Lo más sustancioso de la literatura argentina se ha jugado y se juega en la insumisión a los modelos imperantes. Basta una pequeña enumeración para comprobar que la tradición más perdurable es la de los insumisos: Una novela que comienza (Macedonio Fernández), La condesa sangrienta (Pizarnik), El fiord (Osvaldo Lamborghini), El uruguayo (Copi), El paseo internacional del perverso (Libertella), El frasquito (Gusmán), Cecil Taylor (Aira). Estos siete libros forman parte de 11 relatos argentinos del siglo XX, célebre antología con la que Héctor Libertella configuró una tradición alternativa, vinculada a lo que denominó “literatura amotinada”. La fórmula, claro, se refiere a un cuestionamiento a la autoridad literaria en cualquiera de sus manifestaciones: formas y modelos imperantes, lecturas instituidas, mandatos académicos, cánones de autores imprescindibles, y fundamentalmente la tradición.
Adoptando este concepto, el novelista y ensayista Luis Gusmán postula en este libro tres nombres que, en su opinión, lo tributan de manera cabal: Leónidas Lamborghini, Héctor Libertella y Ricardo Piglia. Los tres pertenecen a su generación y fueron en vida sus amigos, y por lo tanto sus lecturas están signadas por la proximidad. En los años sesenta, Gusmán trabajaba en una librería de la calle Corrientes, donde solía encontrarse con ellos. Ahí comenzó a forjarse la amistad y la tradición amotinada que este libro refleja. “Tengo la sensación, casi imposible, de que hablábamos todo tiempo de literatura”, confiesa, revelando que la amistad gravitaba sobre todo en torno a los libros, propios y ajenos. La lectura los vinculaba, y lo primero que destaca Guzmán de sus amigos es que se trata de lectores extraordinarios. Para que no queden dudas, afirma por ejemplo que “Libertella y Piglia son el relevo generacional de Borges y Viñas al leer la literatura argentina”.
Lo cierto es que los tres coinciden en articular formas de leer disruptivas, y en eso sobre todo es en lo que se concentra la lectura de Gusmán, entendiendo que el motín literario comienza a gestarse en los modos de leer. “Para volver sobre la misma huella, tal vez se trate, nuevamente, del enigma pasional de toda literatura: siempre y siempre las formas de leer”, escribe Libertella en Las sagradas escrituras, referencia insoslayable de este libro.
Ilustración de Juan Carlos Comperatore
En relación a los modos en que leen estos tres autores, cabe señalar una diferencia fundamental. Mientras las lecturas de Libertella y Piglia tienden a intervenir en el campo literario, las de Lamborghini intervienen directamente en su obra, al punto de constituirla (“Es la lectura la que reescribe”, declaró sin titubear cuando le preguntaron acerca de sus reescrituras). Atendiendo a esta y otras diferencias, las formas con las que Gusmán los indaga son diferentes en cada caso.
En el caso de Lamborghini, se concentra en desglosar la maquinaria con la que el poeta articula su motín. Apoyándose en Risa y tragedia en los poéticos gauchescos (libro en el que Lamborghini “despliega y condensa su estética de la risa”), Gusmán compone una suerte de manual en el que presenta, uno por uno, sus procedimientos. Partiendo de la parodia y confluyendo en la reescritura, hace una exposición meticulosa de la distorsión, la digresión, la trasposición y la desagregación, y algunas de sus materializaciones: la mezcla, el remedo y el disfraz. El conjunto arma un mosaico en el que se revela la potencia disruptiva de esta obra. A través de este enfoque, Gusmán hace explícito que la poética de Lamborghini se asienta en un modo singularísimo de leer y de procesar la lectura, que encuentra su sino en la mezcolanza, fórmula de su literatura amotinada.
En el caso de Libertella, la operación de lectura es otra. El objeto de sus cavilaciones se refleja en la escritura del ensayo, que por momentos se apega de manera mimética a las formas características del texto indagado: la deriva proliferante de la argumentación, la cita incrustándose en el texto, la confluencia de lo dispar, y sobre todo la indiferenciación entre crítica y literatura. En algunos pasajes el ensayo pareciera ser un ejercicio de reescritura (sobre todo de ese clásico imprescindible de Libertella: La librería argentina), tramado en la transcripción y el comentario, que es siempre un desvío. Y no es casual, ya que para Gusmán el “desvío” es la clave del motín de Libertella, que se manifiesta en su postulación de una crítica lírica y/o una literatura crítica, y en su persistencia en leer y escribir desde fuera de la tradición, ocupándose siempre de lo queda afuera.
En el caso de Piglia, el artículo está compuesto por notas de lectura circunscriptas a los que Gusmán considera los libros más personales de este autor: El último lector, los tres tomos de Los diarios de Emilio Renzi y Antología personal. Apegándose a lo más relevante de este corpus, Gusmán se ocupa sobre todo del Piglia lector. Le interesan las formas a través de las cuales Piglia interpela a la tradición y repiensa la figura del lector, postulando una vía de emancipación a través de la lectura “ectópica” (fuera de lugar). Gusmán encuentra en este desplazamiento la clave de la estrategia amotinada de Piglia. Al respecto, apunta lo siguiente: “Piglia presta atención a la libertad con que Borges usa los textos, su disposición a leer según su interés y necesidad. Piglia define la invención borgeana en términos de su arbitrariedad, su inclinación deliberada a leer mal, a leer fuera de lugar, a relacionar series imposibles. Yo llamo a este tipo de lectura ectópica, fuera de lugar, un desvío por el estilo”.
A través de la exposición de estas tres lecturas, señalando en cada caso las claves del gesto insumiso y las armas con la que cada cual provoca la revuelta, Gusmán pone en escena las que en su opinión son las posturas más sobresalientes de su generación en relación a esa “práctica inestable que es la literatura”. Afirma a través de los hechos (de lecto-escritura) la actualidad y la potencia disruptiva de sus intervenciones. Gusmán no la fórmula de manera explícita, pero queda flotando una pregunta incómoda: ¿Hay, puede haber, recambio generación para lectores de este calibre?
Por último, a modo de coda, agrega un pequeño ensayo acerca de la tradición, cuestión omnipresente en los autores aludidos y en el propio Gusmán, que evidentemente intenta tramar la suya a través de este libro. Su estrategia al respecto es transparente, y funciona como una ajustada síntesis de su propuesta: incluyéndose por proximidad en el lote, instaura una cofradía amistosa compuesta por una selecta estirpe de lectores, emparentados por la actitud insumisa ejemplificada en el motín.
19 de junio, 2019
La literatura amotinada. Leónidas Lamborguini, Héctor Libertella, Ricardo Piglia
Luis Gusmán
Tenemos las máquinas, 2018
128 págs.