Es una característica notable de la ficción policial, y específicamente la de las investigaciones de asesinatos, que muchas veces, si no la mayoría del tiempo, el motivo por el que el crimen se cometió no calificaría como una válida o conveniente razón para matar en la opinión de ningún ser racional y pensante. Eso suele ser lo que despista a los agentes mediocres que generalmente entorpecen la investigación durante los primeros actos: piensan que viven en un universo mundano y sensato. No así el detective héroe: elles entienden que el mundo a su alrededor, como el acto de matar en sí mismo, es profundamente absurdo. Los valores de la narrativa negra no son los nuestros (es de esperar) y es por eso que aceptamos como entretenimiento historias que, visto de manera objetiva, son éticamente espantosas, nada a que esos seres racionales y pensantes mencionados arriba pueda gustar. Piensen en la resolución típica; les detectives de vuelta en su oficina, compartiendo un chiste como si el misterio que resolvieron fuera nada mas grave que una llave perdida. Deberíamos gritar: “¡Murieron varias personas! Incontables vidas arruinadas, trauma prolongado...” y tirar todo a la basura. Pero no lo hacemos. De hecho, buscamos al próximo libro en la serie, presionamos “Play” para el capítulo siguiente... nos encanta, seres despreciables que somos.
Es esa verdad desconcertante que Julia Coria festeja/parodia en su novela sumamente divertida, La horda primitiva. Informada por lo que parece ser un conocimiento enciclopédico de la narrativa negra contemporánea, algo que ha legado a su protagonista, Coria nos presenta una trama investigativa reconocible pero situada adentro de una estructura con unas diferencias notables. Primero, en vez de una estación de policía o la oficina de un investigador privado, la acción transcurre en el apartamento que una señora de una cierta edad, nuestra narradora, comparte con su mejor amiga. Las dos actúan como las ayudantes de campo de una familia poco tradicional fundada por su hija Sonia, una matriarca obstetra (que casi no aparece en el libro) cuyo interés profesional en los bebés coincide con una obsesión personal: cuando sus maridos expresan reticencia a tener más hijos, los echa sumariamente y encuentra a uno más complaciente. Cuando el libro comienza, Sonia ya tiene seis hijos de tres padres distintos y está embarazada del séptimo por el marido número cuatro. El éxito de este arreglo (en lo que los ex participan de buen talante) depende en gran medida en los buenos oficios de la abuela y su amiga Zuli, quienes también trabajan como asistentes administrativos en su consultorio y se encargan de cuidar a los nietos en su apartamento la mayoría de los días, llenándolos con amor, cursilería y cantidades obscenas de harina blanqueada y azúcar. En su poco tiempo libre la abuela y Zuli leen literatura negra (todo menos Agatha Christie). Eso en sí daría bastante material para una novela, pero esta historia no es (principalmente) psicológica o familiar, es policial. Ya en la primera página presenciamos a varios miembros de la familia viendo el anuncio en las noticias del asesinato de una mujer embarazada; “Em-ba-ra-za-da-des-cuar-ti-za-da” deletrea una de las nietas, Clarita, pariente lejana argentina de Louise Belcher y Wednesday Addams. Cuando surge el hecho de que la víctima era paciente de Sonia, que está de viaje en Chile, y varios días después sucumbe otra, las sospechas, afuera y adentro de la familia, se enfocan en la obstetra y su horda.
Como todo buen admirador del género (y, desafortunadamente, todo buen ciudadano) sabe, la fuerza policial es una manga de inútiles cuando no peor, y la responsabilidad de encontrar la verdad cae en los hombros de nuestras intrépidas señoras y sus varios nietos, cuyo mundo ya caótico de repente está asediado por agentes de la ley, y media la sed de venganza. Y como es de esperar, esto solo es el comienzo de los giros inesperados y las revelaciones insólitas.
La comedia negra es quizás uno de los géneros más difíciles de escribir de manera exitosa, pero Coria ha acertado en varios aspectos, principalmente con la voz de su narradora, cuya ingenuidad amorosa, y a veces extraordinaria amoralidad cuando se trata de proteger a su familia, son una combinación enternecedora que también le da a la autora el medio perfecto para mantener el ritmo de su trama. Como ella está acostumbrada a aceptar su familia tal como es (a pesar del egoísmo extraordinario de su hija y los caprichos aparentemente innegociables de sus nietos), y entrenada por sus lecturas extensivas, resulta ser la persona perfecta para lidiar con una situación tan violenta; cuando uno está acostumbrado a preparar cinco distintos tipos de pasta al mismo tiempo para complacer a una mesa de niños, ¿qué importa tener que contestar el interrogatorio de un par de policías? Otro fuerte es la cadencia cómica; Coria tiene un buen ojo para el absurdo y lo socialmente inapropiado y ha creado varios momentos en que uno, seducido hasta un nivel de complicidad extremo, se encuentra riendo a carcajadas de cosas que realmente no deberían ser graciosas. Pero ahora hemos vuelto al comienzo: si están buscando el mundo como debe ser, se han equivocado, aquí se divierte con cosas que no son divertidas para nada.
22 de junio, 2022
La horda primitiva
Julia Coria
Tusquets, 2022
256 págs.