``Generalmente, cuando se anuncia que un libro ha llegado a su edición octava en poco tiempo, como fue el caso de La acústica de los iglús en España, uno tiende a pensar que su editorial es tímida, mezquina o mal organizada (o todo a la vez, en algún momento hay que incrementar la tirada –se llaman economías de escala-), pero también hay textos que se prestan a ese padrón de distribución; los que reciben epítetos como ‘culto’ o ‘quirky’.
La acústica... es uno de esos libros. Una colección de cuentos bastante cortos (promediando las 12 páginas) que ofrece una selección de personajes variados cuyo rasgo común es una especie de alienación con el mundo, como si estuvieran levemente desfasado a la gente y eventos a su alrededor. El primer cuento es quizás un buen indicador de lo que nos espera: una mujer joven sufre de una enfermedad misteriosa, pasa mucho tiempo atrapada entre paredes espantosamente blancas, alienada; la atmósfera es de tal extrañeza que no nos sorprende cuando decide visitar un zoológico para ver si los animales pueden detectar la condición como cree que pudieron cuando era niña. En otros cuentos figuran una estudiante crónica de la filosofía que viaja al espacio, sola, para colectar basura espacial; una mujer de mediana edad que hace una súplica desesperada a una actriz famosa: “Enséñame a fingirlo todo”; y una madre con una obsesión perturbadora con una pistola y una vieja furgoneta.
El otro rasgo común de estos cuentos, algo que uno sospecha va a ser cada vez más frecuente en la ficción (y la realidad) de este milenio, hace referencia a las distintas versiones de catástrofe ambiental. He aquí una indicador del talento de Sánchez: logra, un poco a la manera de un escritor como Ben Marcus, dibujar un mundo en ruinas con un toque liviano. Lo que parece interesar a Sánchez no son los escenarios apocalípticos, sino los apocalipsis menores de la mente o las dramas familiares o relacionales. Otro indicador son los guiños bien medidos a otros escritores, desde Defoe a Lispector. Pero la verdad es que en estos cuentos todo está bien medido: el uso del absurdo, el erotismo, las reflexiones e imágenes y las emociones que se desbordan en el momento indicado. El resultado es un caos ordenado con toques de ciencia ficción o surrealismo que evoca a escritores como el nombrado Marcus, Samanta Schweblin o Kelly Link –el cuento sobre el romance entre una adolescente y un esqueleto es muy Linkiano. Si tanto elogio parece exagerado es un poco debido al alivio de haber encontrado una escritora joven que no ha sucumbido a las tentaciones de la autoficción (you can have too much of a good thing), pero también la alegría de descubrir una voz nueva que rebosa con oficio y originalidad. Estos cuentos no son perfectos; pueden ser un poco bruscos, como si Sánchez estuviera impaciente para llegar al punto final. Tal vez algunos lectores prefieran personajes –o premisas– más profundas, pero son quejas menores sobre lo que es un debut muy prometedor.
20 de noviembre, 2019
La acústica de los iglús
Almudena Sánchez
Odelia Editora, 2019
158 págs.