abandona la infancia para despertar en un mundo más amplio y romántico. Con esa tradición como fondo, Idiófono interroga al compositor de la música, Tchaikovsky, y al libreto de Marius Petipa, basado en la adaptación suavizada de Alejandro Dumas (padre) del cuento de E.T.A. Hoffman "El cascanueces y el rey de los ratones". El cuento original es oscuro à la Hoffman: una nena llamada Marie sueña o penetra en otra realidad imaginada o elegida por ella que la libera de la constricción familiar. La adaptación de Dumas usada para el ballet "aclara" la historia y la nena se llama Clara en vez de Marie. La imaginación de Clara se amansa y endulza con un casca nuez salvador: salva el futuro, acorde con el espíritu navideño.
Un aspecto desconcertante de este libro es la fecha de publicación en su lengua original, en el verano estadounidense, ya que El cascanueces se representa en invierno y con un escenario nevado. Si el espíritu navideño simboliza la esperanza, la renovación, el triunfo sobre la decadencia del tiempo, su publicación en pleno verano lo decontextualiza, lo desnuda de sentimentalismo y usa a El Cascanueces por lo que es: una fantasía en la que todo despierta. También desconcierta que el título en inglés define el género del libro como "un ensayo", enunciación que se omite en castellano: en la época de la hibridad de los géneros, Fusselman es una artista de eso desde la autoficción. En este caso, la disgregación baila una pirouette con nosotros, salta de una a la otra con El cascanueces como pivote y al compás de un idiófono: los temas antes mencionados van y vienen entreverados con ratones de fantasía en un centro comercial con cucarachas, conejos-enfermeros, autos en miniatura, la fobia y pánico de la autora a cambiar una bombita quemada, los Talking Heads o Louise Borgeois. Construido con frases poéticas y vibrantes, en el que las elipsis juegan un rol fundamental, el efecto es resonante y también mordaz.
Por último pero no menos central: la teatralidad. Idiófono cuestiona la experiencia de mirar, de ser audiencia. En una función (como por ejemplo en El cascanueces), las luces se encienden y alumbran el escenario y el público se esconde en la oscuridad y suspende el descreimiento. El libro comienza cuestionando ese suceso y cuenta un tour que la autora hizo en el Lincoln Center en los días navideños en los que se representa esa obra y le llama la atención una fila de cascanueces de madera de tamaño humano detrás de escena. Cuestiona la teatralidad del teatro y también la de la vida real, en relación a su madre que envejece con una "vida asistida" en un geriátrico. Con una de sus geniales disgregaciones, como un triste cuento de hadas que podría haber elegido Tchaicovsky, con personajes ratones, cucarachas, conejos, vesículas, y sala de operaciones, (que en inglés se dice "teatro de operaciones"), cuenta la historia fantástica de un accidente de auto que tiene a su madre por protagonista. El mise en abyme revela la lógica de Fusselman sobre la teatralidad: imágenes en una secuencia entrópica, como lo es también la sección dedicada a David Byrne, de Talking Heads, el creador del extraordinario álbum y concierto filmado Stop making sense, (dejen de tener sentido o de "ser razonables") que vivía en la vereda de enfrente a la suya, un piso más abajo. Desde la perspectiva voyeurística de su departamento, lo veía de los tobillos al suelo e imagina que en esa casa, siempre era El cascanueces.
Entonces, Idiófono trata sobre la teatralidad, El cascanueces, sobre tener sentido, el alcoholismo, la maternidad, la frustración, el ser mujer y escribir, los temas tocados por la literatura, el arte como escape de la realidad, y ser raro y no pertenecer a lo que espera la normalidad. Pero por sobre todo, trata sobre lo difícil que es el mundo humano.
Fusselman dijo que lo escribió pensando en su propia posición como mujer: una superviviente de una violación ─ alcohólica en recuperación ─ artista ─ madre = un ser humano espantado.
21 de abril, 2021
Idiófono
Amy Fusselman
Chai Editora, 2020
Traducción de Virginia Higa
123 págs.