He escuchado decir a Carlos Schilling (Sunchales, 1965) que prefiere vivir todo el tiempo que pueda en “estado de literatura”, algo que pude interpretar como un deseo de permanecer disuelto en el vaivén entre lectura y escritura más allá de lo que otorgue el resto del mundo material. De hecho, el epígrafe que eligió para introducir La aparición de Ettie Yapp, su última nouvelle editada por Vaca Muerta (de preciosa factura artesanal), afirma esto en la voz de Henri Cazalis, uno de los actores de reparto: “¿Este mundo te aburre? Crea tu propio mundo”.
Eso es justamente lo que hace el narrador, en el comienzo del texto, cuando se dispone a soplar las velitas de su cumpleaños número 56 en medio del encierro pandémico. Ese gesto inocuo de pensar deseos para el futuro dispara sin embargo una respuesta, resultante en esta fantasía especulativa que sitúa el relato en un tránsito entre Francia e Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XIX. Fantasía, por cierto, consecuente en su arbitrariedad espacio-temporal y brillantemente narrada, con dosis similares de humor y melancolía, que coprotagonizan el poeta francés Stéphane Mallarmé, su colega y amigo Cazalis, y una radiante joven inglesa llamada Ettie Yapp, a la cual se describe tan dorada y hermosa como signada por la tragedia.
Una síntesis abyecta de la trama podría decir que Cazalis pierde rápidamente la cabeza por Ettie, y declama su amor en sucesivas cartas a los amigos, a diferencia de Mallarmé, que justifica su protagonismo en el relato a partir de un silencio (y un soneto póstumo) que no dejan de pulsar la lectura. Cazalis tiene un atormentado romance a distancia con Ettie, pero el encuadre compositivo lo ubica un paso atrás, a media sombra, porque lo que burbujea en la conjura temporal que propone el narrador es lo reprimido en carne y verso, eso que Mallarmé y Yapp dejan flotando en el aire.
Me interesa destacar dos aspectos de esta fantasía, porque desde ellos se despliegan sus virtudes. El primero es el especulativo. La aparición de Ettie Yapp es, ante todo, el resultado de las múltiples formas que asume la voz narrativa, gracias a la que todo sucede. Se trata de un vector total que puede tomar el cuerpo del cumpleañero, como en el comienzo, para luego transformarse en entidades inmateriales y sólo existentes en el lenguaje, la brisa o la luz, como “la primavera”, por caso, o “el espíritu de la época”. Esa forma mutante le permite a Schilling elaborar un minucioso trabajo expositivo que con saltos, derivas, retrocesos y adelantos da la sensación, por momentos, de estar escuchando al conductor de un programa que va orientando la lectura (mientras esta controla lo que sucede delante y detrás de las palabras).
El segundo aspecto es el histórico, que se funde con la pasión especulativa para modelar la sustancia poética. En el relato, la ficción nace de la investigación documental (cartas, poemas, epitafios, canciones populares e infantiles) y las distancias idiomáticas: Schilling estudia la vida de los personajes con pretensión (auto)biográfica y ejecuta, desde las versiones originales, una reescritura que apuesta por renombrar los condicionamientos formales de la época. Así se impone en el texto otra de las pasiones del autor: la obsesiva traición traductora (un compromiso total con la forma) que se propone como germen narrativo, además de su evidente impacto estético.
La narrativa de Schilling encuentra en esta nouvelle una excusa para hacer flamear el preciosismo en la prosa, a caballo de una sintaxis que no podría alcanzar tal refinamiento si no fuera porque el autor es, además, un poeta serio, en el sentido que le daba Fogwill al adjetivo. Cada decisión gramatical o lexical se pone en relieve con pretensión lúdica, como cuando el narrador interviene sobre sí mismo: “A esas reacciones erráticas de la realidad (¡rrr!) hay que atribuir el estado de angustia en el que vive Mallarmé [...]”.
Pero las cuestiones de procedimiento no son las únicas que sostienen el mérito, sino que además está el problema literario: la narrativa de Schilling parece encontrar el motor de su deseo en tres recurrencias que se metamorfosean de libro a libro, y que quisiera deslindar. Primero, el impacto intelectual que la traducción ejerce sobre la multiplicación de la escritura. Después, el impacto estético que el pasado ejerce sobre la memoria (un impulso por embellecer lo que fue). Por último, el impacto sensible que podría sintetizarse en un sintagma (ella sí que no) o, en su defecto, una frase: lo que nunca será con ella. Dicho de otro modo: su narrativa parte de aquello que podría haber sido si el misterio cósmico hubiese llevado las cosas hacia otro lugar. La especulación hace estallar la literatura a partir de la obsesión que produce la ausencia del tacto, o la no fricción entre los cuerpos, y eso se muestra como la raison d'etre (¡rrr!) de su búsqueda. Si alguna vez sus ficciones exorcizaran las imposibilidades que se encargan de exaltar, el hechizo se desintegraría en el acto.
Esto también se puede ver en cuentos y relatos anteriores, como los de Experimentos con extraterrestres o Disfrazado de novia. En esta ocasión, la fantasía entre Mallarmé, Cazalis y Yapp renueva el fundamento de la crueldad que acecha al autor, y a cada uno de nosotros: el amor como aniquilación perpetua, el amor como diálogo interrumpido, o la permanente necesidad de recrear todas las parábolas vitales que no fueron y que se tornaron obligadamente ilusorias. La aparición de Ettie Yapp, en su pulsión metaliteraria, pretenciosa y anacrónica, combina una prosa perfecta y un sutil trabajo estructural que hasta se permite dos capítulos “anómalos” (una necrológica para presentar a los personajes secundarios; un disclaimer sobre la naturaleza del texto) y una pregunta irresistible: qué sería de nuestra fusión de cuerpo y alma si hubiésemos confesado el deseo cuando había que hacerlo, y no ahora, cuando no queda otra opción que leer y escribir.
25 de enero, 2024
La aparición de Ettie Yapp (una fantasía)
Carlos Schilling
Vaca Muerta Ediciones, 2023
128 págs.