Cuando Cortázar produce su viraje definitivo a la categoría de escritor revolucionario, allá por los años setenta, revisa en más de una oportunidad el maridaje escritura/revolución. Concluye que la revolución no está en los temas, en la literalidad explícita del contenido coyuntural y político, sino más bien en la “presencia viva [que] en el seno de la colectividad” el escritor posee; en “el hecho de que el compromiso total de su persona es una garantía indesmentible de la verdad y de la necesidad de su obra, por más ajena que esta pueda parecer a las circunstancias del momento”.
Liliana Bodoc murió repentinamente en febrero de 2018. Ella, que fue una ferviente militante de la reflexión sobre la palabra poética, nos dejó mudos. Porque como ella misma comprende, aunque le cueste aceptarlo, a veces “el lenguaje es insuficiente y punto (...) para eso está el silencio”.
Pero cuando el shock por la ausencia del cuerpo pasó, descubrimos que la presencia de Liliana seguía viva en el seno de la colectividad porque la fuerza con la que vivió su vida fue tan arrolladora, sus textos tan cautivadores y sus ideas tan éticamente comprometidas, que su obra se revela, sin matices, como necesaria y revolucionaria. Entre la vasta producción de esta autora santafesina nacida en julio de 1958, que fue profesora de escuela secundaria hasta que un lúcido editor apostó por Los días del venado –primer tomo de la Saga de los Confines con el que Bodoc ingresó al campo literario en el año 2000, ya pasados sus 40 años de edad–, hallamos todo lo concerniente al ámbito de la oralidad, es decir, conferencias, entrevistas, charlas. Se trata de una parte de su obra que, aunque parezca paradójico, resulta ser crucial, en tanto ella misma sostiene: “si tuviera que elegir (...) yo pongo la poesía del lado de la voz, de la palabra pronunciada, del silencio, de la música en todo caso y más allá de la etimología de la palabra lírica o lirismo, incluso más allá del origen probadamente oral del género poético”. Por eso es tan relevante la publicación de La literatura en los tiempos del oprobio, que salió a la luz hace apenas unos meses gracias a la cuidada editorial marplatense Letra Sudaca, y que constituye una recopilación de tres conferencias que Liliana Bodoc pronunció en 2012, 2016 y 2017 respectivamente.
Comienza con un prólogo de Elena Stapich, reconocida investigadora del campo de la literatura infantil y juvenil en el que Bodoc se ha desarrollado profusamente, donde se relata el proceso de gestación de este libro –un deseo que Bodoc había manifestado pero que su muerte truncó hasta hoy–, que resulta de un trabajo conjunto entre la ONG Jitanjáfora y la editorial. Propone además una síntesis de los aspectos nodales que constituyen la obra de esta escritora: el carácter performativo del lenguaje, el compromiso político del arte, la dimensión utópica de su pensamiento y la construcción de una lengua poética incluso en los textos provenientes de la oralidad, como se advierte en el caso de estas tres conferencias. Como epílogo, se reproduce una entrevista que Julián Fiscina –otro investigador marplatense especialista en la obra de Bodoc, y también poeta– le realizó a la autora en 2016, a propósito de su libro Memorias impuras. Se trata de una conversación en la que no solo brota la poesía sino en la que Bodoc admite que por primera vez le realizan preguntas que siempre estuvo esperando y nunca habían llegado, como el vínculo de esta novela con El Matadero de Esteban Echeverría o la relación de su obra con la literatura argentina del siglo XIX.
“Mentir para decir la verdad” es una referencia ineludible al momento de pensar las implicancias de la ficción en la vida cotidiana. Bodoc, además de poeta, es una gran maestra. De este modo, desarrolla sus ideas –que siempre son claras, contundentes y posicionadas; nunca ambiguas, livianas o neutras– con una capacidad pedagógica admirable, pero además con un ímpetu pasional que las hacen indisimulablemente atractivas. Leer a Bodoc –así como escucharla– es un verdadero placer. En esta primera conferencia que presenta el libro, se ocupa de definir el concepto de “palabra poética” y nos hace ver qué poca importancia le damos a aquello que nos constituye como seres humanos: “esto se trata de la palabra (...) convivimos con ella y no nos paramos a reflexionarla (...) somos palabra”.
En “La palabra y la honra” vuelve sobre la idea de la “palabra literaria”, ahora en vinculación directa con la educación de jóvenes y niños. Así, aparece la necesidad de enseñar a honrar la lengua que se trae de la casa; la necesidad de desandar el autoritarismo lingüístico como una urgencia; la educación como un acto de justicia; la defensa de la educación pública y la memoria de Alan Kurdi, el niño sirio de tres años que murió en la playa intentando desesperadamente huir con su familia en forma ilegal, ante la inhumanidad del mundo.
Finalmente, en la conferencia que da título al libro, “La literatura en los tiempos del oprobio”, Bodoc reafirma la importancia del posicionamiento político; de la defensa del uso del lenguaje; de la decisión que tomamos cuando hablamos, para que no hable por nosotros el pensamiento hegemónico: “decidir el lenguaje es decidir lo que somos y lo que hacemos”. Estas líneas son una proclama en defensa de una educación plural y sensible, y del poder emancipador del arte, a la vez que constituyen también una definición de poesía, entendida como la capacidad de ejercer el lenguaje con coraje. Me pregunto qué diría Bodoc en la coyuntura actual y me respondo qué imprescindibles, vigentes y eternas resultan sus palabras.
11 de septiembre, 2024
La literatura en los tiempos del oprobio
Liliana Bodoc
Letra sudaca, 2024
54 págs.